Miles de sueños se cumplieron ayer, sobre el asfalto de Vigo a Baiona, y en general uno colectivo: recuperar la Vig-Bay como fiesta central del atletismo comarcal tras dos años de aplazamiento a causa de la pandemia. En esos kilómetros, entre 10 y 42 según la modalidad escogida, tantos o tan pocos, tuvieron cabida anhelos masticados con lentitud y epifanías inesperadas. Seis nombres propios: Dmitrijs Serjogins, Diana Sousa, Rubén Pereira, Tamara Amigo, Amadeo Abal y Vicky Losada; los ganadores del medio maratón, el maratón y la 10K. Todos aquellos que tomaron la salida, más incluso que los que cruzaron la meta, se merecieron su lugar en el podio.

Julia Vaquero llega a meta. Armando Álvarez

Las cifras bailaron entre el inicio y el final, en una oscilación comprensible: 545 en la Mini Bay, 338 en el maratón y 3.457 en el medio cruzaron la meta en Baiona dentro del control fijado. Fallaron aquellos que no acudieron aunque habían mantenido activa su inscripción desde 2020, sin reclamar la devolución del dinero, y aquellos otros que no pudieron completar la carrera. La Vig-Bay tiene una orografía complicada, con sus desniveles. Se le unió la meteorología: un viento del sur no tan intenso como se temía pero que, en consecuencia, sopló de cara en varios tramos y una temperatura que pasó de ideal a ya calurosa en el transcurso de la mañana. La temperatura fue la que provocó más intervenciones sanitarias.

La Vig-Bay inició la jornada a las 08.00 en Samil con la salida del maratón. Estrenado en 2019 para celebrar la vigésima edición de la prueba, la felicidad de reanudarla motivó a la organización a repetir experiencia. Para fortuna de Rubén Pereira, que así pudo saciar su vacío. El vigués jamás había podido ganar el medio maratón desde 2006, cuando por primera vez lo intentó. Sus características se ajustan mejor al maratón. Pero en 2019 Elías Domínguez (2.35.03) lo batió en un emocionante esprint.

Elías Domínguez, feliz al acabar. Armando Álvarez

El temor de repetir tal dolor pudo haber agarrotado a Pereira, que superó a lo largo de los 42 kilómetros varias dudas: las que le plantearon Máximo Cordero con su ataque en los primeros kilómetros, tan sostenido que ya no pareció un farol pero que acabó diluyéndose en las rampas de la primera mitad, y Esteban Toucedo, que impuso después un traqueteo de locomotora que a la postre le valió la tercera posición.

Un miembro de la organización ayuda a un corredor a levantarse. Armando Álvarez

Pereira aguantó sus miedos, amparándose en su experiencia. Dejó que la carrera se arrimase a su cauce. Pero a dos kilómetros del final no había conseguido despegarse de Pablo García, su compañero en el Fisioterapia San Lázaro. “El hombre que me puede ganar es Pablo”, había anticipado Pereira. Al pontevedrés se le suponía una mayor punta de velocidad. Sobresale en pruebas más cortas, como la 10K de Padrón que había ganado recientemente con un tiempo de 31.40.

No hubo emoción en el duelo, que a la vez resultó emocionante. Pablo García (2.33.11) llegó a la estela de Rubén Pereira (2.33.05). El propio ganador señaló que sentía que García, sabedor de lo que significaba para él, no había querido disputarle la victoria. Se abrazaron como dos campeones. Esteban Toucedo (3.34.14) completó el podio.

En la prueba femenina, sin tantas referencias, irrumpió Tamara Amigo; una ponferradina afincada en Lugo que se lesionó la rodilla hace un lustro, en A Coruña, en su primer asalto al maratón. En el segundo, ayer, se curó en el alma la herida que ya había sanado en la articulación. Sus 3.17.28 resultaron inasequibles para Ana Alonso (3.22.33) y Paz Méndez (3.28.03).

Los cabeceros del maratón compartieron el tramo final con los rezagados de la Mini Bay, que era la gran novedad de esta edición. Una carrera de 10 kilómetros para ampliar la participación y para concederle protagonismo a Nigrán, ese “guion de la Vig-Bay”, como se bromeaba en la presentación, a la postre el municipio en el que se recorren más kilómetros en la media. Amadeo Abal (33.30) superó a Iván Docampo (33.32) y Carlos Gutiérrez (34.15); Vicky Losada (44.12), a Nazareth Tilve (46.27) y Marta Muiño (47.46).

Y así empezaron a mezclarse en esa fiesta destada que es la llegada a Baiona los más esforzados de la Mini Bay y el maratón con la vanguardia de la prueba principal, un medio maratón igualmente contradictorio: con sorpresa, porque nada se había hablado de Dmitrijs Serjogins, pero sin sorpresa a tenor de su currículo: campeón de Letonia en 3.000, 5.000 y 10.000 metros, compitió en esta última distancia en el Europeo de Londres de 2018 y también en el maratón del Mundial de Doha de 2019. Con una plusmarca personal de 2.19.49 en el maratón, la media olívica no le generó ansiedad pese a su aspereza. El letón, que reside en Barcelona en los meses en que el frío arrecia en su país, soltó amarras en el kilómetro 4 y aun pudo disfrutar del paisaje (1.05.31). Lo acompañaron en el podio Álex Martínez (1.06.55) y José Canda (1.07.40).

Un corredor es atendido de un golpe de calor. MARTA G. BREA

La categoría femenina también tuvo ganadora extranjera, aunque más próxima: la portuguesa Diana Sousa, que ya había exhibido su calidad en la Media de Vigo en 2019 y 2021, no encontró oposición en Esther Valiño (1.23.32) y Sonia Abad (1.24.26).

Hubo más protagonistas, como Julia Vaquero, especialmente ovacionada en meta, y atletas con discapacidad como los de Discamino; o los niños que quisieron recorrer los últimos metros con padres y madres. En general, profusión de abrazos, con los sentimientos a flor de piel. La Vig-Bay ha vuelto. La vida retoma su pulso.