Dick Pound, antiguo nadador olímpico en Roma 1960, primer presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y exvicepresidente del COI (Comité Olímpico Internacional), no es una persona que se muerda la lengua. Hace un año fue el primero que habló de un aplazamiento de Tokio 2020 cuando ya empezaba a verse que el coronavirus había desembocado en pandemia mundial. Entonces otros dirigentes o exdirigentes del COI lanzaban balones fuera. Pero él, desde el primer día, insistió: los Juegos no iban a celebrarse el verano pasado en las fechas designadas.

Y ahora ha sido el primero en decir que la cita olímpica se hará en 2021 “o nunca”. Y su declaración llega mientras crece la controversia y el diario británico The Times afirma, citando una fuente de la coalición gubernamental nipona, que los Juegos se cancelarán y se desplazarán a 2032, lo que provocó ayer de forma inmediata una contundente respuesta en contra de las máximas autoridades de Tokio. “Estoy decidido a organizar los Juegos mientras el COI y Japón colaboremos estrechamente”, según las palabras pronunciadas ayer, como respuesta al periódico londinense, por el primer ministro nipón Yoshihide Suga en la Cámara Alta del Parlamento japonés.

Ni el COI ni Japón, por ahora, se plantean un nuevo aplazamiento; entre otras cosas porque en 2022 están programados los Juegos de Invierno (del 4 al 20 de febrero en Pekín, sin olvidar la tradicional rivalidad entre China y Japón). Y el primero en plantear abiertamente unos Juegos distintos y sin la esencia, sin la salsa, del público no ha sido otro que Pound. En esta vía trabajan ahora los responsables de la cita olímpica veraniega.

Ya no resulta extraño que si se celebra la próxima cita olímpica (del 23 de julio al 8 de agosto) se haga con todos los escenarios vacíos, en lo que se podría denominar unos Juegos exclusivamente retransmitidos por televisión y con los 11.000 atletas participantes viviendo en una burbuja que los aislará del mundo exterior.

Por ahora, las restricciones previstas solo afectan a los deportistas. Se quiere evitar que haya una villa olímpica excesivamente masificada. Los atletas participantes deberán realizar una mini cuarentena de cinco días antes de competir y tendrán que abandonar Japón, como máximo a las 48 horas de acabar la participación. Ni podrán quedarse en el país de turismo ni tampoco salir de la villa olímpica, al margen del entrenamiento o la competición. Por si fuera poco, deberán someterse cada tres o cinco días a pruebas PCR, con habituales tomas de temperatura y sin que, por ahora, esté programada, por las dificultades actuales que implica la falta de dosis a nivel mundial, la vacunación masiva de todos los participantes. “Haremos los Juegos pero tomando las medidas sanitarias necesarias», reiteró ayer Seiko Hashimoto, ministra encargada del certamen, en declaraciones recogidas por Reuters.

“Los Juegos no se cancelarán, pero serán diferentes”, advierte Sebastian Coe, ex estrella atlética y presidente de la World Athletics, con optimismo, quizás incluso más que el Gobierno de Tokio, preocupado después de que se haya hecho pública una encuesta local, según la cual el 80% de los japoneses está a favor de que se cancele la cita olímpica. El COI, sin embargo, al margen de las palabras de Pound, no quiere ni oír hablar de cancelación alguna. “Estamos comprometidos a que sean unos Juegos exitosos y seguros. No hay plan B”, ha declarado Thomas Bach, presidente del organismo. “Somos inflexibles. Los Juegos se harán. A partir de aquí no hablamos de nada más”, ha reiterado.