Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

boxeo

Amoedo nunca tira la toalla

El legendario entrenador sigue activo a sus 78 años, tras superar dos tumores de pulmón y a punto de que le extirpen un riñón

11

Amoedo nunca tira la toalla Alba Villar | FdV

Paco Amoedo, a sus 78 años, recolecta homenajes al ritmo que pierde vísceras. La Federación Gallega de Boxeo le entregó una placa en Noia el pasado sábado y el martes desvelará el busto que observará a los visitantes de la Casa do Deporte, en Luis Ksado. Ese mismo día la Radio Galega le dedicará un programa a su carrera.

El legendario entrenador sigue activo a sus 78 años, tras superar dos tumores de pulmón y a punto de que le extirpen un riñón

Pero Paco se mantiene activo, advierte, a pesar de que el cáncer de pulmón le haya arrebatado medio pulmón izquierdo y un pellizco del derecho. O aunque le vayan a extirpar el riñón izquierdo en las próximas semanas. El “Zorro Plateado” sigue ilusionándose con los cuarenta pupilos que beben de su sabiduría en el Polideportivo Saudade, igual que cientos durante el medio siglo anterior. A Amoedo, por mucho que le arrebaten, le sigue sobrando corazón.

Amoedo, de zurda fina y escasa pegada, se retiró como boxeador a los 25 años. En aquella época no se podía compaginar con la licencia de entrenador. “Paco, tienes que dejarlo”, estableció el presidente de la Federación Gallega, Modesto López. Y Paco se pasó a las manoplas y la banqueta. Un encrucijada esencial en la historia del deporte patrio. Antonio Barral ha escrito el libro “Destacados boxeadores gallegos. 1928-Pandemia de 2019”. Cuantifica que el 40 por ciento de su obra está dedicada a discípulos de Amoedo: Zamora, Cañoto, Ubeira, Campos, Carrera, Eloy Durán, Carracelas, Silva, Hervello, Pino Tobío, Anselmo Costas, Ballesteros, Fernando Bernárdez, Carlos Miguel, Ferradás, Jorge Araújo, Roberto Domínguez, Lee Manuel, Pico, Laranxo, Fredi Costas, Fernando Rodríguez, Tante Martínez, Judith Barbosa, Olaia Cruces… En total, 65 títulos nacionales, 33 del mundo hispano, nueve intercontinentales, tres de la Unión Europea y los tres europeos conquistados por Iván Pozo, que en 2008 peleó por el título mundial con el argentino Narváez.

Paco Amoedo en el polideportivo Saudade Alba Villar

Pozo, que se retiró en 2013, culminó la larga persecución del cinturón continental a la vez que ha sido su último gran campeón. Parecen lejanas aquellas glorias. Se fueron agostando las bolsas y las financiaciones. Pero Amoedo nunca ha desistido en su labor pedagógica. Ha seguido preparando a las sucesivas generaciones, fuese por afición o por descubrir otro diamante. En ese amor al oficio se mantenía aquel día de 2018 que comenzó a notar pinchazos en el costado izquierdo, a la postre recurrentes. Su padre, José, había muerto de infarto a los 62 años. “A ver si me va a pillar a mí”, pensó Amoedo.

Las dos fotos modernas son de Amoedo con Iván Pozo

–Llevas cuarenta años conmigo y nunca tuviste nada –le tranquilizó el médico de cabecera.

Amoedo no se resignó: “Mi padre tampoco tenía nada”. Esos latigazos lo intranquilizaban. Otro médico, que se ejercita en el Saudade y a quien le comentó sus síntomas, le recomendó realizarse una placa. Acababa de regresar a casa del Meixoeiro cuando recibió la llamada, tan rápida que pensó: “No la habrán hecho bien y tendré que repetirla”. La voz al otro lado del auricular tenía un mensaje muy diferente.

–Lo que veo aquí no me gusta –le reveló el médico.

–¿Estás hablando en serio?

–Sí, hay un cuerpo extraño sobre el pulmón izquierdo.

“Me acordé de mi amigo Genaro Borrás (traumatólogo del Celta y la selección española), que murió de cáncer de pulmón. Todo eso lo relacioné. Empecé a pensar mal”, confiesa. “A partir de ese momento quedé ya en manos de los médicos”.

