“Cada vez que me subo a un ring ya es un premio”, confiesa Kike García. El púgil vigués encara a sus 32 años un segundo asalto con el que ya no contaba. La pandemia y sobre todo un accidente de tráfico segaron su primera incursión en la profesionalidad. Kike se sintió noqueado. Se resignó a una retirada prematura. Hasta que decidió aceptar la verdad que el espejo le escupía: “No puedo dejar de boxear”. Su nuevo entrenador, Javi Fernández, de tan solo 26 años, le ha inyectado su energía juvenil. “El Rayito”, tal es su apodo entre las dieciséis cuerdas, peleará el próximo día 15 en Porriño. Será su despedida del boxeo amateur. “Sé que puedo hacer cosas importantes en profesionales”, anticipa.

A Kike, que jugaba a fútbol, se le cruzó el boxeo por obra y gracia de Jorge Araújo; quizá el más talentoso de todos los discípulos que amamantó Paco Amoedo, sin duda el mayor estilista de la historia del pugilismo gallego. También un ser humano tierno y generoso. Araújo lo animó a participar en una de sus clases. Una epifanía inmediata: “Y así pasaron once años, yendo todos los días”.

Kike, al que bautizaron como al rayo por su velocidad en el golpe y en las esquivas, “eléctrico y chisposo”, desarrolló una sólida carrera amateur. Más de 70 combates y alrededor de 45 victorias. Registros que lo convencieron de probar como profesional. Debutó el 8 de febrero de 2020 en el peso gallo. En el pabellón de Bouzas derrotó a los puntos al venezolano Romeli Martínez.

Ese feliz inicio no tuvo continuidad. Poco después la pandemia dictaba sus clausuras, con especial rigor en los deportes de contacto. Y mientras esperaba que las restricciones se levantasen, Kike se salió de la carretera con su furgoneta. Se rompió un ligamento de la cadera y un hueso de la mano. Su lumbago quedó seriamente lastimado. Durante más de siete meses ni siquiera pudo caminar.

Cuando se recuperó y regresó al gimnasio que estaba frecuentando antes del accidente, se percibió desmotivado. “Ya estaba bien físicamente, pero sentí que necesitaba cambiar de aires”, explica. “Iba a dejar de boxear, pero me daba rabia. Ninguna de las escuelas que hay en Vigo me interesaba. Pensé en Javi”.

Una charla de dos horas

Kike García y Javi Fernández apenas se habían tratado en el mundillo. “Comparto más con entrenadores que con competidores”, indica Javi. “Él había llegado a ejercer de sparring con algún alumno mío. Nos conocíamos, pero no estrechamente”.

Kike se presentó en el gimnasio Altafit en la Praza Elíptica, que le sirve de sede al Flow Combat The Boxer Club. “El primer día ni siquiera entré”, recuerda Kike. “Estuvimos tomando un café y hablando durante dos horas”.

–Si quieres entrenar conmigo, lo primero es que encontremos un vínculo –le advirtió Javi.

Esa conexión surgió de manera natural. Kike descubrió en Javi, preparador nacional y con cuatro cursos internacionales pese a su juventud, la energía que necesitaba: “Es un chaval nuevo, de otra generación, con ilusión. Enseguida me dieron ganas de trabajar con él. Y cuando después vi cómo gestionaba las clases, a la gente, ya me dije: ‘Me quedo aquí’”.

Sucedió hace tres meses y los acontecimientos se han ido precipitando. Javi decidió que Kike retrocediese al amateurismo para recuperar confianza y sensaciones. La experiencia mínima y la inactividad se lo permitían legalmente. El presidente de la Federación Gallega, Manolo Planas, les propuso que participasen en el Campeonato de España, en -54 kilos. Aunque solo disponían de 14 días para pertrecharse, aceptaron el reto. En Cartagena, Kike superó dos rondas y solo cayó en la final ante Gabriel Escobar, quinto en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Fue un combate igualado para ser quien era el rival”, describe Javi. A esa meritoria plata ha añadido el triunfo en el Torneo Internacional de la Amistad, celebrado en Barcelona.

Kike García y Javi Fernández, durante un entrenamiento en Altafit. JOSE LORES

Estos resultados los han reafirmado en el acuerdo de que Kike está preparado para una segunda oportunidad. Manolo Jiménez, responsable de La Vieja Escuela, organiza el día 15 en Porriño una velada. José Gregorio Suero, “La Sombra”, protagonizará el combate de fondo. Necesita mantenerse activo mientras aguarda por la revancha con el andaluz Óscar Díaz, que le arrebató el cinturón nacional. Jiménez ha invitado a Kike García a disputar una pelea neoprofesional. Será contra Wilson Tabárez, que en ese reciente Campeonato de España logró la medalla de bronce en -57 kilos. Kike acepta subir de peso. “Estamos regalando ventaja, pero creemos que podemos hacerlo bien”, admite Javi.

En el boxeo se debe afrontar lo inmediato, siempre impredecible, para acomodarlo a una hoja de ruta a largo plazo. Javi quiere que Kike vuelva a pelear en profesionales en enero, si no antes. “Si hay alguna oferta, ya ni siquiera esperamos”, conviene el boxeador. “Está al caer ese nuevo inicio”.

Esos 32 años de Kike constituyen un factor que Javi ha tenido en cuenta a la hora de elaborar sus planes. “Evidentemente tiene una edad. Haremos una carrera más bien rápida. Habrá que coger lo que se pueda, pero con cabeza”. Kike acepta: “De normal, a los chavales de 23 o 24 años les puedes construir una carrera más mimada, con rivales más sencillos para que se vayan rodando. Yo empezaré fuerte, que pase el que sea para ‘ranquearme’”.

“Un boxeador completo”

Javi lleva ya un tiempo dedicado a transformar el estilo amateur de su pupilo, que prima la puntuación, en el más daniño que demanda el boxeo profesional. El entrenador fija un horizonte claro: “Kike es pícaro, con una gran defensa y al mismo tiempo agresivo. Es un boxeador muy completo, con buena envergadura para su peso y que pega fuerte. No es un ‘túzaro’ que va para delante y ya está. No pongo ningún límite. Por lo que tiene de base, puede aspirar a un título nacional, bajo mi punto de vista, y le pongo fecha: si todo sale bien, en menos de dos años. Si luego puedo despuntar algo más... Ahora hay que verlo, según vayan cuajando las cosas y la suerte, porque tocas muchas teclas que no solo dependen de ti”.

“Siempre tuve claro en mi cabeza que quería demostrar lo que valgo; demostrarme a mí mismo en primer lugar que voy a llegar por todo lo que he luchado”, completa Kike. Aunque seguir de pie, en el centro del cuadrilátero y de la vida, ya es la victoria más gloriosa cuando dar siquiera un paso resultó durante muchos meses una dolorosa quimera. “Sigo boxeando. Es algo que supuestamente ya no iba a pasar. Disfrutaré de todo lo que venga”.