En el inicio de la temporada, con el mercado aún abierto, pendiente Xavi de completar su plantilla del Barça, todavía desequilibrada y con Guardiola refundando su obra del City encajando el impacto del bisonte Haaland, el balón se toma unas horas de descanso. Y asume su papel más solidario esta noche en el Camp Nou, reunidos ambos clubs para combatir la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica).

Juan Carlos Unzué, que reveló hace dos años y dos meses que padecía esa enfermedad neurogenerativa que no tiene cura ni tratamiento, ha sido capaz de unir a Barça y City en ese partido solidario del que no existen precedentes recientes. Es, por lo tanto, mucho más que un partido (21.30 h, TV-3 y Barça TV), donde todo el dinero recaudado, incluida una fila cero, irá destinado a la Fundación Luzón.”El fútbol no es solo un negocio, es también compromiso”, recalcó Unzué, orgulloso de que ambos clubes abandonaran sus obligaciones para volcarse en un encuentro de poderoso mensaje social.

Una noche para que el Camp Nou (se habían vendido ya más de 52.000 entradas la pasada semana) demuestre que la pelota no solo despierta una pasión casi enfermiza cuando comienza a rodar o esa cada vez más influyente industria del entretenimiento, sino que también sirve para vehículo de concienciación. No es un partido para Unzué. Ni mucho menos.

Es un partido para visibilizar una enfermedad que no tiene cura alguna, tan cruel que, además, debilita y oprime a las personas que no tienen recursos para gestionar esos años finales de su vida. Son enfermos, pero no están en hospitales sino que pasan ese delicado proceso para el que no hay solución en sus propias casas, con el consiguiente impacto emocional y económico que generan, necesitados como están de especialistas prácticamente las 24 horas.

No juegan Barça y City para Unzué, dueño de una sonrisa cautivadora, a la que no ha podido derrotar ni tan siquiera la ELA. Juegan para el equipo de Unzué, donde hay 4.000 personas, que han encontrado en el exmeta azulgrana un espontáneo liderazgo tan auténtico como cercano. Unzué pone voz a una enfermedad invisible y devastadora que apenas tenía hueco. Sigue sin tenerlo, como no para de denunciar, en los ámbitos políticos y administrativos donde las buenas palabras desaparecen de forma inmediata porque no llegan los hechos que reclaman y necesitan los enfermos.

Unzué es uno más de “ese equipo”, como él mismo lo definió hace dos años en el Auditori del Camp Nou, cuando comunicó que padecía esa terrible enfermedad. Tras 13 años en el Barça (dos como portero, convertido en la sombra de Zubi, al inicio del Dream Team de Cruyff, y 11 como ayudante de Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique) hoy pisará el césped en una silla de ruedas, limitados cada vez más sus movimientos.

Pero no su voluntad e indestructible optimismo, capaz de derribar muros de silencio que existían en torno a la ELA, con una personalidad arrolladora que ha provocado que Barça y City, dos de las instituciones más poderosas de este deporte (el viejo orden del fútbol se mide ante el nuevo) se entreguen a su causa. “No hubiera pensado que yo, que siempre he necesitado de mi cuerpo en mi profesión y en mis hobbies, sería feliz como soy ahora en una silla de ruedas”, recuerda Unzué. O simplemente Juan Carlos, esa persona que retorna a su antigua casa como necesario abanderado de ese nuevo equipo en el que juega.