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Historias irrepetibles

El mejor futbolista en el túnel de vestuarios

Esta semana se ha muerto Bertie Auld, el personaje más carismático del Celtic de Glasgow campeón de Europa en 1967

Auld, durante la final de la Copa de Europa de 1967

Bertie Auld representó mejor que nadie el descaro de uno de los equipos más emblemáticos que ha dado el fútbol europeo en su historia. El Celtic de finales de los sesenta, el primer equipo británico en ganar una Copa de Europa, estaba formado de forma exclusiva por futbolistas que habían nacido en un radio de veinte millas alrededor del Celtic Park. Chicos de los suburbios de la ciudad, de las poblaciones cercanas se unieron en un equipo único y en el que Bertie era uno de sus inspiradores como demostraría el día de la final en Lisboa ante el Inter de Milán.

El 25 de mayo de 1967, en las entrañas del Estadio Nacional de Lisboa, el Celtic de Glasgow y el Inter de Milán esperaban el momento de salir al campo para disputar la final de la Copa de Europa. Hacía calor, pero los futbolistas escoceses sentían el frío propio de los nervios. A su lado formaba un equipo impresionante pese a que tenían la importante baja del gallego Luis Suárez. “Parecían estrellas de cine” relataban siempre los futbolistas del Celtic sobre la escena. Eran altos, guapos, morenos. “A su lado parecíamos enanos sin dientes que habían sacado de un circo” explicaba el fabuloso Jimmy Johnstone. Bertie Auld, el lenguaraz mediocentro de Glasgow, observaba divertido la escena desde la parte delantera de la fila que ocupaban detrás del árbitro. Y de repente, por pura inspiración, miró hacia sus compañeros y les dijo: “cantemos”. Y en mitad de aquel sombrío túnel, ante la mirada asombrada de los interistas, Bertie Auld comenzó a entonar el “Celtic Song”, la himno del club que siempre sonaba en su estadio cuando saltaban al terreno de juego. Uno a uno fueron sumándose a aquella especie de oración colectiva empezando por el portero, Ronnie Simpson, que pasaba por tener la mejor voz del vestuario. Buena parte de sus nervios se quedaron en ese momento en el vestuario y salieron a jugar el partido de sus vidas con el inesperado refuerzo moral que habían improvisado. Bertie Auld, cada vez que tenía que referirse a esa escena, siempre repetía la misma conclusión: “Les ganamos primero en el túnel y luego lo hicimos en el campo”.

Auld, segundo por la derecha abajo, con el trofeo de campeones de Europa

Auld había nacido en 1938 en el distrito de Maryhill en Glasgow, muy cerca del campo del Partick Thistle, pero a veinte minutos caminando del Celtic Park. Era el mayor de ocho hermanos que vivían en una pequeña casa de dos dormitorios donde organizarse para dormir era toda una aventura. Joe, su padre, conducía una grúa mientras Peggy, su madre, vendía pescado, verdura y fruta en el mercado. Muchas veces él la acompañaba desde muy temprano y en ese ambiente aprendió mucho: el valor de las cosas, el trato con gente de todo pelaje y el descaro para salir de muchas situaciones. Una escuela de vida que él trasladaría a casi todo lo que vendría después. Años más tarde, tras su primer contrato profesional, le montó una tienda a su madre para que dispusiese de un lugar fijo donde trabajar y no tuviese que seguir tirando del carro de caballos para ir al mercado. Se llamaba “Auld’s” y durante el resto de su vida a Bertie no había nada que le conmoviese más que los jóvenes aficionados del Celtic se acercasen a él para decirle que iban a comprar en aquella tienda donde ”una linda dama les regalaba dulces y chocolates”.

La calle fue su escuela para casi todo. También para el fútbol. Su padre, gran aficionado, llegó a prohibirle utilizar la pierna derecha para aumentar sus capacidades. Tenía condiciones y poco después de llegar al equipo juvenil de su distrito no tardaron en llegar las primeras propuestas de diferentes clubes de la zona. El Clyde, el Partick Thistle y el Celtic se lo quisieron llevar. La propuesta económica menos generosa llegaba precisamente del equipo verdiblanco, pero su padre entendía que podía ser el mejor lugar para desarrollarse como futbolista pese a que el club no estaba pasando precisamente por sus mejores momentos. Eran los años de Bob Kelly en la presidencia. Un hombre severo que invadía muchas veces las funciones de su entrenador y tomaba decisiones que en absoluto le correspondían. Bertie Auld nunca se entendió demasiado bien con él. Su naturaleza contestataria jugaba en su contra y no solía callarse independientemente de quien fuese su interlocutor. Más de una vez mostró su rechazo a Kelly y el dirigente no tardó en ponerle en la lista de futbolistas transferibles. Así, en 1961 le envió a jugar al Birmingham City a cambio de 15.000 libras. Estuvo cuatro años en Inglaterra donde aprovechó para casarse y para madurar como futbolista en un territorio que le resultaba algo más incómodo, alejado de su gente y de su familia. Los dirigentes y aficionados del Birmingham apreciaban y valoraban mucho tanto su carácter siempre optimista y festivo como el peso que tenía en el juego del equipo. Pero en su cabeza solo había un plan de futuro: volver algún día al Celtic. El club y su gente habían dejado una huella imborrable en él y llevaba su salida como una tortura. 

