Tiro

Novios del viento

Galicia presume de pioneros y campeones en F-Class, la “Fórmula Uno” del tiro a larga distancia | Los mejores rifles se hacen a mano y cuestan más de 5.000 euros | Las dianas, a 550 y 914 metros

Un tirador prepara su disparo.    | // AGARTO

Un tirador prepara su disparo. | // AGARTO / Armando ÁLvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Parece un acto sencillo, puramente mecánico. Un dedo aprieta el gatillo y a lo lejos una bala impacta en la diana. Tal precisión, reducible a aritmética y geometría, depende en realidad de la voluntad humana: el silencio, la concentración, el control emocional, la anticipación de todo lo que puede afectar durante el kilómetro de vuelo... La F-Class, la modalidad de tiro a larga distancia permitida en España, ha encontrado en Galicia tierra fértil. Abundan en el país pioneros y reyes. Expertos, todos ellos, en el sosiego y el cálculo.

El canadiense George Farquharson, “Farky”, ideó la F-Class en el cambio de siglo. Cambió la mira cerrada por una telescópica y le añadió un soporte bípode para aliviar las exigencias físicas del tiro de precisión. La F-Class incluye dos variantes: la Open, con rifles de calibre igual o inferior a 8 mm, que pesan sobre 10 kilos; la F-TR o restringida, con rifles de .223 y .308 y 8,2 kilos. Los tiradores disparan tumbados desde 600 o 1.000 yardas (550 y 914 metros, aproximadamente) a objetivos de 15 y 23 centímetros de diámetro, respectivamente, puntuados de 5 a 1 en círculos concéntricos. Los aciertos se evalúan mediante dispositivos electrónicos. Las competiciones suelen constar de 66 disparos, distribuidos en tres tandas.

La innovación cundió pronto. Se extendió a Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Holanda o Francia. Ya en 2002 se disputó en Ottawa el primer Mundial. La oleada llegaría también al mundillo español. El primer grupo nació en Andalucía, aunque pronto interrumpió su actividad. El segundo y actualmente decano es la Asociación Gallega de Rifle y Tiro Olímpico (Agarto). Superada la década de existencia, Agarto goza de excelente salud.

El acierto se controla mediante herramientas electrónicas.

El acierto se controla mediante herramientas electrónicas. / Agarto

“Somos la cuna de la F-Class en España”, establece el vicepresidente de Agarto, Rafael Padín. Grovense afincado en Vigo, Padín dibuja un perfil mayoritario entre los especialistas: “Casi todos los compañeros de mi generación empezamos de críos con la escopeta de balines. Yo estuve yendo después a Pontevedra a practicar tiro olímpico. Siempre me gustó la larga distancia”.

La F-Class, “la Fórmula Uno del tiro”, exige una determinada inversión. “Si quieres competir a alto nivel, te tienes que gastar tu dinero. No es un deporte barato”, admite Padín. Los rifles, según el estílo de culata, se catalogan como tácticos o deportivos. Uno de fábrica puede comprarse a partir de 1.500 euros. Permite mantener el tipo en 600 yardas. A 1.000 yardas ya se necesita un arma hecha a mano, con especificaciones del usuario. Proceden de fuera de España. Su precio mínimo siempre excederá los 5.000 euros.

El tirador tiene además que profundizar en varios conocimientos técnicos. No valen las balas comerciales. La munición es confeccionada a mano. “Tienes que aprender recarga, balística... Se empieza a complicar un poco la cosa”, detalla Padín, que reconoce que la pasión por esta actividad “llega a ser un poco obsesiva, si digo la verdad. Llega un momento en que quieres meter los 66 disparos, con ese nivel de exigencia. Supongo que como todo deportista de alto nivel, buscas la excelencia”. Ya en la ejecución del disparo, existe un elemento esencial: “El que no sepa leer el viento no es capaz de alcanzar las puntuaciones que hoy se logran”. La duración de los torneos, de varias horas, premia la capacidad de equilibrar la tensión y el enfoque.

Padín ha sido campeón de Galicia y España por equipos. Hoy, como sus colegas en la directiva de Agarto, se dedica más a la preparación de los campeonatos. Ensalza el extraordinario nivel de los tiradores gallegos. “Somos una comunidad pequeña, un poco aislada, con cierta discontinuidad dentro del mundo de tiro, pero el nivel es alto gracias a gente como Lema, Diego... Ángel Paz, de Nigrán, ha sido campeón de Europa de 800 yardas”.

Las instalaciones del campo de tiro de Parga, en Lugo.

Las instalaciones del campo de tiro de Parga, en Lugo. / Agarto

Los tiradores gallegos de larga distancia suelen cruzar a Portugal para practicar. Pero a diferencia de lo que sucede en buena parte de España, donde escasean los campos aptos para más de 100 metros, disfrutan de una instalación adecuada para organizar torneos y entrenamientos previos. El Ejército les cede el campo de tiro de Parga, en Lugo. Y la Intervención Central de Armas y Explosivos (ICAE) de la Guardia Civil se lo consiente. “Es una suerte. Lo tenemos que agradecer”, reconoce el vicepresidente de Agarto.

Tradición y facilidades se conjugan para que Galicia sobresalga en el escenario español en cantidad y calidad. Agarto ronda los cuarenta miembros. Son varios los que acuden con asiduidad a los Campeonatos de España, que reúnen entre sesenta y ochenta competidores. Padín acepta que el tiro a larga distancia es, por su naturaleza, una actividad minoritaria. “A la hora de la verdad pocos se acercan porque el nivel es muy alto. Viene gente del ejército, no voy a presumir, pero somos demasiado buenos. En serio”, sostiene.

Poco tiene que ver este deporte con la mística que encarnan Simo Häyhä, Vasili Záitsev o Chris Kyle, sigilosamente apostados en la frondosidad del bosque o entre ruinas, al acecho del enemigo. “Lo de francotirador son películas”, advierte Padín, cuya afición solo le ha causado incomodidades puntualmente, como cuando al regresar de Parga un domingo quiso acceder al garaje de su vivienda en Balaídos, en día de partido, con la zona acotada.

–No puede pasar –le indicó un policía.

–Mire que yo llevo armas en el coche, no me voy a hacer responsable.

“Cuando me ven bajar con todo, alguno se asusta al ver semejante material”, relata Padín, que calma a los susceptibles; no son novios de la muerte, sino del viento.

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