Como era de esperar, la afición del Atlético de Madrid decidió, por unanimidad, recibir al francés Antoine Griezmann, que volvía al Metropolitano como rival cinco meses después de abandonar el club rojiblanco, de la manera más hostil posible.

No hubo perdón en ningún momento. La hinchada del Wanda, que casi llenó el flamante estadio en una noche, la primera del mes de diciembre, fría y lluviosa, considera una deslealtad la fuga del internacional francés al Barcelona el pasado verano.

Y Griezmann no fue acogido con amabilidad. Todo lo contrario. De hecho, un grupo de aficionados se encargó de tirar basura y varias ratas de peluche sobre la placa que recuerda las cinco temporadas como rojiblanco del delantero una hora antes del comienzo del duelo.

Media hora antes del pitido inicial saltó con sus compañeros al césped. Fue entonces cuando se desataron los peores impulsos de la grada, la que ocupa el Frente Atlético. "Griezmann muérete, Griezmann muérete", se escuchó desde esa zona.

De igual formal, la silbada fue estruendosa cuando se anunció su nombre en la alineación visitante desde megafonía, e igualmente sonora resultó cada vez que tocaba un balón. Así durante todo el encuentro en el que se demostró que el Wanda no le perdona.