Un clásico poco clásico. Nada clásico. Poco clásico resulta dudar si el Camp Nou, un estadio viejo al que no acuden ya sus fieles como antes, se llenará para recibir al Madrid esta tarde, y en horario pensado y destinado al mercado asiático. Poco clásico es ver al Barça sin Messi, algo que no sucedía desde hace más de tres lustros. Y menos clásico aún es que cuando ni se llegó a fines de octubre se ponga bajo sospecha el futuro de Koeman. “Más presión no puedo tener, creo”, argumentó ayer el técnico entre bromas y, a la vez, certezas sobre su continuidad.

Clásico poco clásico en el Camp Nou

Clásico poco clásico en el Camp Nou marcos lópez

“No hace falta que el presidente esté diciendo cada día o cada semana que ‘sigue Koeman, que sigue Koeman…’”, argumentó el neerlandés, quien recordó que “ya han dejado las cosas claras, pero yo también sé que todo depende de los resultados”. Es un clásico que vende más por lo que fue que por lo que es con ambos equipos en pleno proceso de reconstrucción, incapaces de competir en Europa y dominados hasta en la Liga por el Atlético de Simeone, actual dueño de la corona.

Hace más ya de tres años que Cristiano Ronaldo se marchó a la Juventus. Ahora anda marcando goles como siempre en el Manchester United. Hace apenas un par de meses que Messi, muy a su pesar, abandonó la casa del Camp Nou para volar a París donde todavía se siente un extraño. Y es normal. No es, por mucha apresurada etiqueta periodística que tenga, un duelo aún de herederos.

Es todo tan nuevo y, a la vez, tan distinto que Ansu Fati (18 años, coste cero) y Vinicius (18 años, 45 millones pagó el Madrid al Flamengo en el 2018), son convertidos en herederos de Messi y Cristiano. Tan acelerado como irreal proceso porque ni el argentino ni el portugués soportaron a esas edades la carga futbolística y emocional que pueden atosigar ahora al talento azulgrana y madridista. Insinúan grandes cosas Ansu y Vinicius, pero están en el inicio de sus prometedoras carreras, incapaces, por lo tanto, de llenar vacíos que son casi infinitos. Tanto en el aspecto deportivo como en el comercial

A Koeman, como bien sabe él, se le acaba el tiempo. Ha obtenido esta semana una bola extra con sus dos triunfos (Valencia y Dinamo) pero precisa tumbar al Madrid para prolongar esa calma, por muy ficticia que parezca. Ancelotti, pese al reciente 0-5 al Shakthar, continúa sin dar con la tecla, gestionando la herencia del ‘zidanismo’, sostenido por la magia de Benzema, cuyo talento vuela solo tras la marcha de CR7. Al técnico blanco se le ha hecho mayor el centro del campo (las piernas de Modric, Kroos y Casemiro notan, como es lógico, el paso de los años), mientras la defensa, en el año uno sin Ramos, se aguanta por la fortaleza que irradia Courtois con sus manos.

En el Camp Nou, Koeman asistirá esta tarde a un hecho inusual. “Es mi primer clásico como entrenador del Barça con público”, confesó apelando a la fuerza del mundo culé, que vive en contradicción, asumiendo la dura realidad de un club arruinado económicamente, donde aquel equipo que dominó en Europa (2015) se llena de polvo. En dos veranos, ha visto salir a Suárez, Messi y Griezmann. Tiene a los niños (Ansu encarna la bandera del futuro y, a la vez, del presente, además de Pedri, que por lesión se perderá el clásico), pero con eso no basta para el día a día, instalado como anda el equipo en una cornisa peligrosa en Europa, ubicado fuera de la zona Champions en la Liga.

Por otro lado, ayer aa Asamblea General de Socios Compromisarios del Barcelona aprobó, por 405 votos a favor, 21 en contra y 6 en blanco, que la junta directiva de Joan Laporta pida un crédito de 1.500 millones de euros para financiar el Espai Barça, aunque el presidente anunció que esta decisión deberá ser ratificada en un referéndum en el que participarán todos los socios del club.