Un día de los años ochenta Patricia Suárez abrió la puerta de su domicilio, en un edificio de Coia, para irse a clases de judo. Percibió una sombra y respingó.

- Hay alguien en las escaleras.

Era un drogadicto inyectándose. Patricia se escurrió hasta el portal guarecida en la espalda de José, su padre. "Aquello era muy habitual. Subir a los trasteros era toda una historia", recuerda. "Me atracaron tres veces". Tiempos de jeringuilla y navaja; aquella pandemia de la heroína que fracturó a toda una generación. "Era en plena crisis de la calle Marín", acota Adrián Martínez. Carnes secas, dientes mellados, ojos vidriosos y vidas truncadas. Cuando Adrián acudía al local de la Federación Gallega en As Travesas, a reclamar algún balón o realizar gestiones, sentía los murmullos.

- Ahí vienen esos de Coia-, rezongaba el secretario.

Adrián y José se cuentan entre los fundadores del Seis do Nadal: el ANPA del colegio que organizó decenas de actividades extraescolares, devino después en agrupación deportiva y al fin en los clubes actuales de baloncesto y balonmano, referencia indispensable en formación. Ellos alejaron a miles de niños del monstruo que los acechaba en los descampados disfrazado de papelina. Patricia forma parte de aquella primera camada que se enfundó la camiseta verde. Los colores han ido cambiando: celeste, el rojo actual... También el barrio, todavía popular pero ahora sereno, apacible. Gracias a manos como las suyas que diseñaron un nuevo Coia; sus ángeles de la guarda.

El Colegio Nuevo de Coia surgió como respuesta al masivo crecimiento que la barriada había experimentado en las dos décadas anteriores. También como centro de referencia de Valadares o Beade. Más de cien alumnos acudían de fuera, en autobús, cada día. Los cursos se iniciaron en octubre de 1982, con un mes de retraso y con el edificio aún en obras. La inauguración oficial se produjo el 6 de diciembre y condujo a su rebautizo. "Nadie se conocía", comenta Adrián sobre los progenitores que acudieron a las primeras asambleas del ANPA. "Cada uno venía de un sitio. Empleamos el primer año en ver qué hacíamos".

Aquel grupo enseguida conectó y se descubrió pleno de energías. "La mayoría llegábamos del trabajo, comíamos en casa y nos íbamos al colegio a la media ahora, a colaborar. E igual sábados y domingos", relata Eduardo Pena, otro de los fundadores. La furgoneta de Suárez, por ejemplo, hervía llevando a los niños de un partido a otro. Tuvieron que vencer al principio la oposición de la directora, que "tenía unas ideas raras y quería mandar en todo", lamenta José Suárez. Aalí Mohamed retiene su primer contacto con ella. A este saharaui que había emigrado a Vigo en 1976 lo habían llamado del ANPA para que entrenase al baloncesto. Cuando llegó al colegio de tarde, la directora lo interceptó.

- ¿A dónde va usted?

Adrián salió enseguida a rescatarlo.

- No le hagas caso. Pasa, pasa.

Ali pasó, claro, y nunca se ha ido. Sigue en la brecha. Pero las asperezas no duraron demasiado. A partir de 1984 dispusieron de la colaboración absoluta del nuevo director, José Luis Hernández, "y del ochenta por ciento del profesorado". Su mesa de trabajo era la contigua a la de secretaría. Tenían llaves de todas las estancias. Para entonces ya organizaban dieciséis actividades: baloncesto, balonmano, bádminton, voleibol, futbito, ajedrez, mecanografía, gimnasia rítmica... Adrián explica: "Nos encontramos con los problemas de un barrio un poco marginal. Teníamos que luchar con los chavales para que no estuviesen por ahí".

Suárez, Martínez, Mohamed y Pena pasean por el Seis do Nadal. Todos les saludan y ellos se sienten en un hogar construido literalmente con sus manos: "Esta rampa la hicimos nosotros, esas torretas de iluminación, el escenario del gimnasio...". Porque "los primeros años fueron muy difíciles. Las pasábamos canutas a nivel material". Denuncia Adrián que los colegios concertados solían acaparar las ayudas y mandaban en el deporte escolar. "Ellos tenían sus uniformes y nosotros, malamente una camiseta y un pantalón. Nos miraban con una cara cuando llegábamos. Y el trato de los árbitros o de las federaciones tampoco era el mismo". Para paliar esas carencias decidieron constituirse en agrupación deportiva en 1984: "Le dimos la vuelta a la tortilla".

El fútbol y el futbito compartían niños y se hacían la competencia. "Los entrenaban el Chato, que era del Sárdoma, y Juan, el conserje, que era del Vitoria. Había sus piques". Así que se deshicieron del futbito, aunque tuvieron tiempo de albergar en sus filas a Míchel Salgado. Baloncesto y balonmano fueron los deportes que arraigaron con mayor fuerza. Patricia argumenta: "No te enseñaban a competir para ganar, lo hacían como un juego, sin la presión que yo veía en otros equipos. No es que quisiésemos perder, pero la unión era mucho más grande. Gracias a esa idea de sacar a la gente de la calle, el Seis do Nadal se fue convirtiendo en lo que es hoy, una pequeña gran familia".

Tanto creció la agrupación que a mediados de los noventa se crearon los dos clubes actuales, protagonistas indiscutibles del deporte de base incluso más allá de las fronteras gallegas. Una prima de José Suárez que reside en Barcelona se lo encontró en una visita a Vigo

- Oye, ¿qué tiene ese colegio?

- ¿Por qué?

- Porque es conocido en Cataluña como si fuese de los colegios más importantes de España.

- Es que trabajamos muy bien-, se enorgulleció José.

Y aún lo hace cuando observa a sus herederos. Los discípulos han ido cogiendo el relevo como el actual coordinador del baloncesto, Sergio González, que además relevó en el puesto a Carlos, el hijo de Adrián, y tiene hoy a su cargo a casi 700 jugadores. "En baloncesto la mayoría de los entrenadores es gente que ha salido de la agrupación, del colegio. Se van integrando y se van quedando". Adrián echa las cuentas de estos 35 años, lo que era Coia y lo que es. Sonríe: "Queríamos que la gente del barrio se uniese, que los niños fuesen amigos y no anduviesen por ahí. Cada año va a más. Creo que lo hemos conseguido".