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historias irrepetibles

Giorgio Chinaglia, grito de batalla

El delantero italiano fue el líder del convulso Lazio que en los años setenta logró su primer título de Liga antes de convertirse en estrella del Cosmos de Pelé y enredarse en mil problemas por su relación con el crimen organizado

Giorgio Chinaglia celebra un gol con el Lazio

A Giorgio Chinaglia le enseñaron desde muy pequeño a buscarse la vida. Lo aprendió de primera mano en casa. Era un crío cuando se subió con sus padres a un barco con destino a Gales. Había nacido en Carrara en 1947, pero la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial no ofrecía grandes posibilidades por lo que los Chinaglia eligieron el camino de la emigración. En Gales salieron adelante al principio gracias a la ayuda de otros compatriotas y a los pocos años pudieron cumplir su principal objetivo que era montar un restaurante de comida italiana. Giorgio compaginaba los estudios y el fútbol, que le apasionaba, con el trabajo en el local. Unos días atendía las mesas, otros fregaba en la cocina. A sus jornadas siempre le faltaban horas y apenas existía el tiempo libre.

En Cardiff comenzó a jugar al fútbol en el Swansea como delantero centro. Muy pronto se le etiquetó como demasiado “fogoso”, algo que resulta llamativo teniendo en cuenta el estilo que se imponía en Gales en los años sesenta. Incluso para ellos Chinaglia era un “cabeza loca”. Su carácter latino y el duro ambiente británico habían mezclado en él y formado un conjunto difícil de clasificar. Era un delantero que le pegaba a los defensas y aquello resultaba toda una novedad. Pese a todo no acababa de encajar en ese fútbol y en 1966 tomó la decisión de volver a Italia para hacer el servicio militar y al mismo tiempo tratar de construir una carrera en su país. Comienza a jugar en el Massese (de su Carrara natal) y luego se marcha al Internapoli. Clubes modestos donde Chinaglia acaba de fortalecer su cuerpo y se consolida su personalidad. Es ahí donde el Lazio le encuentra en 1969.

El conjunto romano en aquel momento vive una situación inestable que le lleva de una categoría a otra de forma constante. Chinaglia se incorpora justo tras un ascenso a Serie A, pero pierden la categoría al año siguiente tras una modesta temporada en la que el delantero solo es capaz de hacer nueve goles. Pero todo cambia con la llegada al banquillo de Tommaso Maestrelli. Es él quien saca lo mejor de Chinaglia y del resto de compañeros. Anota veintiún goles, empuja al Lazio al ascenso y se gana la convocatoria con la selección nacional, algo que sucede por primera vez con un jugador de la Serie B.

Chinaglia era el líder de uno de los dos bandos en los que estaba dividido el Lazio

Aquel Lazio de comienzos de los setenta se transforma en una escuadra legendaria sobre todo por sus andanzas fuera del terreno de juego y el clima de guerra civil que se vivía en el vestuario. La lógica dice que un equipo así está condenado al fracaso, pero funcionaban a las mil maravillas en el campo aunque se odiaran entre sí. Buena parte de la plantilla simpatizaba con el fascismo –ideología que tenía un peso considerable entre sus aficionados–, practicaba actividades como el paracaidismo, se relacionaba con grupos de delincuentes romanos y solían ir siempre armados. El equipo estaba dividido en dos grupos: uno liderado por Giorgio Chinaglia, al que apodaron “Long John” en la caseta, y el otro por el lateral zurdo Gigi Marini. Solo se juntaban para entrenar y jugar. Incluso en su ciudad deportiva tenían vestuarios diferentes. El resto del tiempo hacían vidas por separado. En los hoteles no se cruzaban y como escribió el periodista y aficionado del Lazio Guy Chiappaventi en el libro “Pistolas y balones” dedicado a aquel equipo, “si alguien entraba en la habitación erróneo corría el riesgo de verse con una botella rota debajo del cuello”. Así era aquella banda armada que se entretenía en las noches de concentración disparando a las farolas que había junto a los hoteles. Una pandilla de la que Chinaglia era uno de los jefes.

Pero en el regreso a la Serie A estuvieron a un paso de ganar el título de Liga. Llegaron a la última jornada a un punto del Milán e igualados con la Juventus. Los tres podían ser campeones. La Juve contaba con la ventaja de jugar con la Roma, que no iba a hacer un favor al Lazio, aunque el destino de aquella tarde estaba en manos de los milanistas que empezaron perdiendo muy pronto en Verona. El mano a mano entre los oros dos aspirantes fue terrible. Los turineses se adelantaron en Roma a falta de nueve minutos para el final (algo que se esperaba sucediese tarde o temprano) y el Lazio se lanzó en busca del gol que le daría el partido de desempate contra los turineses. Pero nunca llegó. En el último minuto Damiani anotó para el Nápoles el gol que les sentenciaba y la Juve se llevó el título de Liga.

