Brazos arriba y manos a la cabeza. En apenas 65 minutos, Carlos Alcaraz no dejó escapar la oportunidad de convertirse en el heredero de Rafael Nadal en Barcelona al vencer a su amigo Pablo Carreño por 6-3 y 6-2. Es el cuarto título de su espectacular carrera en el circuito. “Las finales no se juegan, se ganan. Eso es lo que me inculcaron desde pequeño”, decía feliz y orgulloso . “No quiero ponerme ningún límite. Quiero seguir ganando torneos y a los mejores, seguir disfrutando”.

Alcaraz aparecerá hoy en el puesto número 9 mundial. Como Nadal en 2005, cuando hace 17 años mordió su primer título en Barcelona, y también un 25 de abril apareció en la lista de ‘top tens’ por primera vez. “Es impresionante el dato, me alegro de estar a los 18 años en el top ten y ganar el mismo título que mi ídolo”. Alcaraz se convirtió en el 14º campeón español desde que Andreu Gimeno ganó el primer título en 1960.

El éxito llegó tres horas después de salvarse de la eliminación, en un maratoniano partido ante el australiano Alex De Miñaur, que ganó por 6-7 (4), 7-6 (4) y 6-4, tras una batalla de 3 horas y 43 minutos. Al australiano se le escaparon dos match balls, con 6-5, en el segundo set, especialmente el primero que falló en la red con su derecha y la pista abierta. Un error que no olvidará.

Después de ese “milagro”, Alcaraz no notó el desgaste en sus piernas. “Hice un poco de bici, tomé mi batido, comí y después hice una siesta de media hora”. Suficiente para encarar una final más plácida. “El hermano menor contra el mayor”, cómo se reconocen entre ellos. La igualdad duró cuatro juegos. En cuanto Alcaraz hizo el primer break (3-2) ya puso la directa para dominar como le gusta. Con su saque, con su derecha apuntando a las líneas, alguna dejada mágica para romper el ritmo y, sobre todo, mucha más paciencia de la que había tenido ante DeMiñaur, no dejó escapar a su presa.

A Carreño le faltaba chispa a pesar de que, en las semifinales, apenas se había desgastado para superar a Schwartzman (6-3, 6-4). “Me ha costado seguirle el ritmo. Ha jugado muy agresivo y yo no estaba tan fresco”, admitía Carreño. Ayer era la primera vez que se cruzaban en un torneo del circuito ATP, aunque comparten desde hace años amistad y entrenamientos en la academia de Juan Carlos Ferrero en Villena. Durante la pandemia estuvieron casi tres meses preparándose a diario juntos. Mucho le debe Alcaraz a Carreño de esos días, pero en la pista, como decía antes de la final el murciano, “no hay amigos”.

Carreño conoció a Alcaraz con 14 años, cuando participó en un calentamiento de su partido con Thiem en el Massters de Londres. “Fue en el O2 y Albert Molina [el mánager de ambos], me pidió que peloteara con él. Me sorprendió. Falló menos bolas que yo. Parecía que era él quien iba a jugar el partido”, recordaba estos días Carreño.

Una vez concluida la final, los dos amigos se sentaron en las sillas hablando, mientras esperaban la entrega de trofeos. El entrenador del campeón, Juan Carlos Ferrero, destacaba la mentalidad de su discípulo. “Ha olido sangre y ha ido a por ello”, apuntaba feliz Ferrero por verle recoger ese trofeo que él mismo ganó en 2001, cuando Carlos Alcaraz ni había nacido.