Habla con voz rasposa, su garganta acuchillada por el frío vigués. "Él está ahora acostumbrado al calor del Caribe", bromea José María Rodríguez, excompañero y anfitrión en estos días. Javier Gaspar disfruta las Navidades en Vigo. Su primera visita desde 1998 a una ciudad de cuyo voleibol es leyenda; el mejor jugador del club olívico, en competencia con Krimo Bernaoui, ambos miembros de su escuadra más gloriosa. Entre 1993 y 1997 aquel C.V. Vigo, mayormente Larsa, plantó cara a los grandes. Cuatro veces cuarto en Liga, cuatro fases finales de Copa del Rey, con la barbilla alta por Europa. Gaspar resume: "Soñamos a lo grande".

El fichaje de Gaspar solo se concibe como producto de tiempos más rumbosos e incluso entonces improbable. Gaspar, nacido en San Juan de Puerto Rico el 15 de septiembre de 1966, había jugado para los Mets de Guaynabo en su isla natal y para Penn State en la NCAA. En ese limbo en el que habitan los portorriqueños en su relación con Estados Unidos, también ellos estado pero libremente asociado, sí pero no, Gaspar disputó el Campeonato del Mundo de 1990 y otros torneos con la selección de las barras y estrellas. Un currículo majestuoso, difícilmente al alcance. Sucedió, sin embargo. "Fue a través de un entrenador portorriqueño que estaba en Soria, Humberto Rodríguez", recuerda Gaspar. "Él fue quien me ayudó y me puso en contacto con Guillermo Touza, el presidente. Llegamos a un acuerdo y fiché por el club".

Sinopsis de un proceso complejo, no tanto por las exigencias de Gaspar, sino por la brumosa situación del club. El C.V. Vigo había regresado a la máxima categoría, entonces Liga Acevol, en 1992. Gracias al patrocinio de Larsa había podido fichar al argelino Bernaoui, el primer extranjero en su historia, considerado el mejor voleibolista africano. Pero Larsa retiró su apoyo financiero en julio de 1993, justo en plenas negociaciones con Gaspar. Su contratación no se concretaría hasta la última semana de agosto, cuando al fin Touza cuadró sus cuentas.

Con la renovación de Bernaoui y la incorporación de Gaspar, la directiva se había asegurado una plantilla de gran calidad, con la que conmemorar el 25º aniversario del club. Celebración a la vez menesterosa. El Vigo sobrevivió sin sponsor, como lo está haciendo en su 50º aniversario. Su mala salud de hierro.

La escuadra rindió de manera excelente. Logró clasificarse para Europa. Larsa regresó en 1994 a aportar el 60 por ciento en los siguientes presupuestos. Le seguirían otros tres ejercicios extraordinarios. "Krimo era un jugador excelente", zanja Gaspar sobre el debate de la primacía. "Pero el éxito no estuvo solo en los buenos extranjeros, sino en un excelente grupo de jugadores gallegos. Nuestra química como colectivo fue la clave por encima de las individualidades. Definitivamente ellos hicieron que el trabajo mío y de Krimo fuese mucho más fácil".

Gaspar era un colocador preciso; el cerebro que manejaba a los hermanos De la Fuente, Iglesias, Bustamante, Parga y demás tropa en la cancha, pronto también en la pizarra. Juan Fernández lo entrenó en la primera campaña. Después pasó a compartir tareas técnicas con Nando Fuentes.

Fueron años únicos para el voleibol vigués, de derbis apasionantes con el Atlética en Acevol. Poderosos como el Gran Canaria cayeron en Coia y el Larsa, por la afluencia de público, llegó a trasladar choques europeos al Central. Faltó, sin embargo, ese último impulso para aspirar a los títulos. "Gran Canaria, Unicaja Almería y Soria no solo eran los mejores en España, sino grandes a nivel europeo", precisa Gaspar, orgulloso de lo conseguido. "Siendo un club modesto, dimos la batalla. Siempre pensé que quizá con un jugador más habríamos podido dar ese salto. Desafortunadamente no había presupuesto para hacerlo, no pudimos conseguir ese tipo de fichaje. Pero como recuerdan Guillermo y el resto, a Vigo había que venir a sudar la camiseta. Logramos que esos equipos se tuviesen que emplear a fondo para poder derrotarnos. Si no, sabían que les esperaba una noche larga".

Gaspar se trasladó en 1997 al Ivesur Málaga, con el que visitó Vigo, y cerró su carrera como jugador en la liga veraniega de su país en 1998. No había regresado a la ciudad en 22 años. Cuestiones laborales le impidieron acudir en septiembre al acto del 50º aniversario, al que remitió un saludo por videoconferencia. El alma le reclamaba este viaje. "Estoy supercontento, viendo a todos los muchachos, los miembros de la junta, muchas amistades que dejé en Vigo. Ha sido una semana espectacular, muy especial. Es mi segunda casa", se emociona. "Se siente muy lindo que la gente te recuerde con tanto cariño".

Le han hablado del equipo actual, adolescente, austero, tan distante del suyo. Para los chicos que hoy dirigen Sienes y Penedo, los relatos del Larsa se sitúan en otra era geológica. "Como todo en la vida, es un ciclo", promete Gaspar. "Ya vendrá el momento en que jóvenes con nivel y más talento sigan subiendo, eventualmente llegarán los patrocinadores, se podrán hacer fichajes extranjeros o nacionales y el equipo volverá a donde se merece estar".