Eslovenia es un pequeño país situado al noreste de Italia, que perteneció a la desaparecida Yugoslavia y que tiene apenas dos millones de habitantes. Ciclísticamente hay que ubicarlo en el mapa porque nunca hasta ahora, desde que Henri Desgrande creó el Tour en 1903, un esloveno había liderado la prueba. Pero es que no es solo uno, sino dos, Primoz Roglic, con el jersey amarillo, y el joven Tadej Pogacar, como su principal amenaza hacia una ruta a París que cada vez despeja más obstáculos. Etapa a etapa la prenda más codiciada del planeta ciclista se ciñe más al cuerpo de Roglic, hasta ahora sin fisuras.

Puy Mary es una cima que se levantaal sur de Clermont-Ferrand, en el Macizo Central, que hasta ayer jamás había acogido un final de etapa del Tour. Pero seguro que repite en la ronda francesa porque hay muy pocas cumbres que desgasten tanto y tanto a los corredores, hasta el punto de que llegaban uno a uno a la meta por culpa de un último kilómetro que era tan empinado que parecía que la bici no avanzaba. A la vez impedía a las figuras, al margen de los apellidos, marcar diferencias insalvables, Era como una cima made in Vuelta, donde todos se retuercen pero a la vez nadie es capaz de abrir huecos inmensos. No se puede cuando difícilmente superas los 12 kilómetros por hora.

Por eso Mikel Landa cruzó la línea de meta con más sentimiento de vencedor que de derrotado, tras llegar junto a Richie Porte, a apenas 13 segundos de la pareja eslovena. Los veían, casi los tocaban, hasta debieron notar su aliento, el olor a sudor y hasta los gemidos por el esfuerzo. Pero no los alcanzaban. Era una recta abismal. Era un puerto infernal; allí fue donde atacó una vez más Pogacar. Pero no para irse, sino para ser marcado por Roglic y ambos ser perseguidos sin éxito de captura por Landa, Superman López y Porte. Apenas 15 metros entre el quinteto, dos delante y tres detrás. Sin embargo, hasta ayer en el Tour, nunca tan pocos metros habían servido para dejar una lectura tan clara de la carrera. A la pareja eslovena se les mira pero no se les toca, como si hubiese un cristal, como la tarta que el niño tiene delante de sus narices en el escaparate de una pastelería.

Y otra cosa evidenció una etapa magnífica por el Macizo Central. Egan Bernal, el dorsal número uno, el heredero de Chris Froome y Geraint Thomas en el Ineos, flaqueó por primera vez desde que el año pasado en los Alpes, en una etapa que se tuvo que suspender, se vistió con el jersey amarillo. Ya está a casi un minuto de Roglic. Pogacar ya lo ha desplazado de la segunda plaza de la general. Bernal, el escalador enorme, el que parecía que iba a conquistar como si fuera un pájaro todas las cimas del Tour por los años de los años, no fue, al menos ayer, tan fiero como se le esperaba.

Pudo ser el día de Colombia con el triunfo de Daniel Martínez, el ganador del Critérium del Dauphiné, el mejor de una fuga que se comenzó a formar casi desde la salida. Pero fue amargo para ellos. Si bien ganaron la etapa, tal vez comenzaron a perder el Tour. Y eso duele en una etapa en la que Rigo Urán y Nairo Quintana, maltrecho por una caída, también se vinieron abajo en el criminal Puy Mary.

Fue también la jornada más triste para Francia. Julian Alaphilippe no es el del año pasado, ni el de hace dos cuando se colaba en escapadas como la de ayer, pero no para quedarse, sino para ganar. Pero es que además perdieron la tercera y la cuarta plaza de la general, donde estaban Guillaume Martin y Romain Bardet.