El Celta B regresó a Segunda B por la puerta grande. Lo hace venciendo y convenciendo en Las Gaunas ante una UD Logroñés impotente ante las adversidades, incapaz de hacer frente a dos goles a la media hora de encuentro y estéril para generar ocasiones. Claro que a lo mejor el mérito fue de un equipo vigués con buenas maneras, mucha calidad en sus filas y un acierto bestial, que dejó su brillo con dos goles para enmarcar; una volea del juvenil Mina que se coló por la escuadra; y un tiro ajustado, previo control orientado, de Añón.

Mientras se mantuvo el empate a cero, parecía que el cuadro local está en una mejor predisposición para adelantarse. De hecho, Adrien Goñi, en el día de su cumpleaños, completó un buen remate de cabeza picado que Rubén despejó a saque de esquina. Sin embargo, el filial vigués, un conjunto con una idea de fútbol perfectamente definida, consciente de sus limitaciones y de sus puntos fuertes, que parte con la intención de mantener el control de juego, de combinar, elaborar, atacar por los costados y apostar por la movilidad sin balón, supo romper la presión de los riojanos. Si bien Añón, cuyo remate de cabeza forzado se marchó fuera pese a estar Miguel superado, ya había podido poner por delante al Celta B tras un buen centro de izquierda del lateral Maceira, fue Mina, tras enganchar una volea desde fuera del área, previo tímido despeje defensivo, el que colocó el 0-1.

Era el minuto 27, pero dio la sensación de ser el fin del mundo para los locales. Desde entonces, no hubo noticias de esa presión inicial, de ese ímpetu por buscar al rival. No en vano, mientras los de Raúl Llona trataban de asimilar el gol encajado, recibieron el segundo. Otro precioso tanto. Pase en diagonal a la espalda de los centrales blanquirrojos (bastante desajustados toda la tarde), perfecto control y posterior tiro de Mina ante el que nada pudo hacer Miguel. Todavía restaban dos tercios de partido, pero el escenario era muy diferente al que se presentaba media hora atrás. Hasta el descanso, el Celta B pasó a sentirse cómodo con el esférico, mientras que la UD Logoñés trataba de asimilar el 0-2.

Comenzaba el segundo tiempo con incógnitas por resolver. Por ejemplo, cómo iban a desenvolverse los locales teniendo la obligación de buscar la meta contraria. O con qué actitud iban a saltar al césped los pupilos de David de Dios. Los primeros lo hicieron con corazón, pero con pocas ideas, con la voluntad de poner en aprietos a Rubén, pero sin la organización suficiente como para que el meta celeste se pusiera nervioso. Además, los visitantes, tranquilos e incluso gustándose por momentos, estaban decididos a evitar que la UD Logroñés se volviera a meter en el encuentro.

Raúl Llona movió sus piezas dando entrada a Íñigo y Nando en busca de un revulsivo, pero no pareció importarle mucho a la medular viguesa, ya que Borja Fernández y Borja Domínguez continuaron maniobrando con soltura, elegancia y acierto. El tiempo se aceleraba para los blanquirrojos, ahora más directo en sus intenciones, aunque sin ocasiones. Los gallegos se encontraban a gusto dejándose querer, parando el ritmo de juego si hacía falta y siendo fieles a sus ideales (toque, pases cortos y continuos, paredes, cambios de orientación, juego entre líneas), pese a que no escatimaban en ser contundentes si la ocasión lo requería.

Era esperable, en la UD Logroñés, un arreón, que nunca llegó. Sin embargo, Añón se erigió en protagonista con dos acciones. Primero, el portero Miguel midió mal y no atrapó un balón, momento que aprovechó el jugador celeste para tirar a portería vacía. Y después demostró su regate en estático rompiendo la cintura a un defensor local.