Amoedo enumera de manera sucinta los procedimientos que ocultan, en realidad, ese complejo proceso al que se enfrentan los enfermos de cáncer, con sus angustias, incertidumbres y esperanzas. “TAC, resonancia, PET, de todo... Y me operaron para quitarme medio pulmón”, resume. El tumor estaba bien localizado y contenido. No requirió tratamientos como radioterapia o quimioterapia, lo cual le alivió: “Presencié cómo les sentó la quimio a mi madre, Emilia, y a mi hermano, José, que murieron de cáncer de mama y de próstata. Yo siempre me encontré bien”.

Tan bien que a los 20 días de la intervención, aunque la cirujana le había recomendado reposo, le dijo a su mujer que se iba de paseo. Mintió. Su caminata terminó en el Saudade. Pronto recuperó el ritmo habitual. “Siéntate con una televisión delante en casa... Yo no aguanto. Mi temperamento es como es, me gusta la actividad”, explica.

Pero el cáncer puede no ser una batalla, sino su sucesión. Hace medio año, en una revisión, le detectaron otro tumor en el pulmón derecho. “Quieras o no, llevas tres años sin tener nada y cantas de alegría. ‘Conseguimos zafarnos de esto’, piensas. Hasta que aparecen con esta noticia”, lamenta. La masa resultó más pequeña, de apenas 3 milímetros. En esta ocasión apenas tardó un par de días en regresar al Saudade tras recibir el alta.

“El boxeo consiste en caer y levantarse”

Iván Pozo

decoration

Las dos fotos modernas son de Amoedo con Iván Pozo

Amoedo cumple la premisa. Dos asaltos, dos cuentas de protección de las que se ha repuesto. Ahora le han encontrado un quiste en el riñón derecho, que se está desarrollando. Se ha recomendado la extirpación total. Tiene cita con el anestesista la próxima semana. “Se reinicia el rollo y empiezas a barrenar”, admite.

Espera ese tercer asalto donde quiere, en ese gimnasio que huele a linimento y suena a jadeos y guantes. O en ese pequeño despacho decorado con fotografías de Muhammad Ali y Julio César Chávez. Un templo consagrado al pugilismo clásico. “Yo tengo dos deportes, el boxeo y ‘o Celtiña’”, afirma, considerando como deporte en sí el Celta, del que fue directivo en la etapa de Eloy de Francisco. “Al boxeo no lo veo como la inmensa mayoría, que cree que es salir a matarse. "

"Al principio me llamaban el ‘Toallas’ porque a la primera de cambio tiraba la toalla para que mi boxeador no se hiciese daño. Siempre he visto primero a la persona. Este es un deporte que requiere mucha técnica y táctica”

decoration

No se ancla en el pasado. Aunque ya no pueda resistir los golpes en las manoplas –“tantos chavales, dos o tres asaltos con cada uno por día; multiplica”, dice calculando el desgaste–, sigue ejerciendo de estratega para los chicos del Saudade. Incluso ha vuelto a viajar con ellos a las veladas. “Durante una temporada atrás no iba. Tengo dos ayudantes muy buenos, Alfonso y Wilson. Por la razón que fuese no llegaban las victorias...”.

Entrenamiento de juventud

–Si usted no viene, no vamos a ganar a nadie –le espetó un boxeador.

–No te permito que digas eso. Las personas que os mando están perfectamente capacitadas.

El caso es que se le despertó el ansia. Viajó a Ferrol y aunque no se subió a la esquina, gritó sus consejos desde abajo. Tres victorias en tres combates. En Noia, igual porcentaje. Y muchas voces de “decano, decano”, reclamando su atención. “Me he quedado asombrado de la cantidad de gente que me aprecia”, agradece.

Paco Amoedo y su hija Gena, en el polideportivoSaudade Alba Villar

Amoedo sabe que su legado está asegurado. Lo garantiza su hija Genma, que reveló su afición siendo joven. “Al principio quería boxear pero la madre me hubiera matado y siempre procuré desviarla”, relata. No lo logró; al menos, no totalmente.

–Papá, quiero hacerme entrenadora.

–¿Tú ves en algún lado una entrenadora?

–Puedo quitar el carnet y tener mi licencia.

“Hasta que lo quitó no paró”, acepta Paco Amoedo, que se inflama de orgullo: “Entiende mucho. No sale al ring, pero la Federación Gallega la pone de delegada”.

–Sabe tanto de boxeo como yo –ha admitido el presidente, Manolo Planas.

Aún no ha llegado el momento de que Genma encabece el gimnasio. “Me llevo hostias por todos los lados”, describe Paco Amoedo si piensa en esa próxima operación. O en el coronavirus: “Nos ha roto a todos. Pero el boxeo volverá a vivir grandes tiempos, estoy seguro. Y yo, mientras pueda, voy a seguir”, promete. El “Toallas”, si quien pelea es él mismo, jamás se rinde.

