Sin médico, sin gimnasio, hasta sin gas en una casa de la que les podrían echar en cualquier momento y que debería estar pagando su club. Y, encima, cobrando tarde unos contratos que no estuvieron firmados hasta ya iniciada la pretemporada. La precariedad se ha convertido desde hace tiempo en rutina en el equipo femenino del Rayo, cuyas jugadoras ya no aguantan más lo que consideran un insulto permanente del club. “Ya ha pasado a ser un problema con riesgos para nuestra salud”, denuncian.

El domingo, contra el Athletic, Camila Sáez sufrió un fuerte golpe. El médico vasco acudió a atender a su futbolista, pero el del Rayo no hizo lo propio, porque el Rayo no envía a ninguno.

Según denunció su capitana, Pilar García, nadie del club se puso en contacto con Sáez en los días posteriores para interesarse por su salud. “Al final todo se quedó en una brecha y estaba el médico del Athletic para atenderla rápidamente, pero podría haber sido algo mucho más grave. Podría haber sido un paro cardiaco durante un entrenamiento”, denunció García, señalando también que carecen de servicios médicos durante los entrenamientos.

Desde el entorno del presidente, Raúl Martín Presa, reconocen que el Rayo tiene cosas por mejorar en su equipo femenino, pero consideran que las críticas son desproporcionadas y que el propietario del club se ha convertido en un “blanco fácil”, algo que achacan a la conocida enemistad entre él y el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), David Aganzo,

En realidad, el de la falta de atención médica específica es solo uno de los muchos agravios que sufren las jugadoras del Rayo en su día a día. Tampoco disponen de un gimnasio. Por protocolo COVID de LaLiga, el único que hay en la ciudad deportiva tiene que ser de uso exclusivo del primer equipo masculino. “Yo tampoco dispongo de un gimnasio propio para mis jugadoras, pero tengo un acuerdo con uno cercano para que lo puedan utilizar. Es lo mínimo”, explican desde un club de Segunda, con muchos menos recursos que el Rayo. Las jugadoras también han denunciado la falta de material deportivo en los entrenamientos.

Ahora bien, los problemas y las desatenciones exceden por mucho el ámbito deportivo. Doce jugadoras viven en cinco pisos alquilados por el propio club, algunos de ellos desde hace varias temporadas. De un día para otro, el club decidió que no iba a seguir pagando esas viviendas. “En los contratos no está contemplado. Era una situación que se venía dando anteriormente y que el club ha decidido parar. Está en su derecho», explican desde el entorno de Martín Presa.

En uno de esos pisos la situación es ya extrema, dado que la empresa suministradora de gas ha cortado el servicio porque el Rayo ha dejado de pagar los recibos, un hecho que ya ha sido denunciado. El convenio colectivo especifica también que, salvo acuerdo contrario, deben abonarse durante los cinco últimos días de cada mes, pero las jugadoras del Rayo cobran a mes vencido. El equipo es penúltimo en Primera División.