Atletismo

Valeria, contra el monstruo del miedo

La céltica de 16 años, prometedora especialista en longitud antes de sufrir la triada en diciembre de 2020, ha mejorado sus registros en 60 y 200 en pista corta y anuncia: “Volveré a saltar”

Valeria González y su entrenador, Alberto Salgado, ayer en Balaídos.

Valeria González y su entrenador, Alberto Salgado, ayer en Balaídos. / Alba Villar

Armando Álvarez

Armando Álvarez

La menuda chiquilla vestida de celeste, espalda recta y zancada frenética, galopa por la elipse techada de Expourense. Cruza la meta, exprimiéndose los vatios, y ojea la pantalla mientras frena. 26.16, ha fijado el cronómetro. Valeria González (Vigo, 2007) ha quedado segunda en los 200 metros del Campeonato Gallego Sub 18 en pista corta. Solo Paula Conde, de Ribadeo, la ha superado con su 25.72. Otra medalla de plata, de las muchas que se repartirán durante la jornada. Ninguna hazaña ni registro asombroso, a simple vista, entre la colorida algarabía adolescente del recinto ferial. Porque en realidad ningún espectador conoce jamás contra qué compite cada atleta, que nunca es el rival ni la distancia. Ni siquiera las plusmarcas personales. Valeria corre contra la grave lesión de rodilla sufrida un año antes; contra las dudas durante la tortuosa convalecencia y ese miedo que aún la encadena a tierra. La viguesa, prometedora saltadora de longitud, pronto probará a emprender vuelo. “Espero volver a saltar, por lo menos, a finales de temporada”, anticipa risueña.

La alegría define a Valeria, céltica desde las escuelas y encomendada al magisterio de Alberto Salgado desde 2021. Incluso parecía sonreír al patear el aire para rentabilizar sus impulsos. Con 14 años ya saltaba 5.44 y había competido en el Nacional de la categoría, metiéndose en la mejora. “Tenía proyección”, resume Salgado sobre su discípula. “Saltar es lo que más me gusta”, conviene ella.

La atleta céltica Valeria González.

La atleta céltica Valeria González. / Alba Villar

Cada salto, sin embargo, implica un riesgo. Incluso los más leves y anodinos, repetidos mil veces. Valeria, convocada por la Federación Gallega para una concentración en Expourense, escenario invernal ineludible por único en el país, calentaba aquel 29 de diciembre de 2022 como se suele, incluyendo ejercicios de movilidad con vallas. Si acaso, quizás excesivamente altas. Se enganchó en una de ellas y cayó sobre la rodilla izquierda.

“Me quedé tirada en el suelo pero no notaba dolor ni nada. Ni siquiera lloré”, relata. Los responsables federativos la conminaron a levantarse.

–Ha sido solo un susto.

Al intentarlo, notó enseguida la inestabilidad. Se derrumbó de nuevo sobre el tartán. Aunque ya entonces sospechase una avería profunda, las malas noticias no fueron inmediatas. La trasladaron a urgencias, primero al Concheiro. En la exploración inicial apuntaban a un fuerte esguince y, como mucho, la rotura del ligamento lateral interno. Hubo que esperar varias semanas a que el derrame se diluyese para someterla a pruebas más precisas. El médico, al estudiar la resonancia, empezó por mostrarse igualmente optimista. Ya respiraba Valeria aliviada cuando advirtió el galeno:

–Ah, no; cruzado, interno y menisco.

La triada, uno de los diagnósticos más terribles para cualquier deportista. “Se me vino todo encima”, confiesa Valeria. El 22 de febrero era intervenida quirúgicamente en Povisa. “Lesionarse es lo que todos los atletas temen. Yo siempre pensé que lo pasaría fatal si me sucedía”, explica. “Creo que lo he llevado bastante bien. El peor recuerdo es el de los días posteriores a la operación, cuando no podía moverme nada”.

Cicatrizada la zona, se iniciaba la rehabilitación; un camino lleno de meandros y baches, en el que a veces no se divisa el horizonte; de mañanas esperanzadas y noches de desilusión. Salgado la ha tutelado en el gimnasio, el suyo propio de Saúde&Deporte, igual que en las pistas. Valeria había perdido mucha masa muscular y la recuperación fue lenta. Y eso que ella es muy trabajadora. Venía todos los días. Pero el cuádriceps no reaccionaba bien”.

El entrenador tiene experiencia en este tipo de lesiones. Entiende que el alargamiento en los plazos se debe a la técnica elegida por el cirujano, que tomó tejido del tendón rotuliano en vez del isquio para reconstruir el cruzado. Una apuesta más lenta, pero eficaz en lo específico, según le explicaron a Valeria: “Dicen que es más resistente y ya que voy a hacer longitud, lo mejor”.

Esos días húmedos

La céltica comenzó a trotar a finales de verano, pero cojeando ostensiblemente. Ese deje ya ha desaparecido. La articulación se resiente, sin embargo, con las bajas presiones, en los días de mucha humedad o frío. Lo que más cuesta restañar, con todo, es siempre la herida más invisible; la de la memoria. “La clave es cómo lo llevas psicológicamente”, confirma Salgado. “Vas olvidándote poco a poco de la lesión, pero es un proceso que queda ahí metido”. La única manera de derrotar al monstruo es mirándolo a los ojos. La propia Valeria decidió cruzar la frontera a finales de septiembre.

–¿Podré correr en pista cubierta?

–Si sigues trabajando, yo creo que sí.

Aunque la apoyase en su atrevimiento, no esperaba el entrenador lo que la recién concluida temporada de invierno les ha deparado. Valeria, que empezó lógicamente lejos de su mejor versión, no sólo ha rebajado sus tiempos en 60 metros, la carrera apropiada para aplicarla en longitud. En 200 metros apenas manejaba referencias. Revela Salgado que en la primera carrera le pidió a los jueces que la situasen en una de las calles superiores para aligerarle a la rodilla el peraltado. “A Valeria no le comenté nada. Lo hizo bien. Empezó con un 27 medio y en cada prueba ha ido bajando”. La culminación llegó en ese Gallego Sub 18. Salgado confiesa: “No contábamos con la medalla. Fue una sorpresa”.

Valeria y su entrenador, Alberto Salgado.

Valeria y su entrenador, Alberto Salgado. / Alba Villar

Pero Valeria no se conforma con planear a ras de suelo. Quiere volver a surcar los aires. Por fortuna, su rodilla de batida es la derecha intacta.”Hará longitud”, establece sin vacilaciones su entrenador, que ha diseñado un plan progresivo para la temporada al aire libre. “De momento solo hemos empezado con cosas generales, multisaltos y así. Al principio lo haremos con juegos, casi sin carrera”, detalla. Que pueda recuperar el nivel previo a aquel infausto diciembre de 2022 “dependerá de la confianza. Ella va a mejorar la fuerza y la velocidad, sorprendentemente, ya la ha mejorado. Si se ve cayendo al foso sin miedo, podrá”.

Ese temor a la contorsión sobre la arena que concluye cada brinco es el último monstruo que la aceche. También a este le sostiene la mirada: “Tuve miedo de no volver a practicar atletismo. Tuve miedo de no estar al cien por cien. Tuve miedo de que me doliese después. Pero siempre me he esforzado. Aún tengo miedo de caer mal. Pero volveré a saltar. Es de lo que más ganas tengo”.