Los tres últimos años de la vida José Roberto Camilo Lima, Beto, han sido un ejemplo constante de lucha contra una enfermedad contra la que ha sabido capear contra viento y marea, con medicación, trasplantes y muchas ganas de vivir.

En julio del 2014 los médicos le dijeron al jugador brasileño que las molestias que llevaba padeciendo desde hacía meses se debían a un cáncer en el sistema linfático y ahí su vida cambio. En la madrugada de ayer, quien fuera referencia del fútbol sala pontevedrés en los años 90, falleció en Brasil tras meses y meses de batalla.

Beto llegó a Pontevedra de la mano de Isidro Otero en la temporada 90/91 para reforzar las filas del Rías Baixas. Llegó a la ciudad del Lérez con 20 años procedente de Brasil y en Galicia encontró un nuevo hogar que le supo acoger con los brazos abiertos. Su mejor fútbol y su vida se quedaron en una provincia pontevedresa a la que llegó siendo pionero del fútbol brasileño y abriendo la puerta para el desembarco de más compatriotas en temporadas posteriores.

En el Rías Baixas celebró un ascenso a División de Honor y estuvo jugando durante seis temporadas consecutivas antes de iniciar un largo peregrinaje por el fútbol sala español con paradas en Valencia, Burgos, Burela, Noia y A Estrada.

Precisamente en este último destino es donde había echado raíces, un ángel de la guarda (Dolores) en forma de mujer le acogió y cuidó en los momentos más difíciles de su vida. Estuvo con él cuando tuvo que ser sometido a un trasplante de médula, también ocho meses más tarde cuando una encefalitis autoinmune le hizo pasar por grandes problemas cerebrales que incluso le afectaban a la memoria.

Hace unas semanas, cuando su enfermedad le había dado una tregua, decidió que era el momento de volver a casa. Hacer las maletas y volver a Brasil para estar con su hijo, del que la vida y los kilómetros le mantenían separado. Pero la vida le dio el último latigazo y Beto descansa hoy en paz en la misma tierra que le vio nacer.