El Madrid viene a ser como Donald Trump con las encuestas: nadie se fía. Llega por detrás, buscando votos de confianza, remontar los malos presagios por las dos derrotas consecutivas. Pero es el Madrid, capaz de voltear sondeos y derrotismo. En la previa del Clásico de hoy (16.00 horas) emite el ruido de un posible cambio de jefe de campaña, entiéndase de entrenador. Que si Raúl es la esperanza que viene de abajo, que si Pochettino… La volatilidad del fútbol, que es un coche que siempre arrastra una cuerda con latas.

Pero para ruido, el que emana de los cuarteles generales del Barça. Es una guerra civil a trinchera abierta. Entre la moción de censura, a la que la directiva se aplica con marrullero espíritu de filibusterismo, y la negociación salarial, que inspira cartas y burofaxes que apuntan al menisco, al aficionado azulgrana solo le cabe encomendarse a Ronald Koeman. El holandés garantizó que los futbolistas saben separar el juego del negocio. Es la voz fresca, singular y creíble en medio de bandos e intereses.

Entre tanto estruendo externo, llegará la hora del partido y se hará el silencio. En un Camp Nou vacío y sin garra, pocos asistentes y con mascarillas contemplarán el clásico más hogareño posible. Ni siquiera habrá bares en los que juntarse para despotricar del adversario o del futbolista propio que pueda parecer que juega para el adversario. O gritar al árbitro, que ese sí juega siempre para el otro. Cada uno en su casa o reuniones entre pocos, si se acepta la responsablidad social de estos tiempos.

El fútbol ha perdido prestigio como fenómeno de entretenimiento. El deporte en general lo ha hecho. Las audiencias televisivas así lo describen. Solo un Barça-Madrid puede colorear un rato la gris realidad. Incluso en un Estadi sepulcral. “Jugar sin público quita morbo” admitió ayer Koeman.

Al holandés y su rejuvenecido equipo le convendría un triunfo para robustecer la musculatura de su proyecto, aún en fase incipiente, que no se sabe si le da para un gran salto o un saltito. Las piernas nuevas generan al menos una excitación que se había perdido desde la humillante noche de Lisboa. Pedri, Trincao, Ansu Fati… No es poco. Al envejecido grupo de Zidane le convendría también un buen resultado para disipar la humareda negra. “Es un partido importante para cambiar nuestra imagen”, ha señalado Zinedine Zidane .

De eso se trata ahora, de ganar para influir en el ánimo propio y ajeno, de generar confianza y deprimir al otro, de iluminar el camino. Demasiado madrugador en el calendario este duelo para encontrarle otra trascendencia. En el Barça cabe contar con el recuperado Alba y falta ver qué papel le otorga Koeman a Griezmann. A estas alturas puede considerarse que su caprichoso fichaje ha lastrado las cuentas del club a cambio de muy poco. El Barça rindió a un nivel aceptable ante el Ferencvaros sin el francés, al que se le ha movido en el tablero como una pieza que nunca encaja. Koeman puso sonrisa ladeada y cara de veteranía cuando se le preguntó si los nervios le permitirían dormir antes de su primer Clásico como entrenador. Mejor dormirá después si Messi rompe su mala racha de cinco partidos sin marcarle al Madrid. Si el argentino afina, el equipo tiene más opciones de despuntar. Es en el césped donde debe defender primero su salario

Bartomeu se despide de Florentino

Un equipo joven y uno envejecido. Un proyecto que empieza y otro que languidece. Un entrenador nuevo y uno desgastado. Un presidente de cuerpo presente y un presidente omnipresente. Bienvenidos al clásico. Contrarios y rivales, opuestos y refractarios, antagonicos en el campo y en la grada, los clubes, como tales, se comportan como hermanos. Aunque sean irreconciliables, sus dirigentes se han hecho compatibles por los intereses comunes que han compartido. Responden igual. Los tics que les caracterizan y las decisiones que toman son muy parecidas. Los dos han querido reforzar el estadio, aunque solo uno lo ha hecho. El constructor. El esquizofrénico afán revisionista del Barça propicia que la presidencia azulgrana esté permanentemente discutida y que, por ejemplo, Josep Maria Bartomeu, que ha convocado elecciones anticipadas por su discutida gestión, se tope con una moción de censura que adelantará su despedida del palco. Hoy vivirá su último clásico. No llega al de la segunda vuelta, ni al clásico en la Copa ni Champions, ni tampoco durará hasta la Supercopa de España en enero si prospera la moción o es verdad que él y su junta van a dimitir en bloque en cuestión de días. Florentino Pérez ha blindado el club, no solo de cualquier oposición, sino de cualquier discusión hacia su figura en ningún mentidero. Con los mismos fichajes realizados, con los mismos títulos ganados (uno menos), con los mismos entrenadores contratados, al presidente del Real Madrid no le ha salido ni una cana.