Aquello fue un simple aplazamiento para el Lazio que un año después sí alcanzó el “scudetto”. El equipo estaba en su mejor momento aunque seguía siendo un avispero con los dos bandos peleando por el control y Maestrelli haciendo equilibrios asombrosos para mantener en pie las estructuras básicas. Chinaglia, que estaba en su plenitud y embestía a los defensas mientras las hinchadas rivales le llamaban “jorobado” por su forma de correr con la cabeza metida entre los hombros, anotó de penalti ante el Foggia en la penúltima jornada el gol que les daba el esperado título. No pudieron jugar la Copa de Europa del año siguiente porque la UEFA les había sancionado tras una vergonzosa pelea contra el Ipswich Town en un partido de la Copa de la UEFA. Aquel día los dos bandos se unieron para zurrarse con los ingleses. Se odiaban a muerte pero aún respetaban ciertos códigos del fútbol y en el campo seguía siendo sagrado defender a tu compañero.

Después de aquel título las cosas empezaron a complicarse aún más en Roma. Maestrelli, uno de los responsables de que aquellos desalmados no se hubiesen matado entre ellos, se apartó de los banquillos por una cuestión de salud y en su lugar llegó Corsini con el que, por ejemplo, Chinaglia no tuvo ninguna química. Pero lo que frenó definitivamente la guerra en el Lazio fue la desgraciada muerte de Re Ceconi que recibió un disparo cuando simulaba un atraco para gastarle una broma a un amigo joyero. Aquel día los bandos de Chinaglia y Marini firmaron la paz. Lo asombroso es que el equipo empeorase cuando más estable era su situación interna. Es como si aquella rivalidad enfermiza les hubiese alimentado. El Lazio fue cayendo poco a poco y en mitad de la temporada 1975-1976, con el equipo en puestos de descenso, Chinaglia se marchó lejos. Se había casado con una norteamericana y decidió probar en la incipiente MLS. Firmó por el Cosmos de Nueva York y entró a formar parte de la alineación mítica en la que coincidía con Pelé y Beckenbauer. Pero les superaba en popularidad. Sus goles, su carisma, el hecho de que buena parte de los aficionados del club fuesen de origen italiano… la cuestión es que Chinaglia se convirtió en leyenda en el Cosmos. Ganó cinco títulos, siempre siendo el máximo goleador del campeonato, y disfrutó de aquella celebridad que además le acercaba a diferentes sectores de la sociedad neoyorquina. Y no siempre a los mejores o los más legales.

Giorgio Chinaglia junto a Pelé cuando jugaron juntos en el Cosmos de Estados Unidos

Ya retirado a comienzos de los ochenta, Giorgio Chinaglia regresó a Italia para presidir el Lazio en 1983 en una etapa de absoluta inestabilidad. El equipo descendió a Serie B entre numerosos escándalos de corrupción (la tónica general del fútbol italiano de aquellos años) y diferentes movimientos le obligaron a renunciar, algo que dejó seriamente tocado su orgullo. Estuvo un tiempo alejado del fútbol aunque sin dejar de mascullar su futuro regreso. En el año 2006 saltó la noticia de que un grupo inversor húngaro quería comprar el club y que Chinaglia era su representante y el hombre al que iban a colocar al mando del Lazio. La realidad es que no había húngaros por ninguna parte y que quien realmente estaba detrás de la operación era la Camorra con la que el exfutbolista –casualidades de la vida– tenía muy buena relación. Las presiones al presidente Lotito para que vendiese fueron exageradas e incluían llamadas amenazantes a su familia. Se abrió un proceso contra Chinaglia que decidió que lo mejor era alejarse de nuevo y regresar a Estados Unidos donde vivía tranquilamente en una casa que se había comprado en Miami. Allí pasó sus últimos años hasta que un ataque al corazón le fulminó en 2012. Sus hijos y la familia de Maestrelli, el hombre que mejor le entendió, se preocuparon porque sus restos durmiesen para siempre en el cementerio de Prima Porta en Roma. En el estadio de la capital los aficionados del Lazio no lo olvidan y raro es el día en que no se hace oír el cántico “Giorgio Chinaglia, grito de batalla”. 

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