Bertie Auld es levantado 
por sus compañeros tras su 
último partido con el Celtic.

Bertie Auld es levantado por sus compañeros tras su último partido con el Celtic.

El problema en el Celtic es que Bob Kelly, el presidente del club, seguía allí. Pero su posición estaba algo debilitada. En 1965 el equipo católico acumulaba siete años sin conquistar un título y la paciencia de la afición estaba a punto de acabarse. Su gestión era cada vez más discutida y las críticas arreciaban. Kelly no podía tomarse una pinta en paz en Glasgow sin escuchar las quejas de sus hinchas. Desesperado y aconsejado por su segundo, Sean Fallon, se fue en busca de Jock Stein, antiguo jugador del club que había comenzado a desarrollar una carrera como entrenador bastante esperanzadora. Stein reclamó el control de cualquier decisión que tuviese que ver con la plantilla, una forma elegante de decirle a Kelly que se habían acabado los días de meter la mano en el vestuario. El dirigente accedió y a partir de ese momento, en verano de 1965, Stein comenzó su gran obra: formar un Celtic con gente de casa en la que el sentido de pertenencia se convirtiese en su principal motor. Y uno de los primeros jugadores a los que llamó fue a Bertie Auld. El mediocentro, que ya tenía 27 años, le proporcionaba experiencia y carácter a un equipo en el que había gente como Jimmy Johnstone excesivamente joven.

El plan de Stein funcionó como una máquina perfectamente engrasada. Auld se transformó pronto en una pieza esencial del vestuario gracias a su sentido del humor y acidez para salir de cualquier situación. Era el pegamento necesario en la caseta y el azote de los rivales en el campo. Se cuenta una anécdota bastante ilustrativa antes de uno de los primeros “Old Firm” que disputó en ese tiempo contra el Glasgow Rangers. John Greig, capitán de los protestantes, en el túnel de vestuarios se dirigió a él: “Hombrecito, ¿qué prima tenéis por ganar hoy?” Auld le dijo que tres libras. “¿Eso es todo?” se burló Greig, “nosotros estamos en seis”. A lo que el jugador del Celtic respondió: “Ya, pero mis tres libras están garantizadas”.

Pocos meses después de la llegada de Auld al equipo el Celtic rompió en la Copa la larga sequía que llevaba sin títulos. Fue el comienzo de un tiempo extraordinario en el que monopolizaron el palmarés en Escocia y se asomaron con interés a la Copa de Europa. Ese cuento maravilloso del Celtic formado en su totalidad por futbolistas nacidos en un radio de veinte millas alrededor de su estadio, tiene su punto culminante en mayo de 1967 en la final de la Copa de Europa contra el Inter de Milán, el día que Bertie Auld se puso a cantar. La victoria por 2-1 convirtió en leyenda a aquel equipo y desató la locura en la mitad católica de Glasgow.

Foto reciente de Auld con el trofeo en Celtic Park

Bertie Auld estaría en el Celtic hasta 1971. Durante esos años ganó, además de la Copa de Europa, seis títulos de Liga, cuatro Copas de Escocia y cinco Copas de la Liga. Casi nada dejaron para el resto en aquel tiempo extraordinario. Después dio vueltas durante algunos años por algún banquillo, pero pronto regresó para ejercer de leyenda en el Celtic. Pasó décadas compartiendo su tiempo con los aficionados en el templo de los católicos. Era fácil verle en cualquier partido del equipo, siempre vestido con su americana verde una talla más grande de lo que correspondía, y con el símbolo de los “Lisbon Lions” impreso en ella. Sonriendo, bromeando. La demencia diagnosticada hace un par de años acabó por anular aquel espíritu indomable. Esta semana falleció en su casa de Glasgow y Jim Craig, uno de los cuatro jugadores del equipo de 1967 que aún siguen vivos, recordó con una sonrisa que se había ido el alma de aquella generación y el futbolista que más partidos había ganado en un túnel de vestuarios.

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