El aplazamiento de los Juegos Olímpicos, algo que solo han provocado las guerras mundiales, está cada día más cerca. El COI se da un plazo de cuatro semanas para "estudiar" la situación y plantear alternativas. En su idioma es una manera de admitir que solo está pendiente de elegir entre las cuatro alternativas que tiene ahora mismo sobre la mesa.

fecha prevista

A favor: Es la opción preferida de Tokio 2020, que va hacer fuerza para que, en la medida de lo posible, los Juegos se inauguren el 24 de julio. "Nosotros somos Tokio 2020...así que esa es nuestra posición", dijo todavía este lunes el presidente del comité organizador, Yoshiro Mori. Tanto él como el director ejecutivo Toshiro Muto insistieron en que el cambio de fechas es solo "una posibilidad" que se contempla y que aún no está decidida. Ya se han vendido cinco millones de entradas para los Olímpicos y 1,7 para los Paralímpicos, por valor de 83 millones de dólares. El COI habló también el pasado domingo de "millones" de habitaciones de hotel ya reservadas.

En contra: Todo está en contra de mantener las fechas: la evolución de la pandemia, con 339.000 contagiados y más de 14.500 muertos; las peticiones de aplazamiento, cada vez más, de comités olímpicos, federaciones y deportistas; la decisión de países como Australia y Canadá de no participar si los Juegos son en julio; y, sobre todo, la suspensión de todos los torneos de clasificación, de los que aún están pendientes más del 40 % de los 11.000 participantes previstos. Cualquier aplazamiento obligaría a renegociar contratos con patrocinadores, televisiones, aseguradoras... un reto legal ingente para los servicios jurídicos del COI.

otoño de 2020

A favor: El contrato firmado por el COI, el comité organizador y el comité olímpico japonés, las tras partes que se hacen responsables de los Juegos, habla de la organización de los Juegos "en 2020", por lo que la renegociación de cláusulas y condiciones sería más sencilla si no se cambia de año. Pero esa indefinición obedece a que el contrato se firma en el momento en que se conceden los Juegos, en este caso fue en 2013, cuando aún no se han concretado las fechas exactas. Con un retraso de solo algunos meses las infraestructuras deportivas requerirían unos mínimos gastos de mantenimiento. La preparación de los deportistas se vería afectada, pero de manera relativa. Y se esquivaría el problema del calor, que obligó a llevarse el maratón y la marcha a Sapporo. Alteraría también algo calendarios deportivos en este final de año.

En contra: En una situación cambiante de hora en hora, es imposible afirmar que en octubre o noviembre la pandemia de Covid-19 estará ya completamente controlada. Un aplazamiento de unos meses no descarta un nuevo aplazamiento cuando pasen esos meses. Por otra parte, muchas de las infraestructuras preparadas para los Juegos deben pasar a manos de terceros en septiembre, en cuanto acaben los Juegos Paralímpicos. Entre ellas, las dos más importantes: el Estadio Olímpico y la Villa Olímpica en la que residirán los 11.000 participantes y cuyas instalaciones ya tienen destino. Un problema extensible al resto de posibilidades que el COI analiza.

verano de 2021

A favor: Es lo que han hecho la UEFA y la CONMEBOL con la Eurocopa y la Copa América de fútbol, por lo que las tres grandes competiciones volverían a estar alineadas en el calendario. Los deportistas podrían seguir su ciclo natural de preparación, con su pico de forma en la temporada alta, coincidiendo con el verano en al hemisferio norte. Aquellos que pensaban poner fin a su carrera deportiva en Tokio tendrían que prolongarla 'solo' un año más. Ahora mismo podría decirse que es la gran favorita de las opciones que tiene el COI sobre su mesa.

En contra: El calendario de las federaciones internacionales está cerrado desde hace años. En julio de 2021 están previstos mundiales de natación en Fukuoka (Japón); en agosto, de atletismo en Eugene (EE.UU.), solo por citar dos ejemplos. Mover los Juegos a ese año complicaría enormemente la vida de muchas federaciones, que tienen sus propios contratos con las ciudades organizadoras y los patrocinadores. Un problema muy serio para federaciones que tienen un enorme peso en la vida olímpica.

verano de 2022

A favor: Los Juegos se disputarían en año par, menos sobrecargados en la programación federativa, máxime cuando el Mundial de fútbol, en Catar, se jugará entre noviembre y diciembre por el calor. El verano sería casi exclusivo para ellos porque nadie le podría hacer sombra (algo que ya sucede de por sí pero cuyo efecto sería aún más llamativo). Tradicionalmente los Juegos llegan con el eco aún reciente del Mundial de fútbol que se haya jugado antes. Pero en este caso no sucedería. Todo el protagonismo en meses sería para lo que sucediese en Japón.

En contra: Dos años pueden ser un mundo en la carrera de un deportista. Aquellos que ya se hayan clasificado para los Juegos pueden estar en 2022 fuera de forma, lesionados o retirados. O pueden ser apartados del equipo olímpico por sus propios países porque hayan surgido otros deportistas con más posibilidades de ganar medalla. Cabe pensar en posibles demandas por daños y perjuicios. Además, en 2022 ya se disputarán otros Juegos, los de invierno en Pekín. Y el siguiente ciclo olímpico, entre Tokio 2022 y París 2024, quedaría reducido a la mínima expresión. Además sería especialmente cruel con los deportistas más veteranos que han estirado su vida olímpica para llegar a Tokio 2020. Otros dos años serían una losa gigantesca sobre sus espaldas. En el caso de los gallegos sería inevitable pensar en Javier Gómez Noya o en Teresa Portela, que llegarían ambos con 39 años. Para ellos el retraso con respecto al plan inicial es un importante lastre en todos los sentidos.