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Las tres bandas que atemorizaban al mundo

Vestir a la selección alemana en el Mundial de 1954 fue el primer gran duelo comercial, ganado por Adidas, que vivieron al frente de sus marcas

La selección alemana de 1954, la primera que utilizó el material de Adidas.

La selección alemana de 1954, la primera que utilizó el material de Adidas. / FDV

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El mundo cambia y aquello que creíamos sagrado, indivisible, pues ya no lo es tanto. Adidas y la selección de Alemania anunciaron que en 2027 separarán sus caminos después de más de 70 años de la mano. Las tres rayas han sido mucho más que una simple marca para la “Mannschaft”. Era también un símbolo de su poder, de su fuerza. Una historia que nació en Herzogenaurach, un pequeño pueblo medieval de 24.000 habitantes, con sus calles empedradas, sus cuestas, sus salchichas y un río, el Aurach, que lo divide en dos mitades.

Adidas y Alemania anunciaron esta semana que en 2027 separarán sus caminos

Ese lugar, apacible, casi idílico, fue escenario hace ochenta años de un enconado enfrentamiento entre dos hermanos que destrozó para siempre a su familia y acabó por dividir el pueblo en dos mitades irreconciliables durante décadas. Los Dassler montaron a comienzos de los años veinte un pequeño taller de calzado deportivo. Rudolf (nacido en 1898) y Adolf (dos años más joven) eran jóvenes inquietos que entendieron que el creciente interés por el deporte conduciría a la necesidad de crear diferentes tipos de calzado en función de la modalidad que practicase cada uno. Adolf era la mente pensante, el diseñador; Rudolf, extrovertido y dinámico, era el comercial perfecto para que proyecto creciese con rapidez. En el lavadero de su casa fabricaron las primeras zapatillas orientadas hacia el atletismo, con la suela de cuero y los tacos forjados a mano. En 1924 fundaron su fábrica que dio empleo a sus vecinos en una comarca que como el resto de Alemania pagaba los efectos del final de la Primera Guerra Mundial y de la grave crisis económica que provocó las condiciones del Tratado de Versalles. Sus creaciones no tardaron en popularizarse entre los deportistas que valoraban por encima de todo su resistencia, comodidad y ligereza. A comienzos de los años treinta dieron un salto gigantesco cuando empezaron a diseñar zapatillas para las pruebas de fondo y mejoraron el agarre en las que implicaban mayor velocidad. La lista de pedidos que llegaba a la fábrica era cada vez más grande y se disparó cuando en 1936 Jesse Owens gana cuatro oros en los Juegos Olímpicos de Berlín con unas Dassler de tacos. La firma disfruta de días de gloria solo empañados por el ruido prebélico que comienza a retumbar en toda Alemania, enferma por el virus del nazismo. Para los hermanos Dassler, que se construyen una mansión cerca de la fábrica donde viven con sus esposas, los problemas parecen estar todavía muy lejos. El estallido de la Segunda Guerra Mundial es el punto de inflexión que cambia para siempre la vida de los Dassler y la relación entre ambos. La fábrica de calzado paraliza su producción y como el resto del tejido industrial de Alemania se pone al servicio de la descomunal maquinaria que genera la guerra. En sus talleres comienzan a fabricarse lanzamisiles, los legendarios Panzerfaust, y repuestos de piezas para tanques, una de las obsesiones de Hitler.