Un martes especial en Luis Ksado

Alfonso Pardo ha organizado el programa que la Radio Galega le dedicará a Amoedo el próximo martes a partir de las 16.30. En la Casa do Deporte, en Luis Ksado, se reunirán ídolos del cuadrilátero a homenajear a su gran maestro. La Federación Galega inaugurará justo antes el busto (en la imagen) que ha confeccionado un artista vigués. “Paco no se merece menos”, indica el presidente, Manolo Planas.

Aquel chiquillo enfadado

La historia del boxeo gallego cambió para siempre el día que aquel quinceañero fino como un junco y de oscuro flequillo entró en el taller de motocicletas de Suso Martínez Vázquez, Chato en el mundillo. “Quiero aprender a pelear”, le dijo y Chato, que lo conocía de trabajar juntos en la fábrica de máquinas de coser de Refrey y le tenía ley, lo aceptó como discípulo. Aquel chiquillo se llamaba Paco Amoedo. Más de medio siglo después, ya teñido de blanco, Amoedo celebraba el cuarenta aniversario de su Polideportivo Saudade, la factoría de campeones más prolífica. Un viejo conocido del Chouzo, donde había crecido, lo llamó por teléfono. “Enhorabuena”, le dijo. “Coño, si esto te lo debo a ti”, le soltó Amoedo a su extrañado interlocutor. En su historia común, en el secreto de dos adolescentes, reside el origen de tantas gloriosas veladas.

Entrenando ante la mirada de su entrenador Chato

Amoedo, o sea, aprendió a manejar los guantes en aquel taller que tenía Chato en Bouzas. En Chato el apodo, que se antojaba obvio, precedía en realidad al boxeo. Se partió el tabique de una caída y se le quedó la nariz disminuida. Fue después, haciendo la mili en Madrid por Marina, cuando conoció el embeleso del cuadrilátero. De vuelta en Vigo, bien instalado, fue combinando diversos oficios con su pasión deportiva. Para cuando apareció Amoedo por la puerta, hacia finales de los años cincuenta, Chato había congregado a un variopinto grupo de discípulos a su alrededor.

Amoedo acudía al taller al final de la jornada laboral. El entrenamiento dependía de las averías que tuviese que reparar Chato. Si el trabajo abundaba, la sesión se suspendía; si Chato acababa pronto, arrinconaban piezas, ruedas y carcasas para ponerse a practicar. Alguno acabó tumbado sobre un sidecar. Los domingos por la mañana se aireaban ensayando golpes en la playa de la Fuente.

Una pelea en la Plaza del Teucro de Pontevedra, boxeando contra Antonio Otero

Paco Amoedo fue un alumno aventajado de Chato. Un estilista esmerado, que de su maestro aprendió el manejo de la zurda y la querencia al hígado del rival. Aunque carecía de pegada, su gran lastre. A los 16 años debutaba en una velada disputada en el estadio de Balaídos, en la que Tito Gómez y Manrique protagonizaban el combate de fondo, una semifinal del Campeonato de España. No tuvo malos registros Amoedo sobre el ring. 13 victorias, 2 derrotas y 1 un nulo. Recuerda bien a todos sus rivales. Entre ellos, a Baldomero Barral, que en 1974 murió junto a su mujer en el atentado de la madrileña Cafetería Rolando, la primera gran masacre perpetrada por ETA. En alguna foto se ve a Amoedo y a Barral pegándose a gusto, felices, ignorando lo que les deparará la vida a ambos.

El caso es que Paco Amoedo tuvo corta carrera. La enseñanza le gustaba casi más que la práctica. En aquel tiempo se decidió que la licencia de técnico y la de boxeador serían incompatibles. El presidente de la Federación Gallega, Modesto López, se lo advirtió. “Paco, tienes que dejarlo”. Y Paco lo dejó porque ya había fijado su ruta. Tenía 25 años.

Chato, seis o siete años mayor que él, acababa de trasladarse a Tenerife. Donde se le terminaría cayendo el mote y volvería a ser Jesús Martínez Vázquez, un potentado con 46 tiendas de electrodomésticos por toda Canarias. Amoedo le heredó los pupilos. Una cuadrilla tremenda: Zamora, Cañoto, Ubeira, Campos, Carrera, Eloy Durán, Carracelas, Silva, Hervello, Pino Tobío, Anselmo Costas, Ballesteros…

Compartir el artículo

stats