Adolf, el hermano pequeño, se queda en Herzogenaurach al frente de la fábrica mientras Rudolf es enviado con evidente disgusto al frente en Polonia. Esa circunstancia genera ya una importante fricción entre ambos que se agigantaría con el paso del tiempo. Tras la derrota alemana en la guerra los aliados detuvieron e interrogaron a los hermanos Dassler para conocer su implicación con el Reich. Adolf no tuvo problemas, pero su hermano mayor fue encarcelado acusado de formar parte del servicio de espionaje de las SS. Rudolf estaba convencido de que la declaración de Adolf había sido decisiva en su condena. La ruptura entre ellos a partir de ese momento fue definitiva. Adolf trató al principio de convencerle de su error, pero Rudolf nunca le creyó. Ya no volvieron a dirigirse la palabra. El hermano pequeño conservó las instalaciones del negocio familiar y compensó económicamente a Rudolf cuando en 1946 salió del campo de prisioneros. Este se instaló en la otra orilla del río Aurach donde en 1948 fundó su propia fábrica de calzado deportivo. Quería llevar la rivalidad con su hermano al extremo y competir con él de forma directa. A los trabajadores se les ofreció la posibilidad de elegir si quería ir con uno o con otro. Casi el setenta por ciento se quedaron junto a Adolf en las viejas instalaciones de lo que pasó a llamarse Adidas –que surge al unir su nombre familiar (Adi) con el comienzo del apellido (Das)–. Al otro lado del río nace Dassler Puma. Las fábricas de ambos están separadas por quinientos metros, pero la distancia real es mucho mayor. Alrededor de la fábrica de Dassler Puma comienzan a surgir negocios pensados en sus empleados. Un hotel, colegios, panaderías, tiendas de ropa, restaurantes... La rivalidad en Herzogenaurach se lleva al extremo y los empleados de las dos firmas apenas cruzan sus caminos. Los vecinos que trabajan o simpatizan con Adidas no acuden a los negocios del otro lado del río y al revés. El pueblo pasó a llamarse el de los “cuellos doblados” porque lo primero que hacía un ciudadano al cruzarse con otro era bajar la cabeza para fijarse en la marca de calzado que llevaba en los pies.

En 1954, poco antes del Mundial disputado en Austria, las dos marcas se enzarzaron en una pelea importante desde el punto de vista económico, pero trascendental en cuanto a imagen. Las firmas comenzaban a unir sus pasos a los grandes equipos del mundo y para Adidas y Puma resultaba fundamenta ser los primeros en vestir a la selección alemana de fútbol. Fue Rudolf Hassler el primero en mover ficha. Puma se adelantó a Adidas en la negociación que directamente se hizo con Sepp Herberger, el seleccionador alemán y todopoderoso personaje del fútbol en aquel país. Sin control alguno a nivel federativo, Herberger solicitó a Puma una prima de cien marcas mensuales para dar su conformidad. Puma regateó sin éxito y Rudolf decidió que no tenía sentido semejante esfuerzo y se retiró de la pelea.

Eso dio pie a que entrase en escena Adi Hassler con la propuesta de Adidas. Muy similar en lo deportivo pero a diferencia de las reticencias de su hermano, aceptó el “impuesto revolucionario” de Herberger. Pero hubo algo durante el Mundial de ese año que sería determinante en la relación entre la selección germana y Adidas. El equipo de Adi Hassler hacía tiempo que venía trabajando en la posibilidad de utilizar tacos intercambiables en función de las necesidades de cada jugador o de las condiciones del terreno de juego. La Alemania de los hermanos Walter, la que nació a partir de las propuesta del Kaiserslautern, llegó a la final para medirse a la temible Hungría que les había metido ocho en la primera fase del torneo. El día de la final, con los magiares como indiscutibles favoritos, había llovido sobre Berna; el campo estaba pesado y resbaladizo. En el descanso los jugadores alemanes decidieron hacer uso del invento de Adidas y cambiaron de tacos por unos más largos. En el segundo tiempo sus jugadores ganaron estabilidad y acabaron por encontrar el gol de la victoria en una jugada en la que Gyula Grosics, portero húngaro, resbaló. Los jugadores que conquistaron el primer título de campeones del mundo siempre concedieron una enorme responsabilidad en aquella victoria a las botas estrenadas aquel día. Eso hizo que el compromiso de Adidas y la selección alemana se convirtiese en indivisible.

La marca siguió creciendo y las tres rayas se convirtieron en una de las señas de identidad de la Mannchaft. Ya no era una cuestión de negociaciones cara a cara como la de Adi Hassler con Sepp Herberger. El grado de unión iba mucho más allá y el suyo fue uno de los grandes matrimonios de la historia del deporte. Incluso en la crisis de los ochenta, después de la prematura muerte de Horst Dassler que había tomado las riendas de Adidas tras el fallecimiento de su padre Adi, Alemania se mantuvo junto a su firma de cabecera. Parecía imposible que separasen sus caminos hasta que esta semana se supo que la Federación Alemana ponía fecha final a su acuerdo con la marca alemana y que dentro de unos años comenzará a vestirse de la mano de Nike, su gran rival a nivel mundial. El fin de una era, Alemania jugará sin sus tres rayas en el lateral de sus pantalones y camiseta. Un episodio que Adi Hassler difícilmente hubiese sido capaz de procesar.

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