Tom Dumoulin se acaba de convertir en el primer holandés ganador del Giro, un hito histórico para el ciclismo de su país, que no subía a la cima del podio en una de las tres 'grandes' desde que en 1980 Joop Zoetemelk se impuso en el Tour de Francia. Dumoulin llegaba a la contrarreloj final con 53 segundos de retraso con respecto a Quintana, pero recuperó la desventaja gracias a una gran prestación en la prueba de 29,3 kilómetros entre Monza y Milán, su gran especialidad. El holandés terminó con 31 segundos de ventaja sobre Quintana y con 40 segundos sobre Nibali mientras que el también holandés Jos Van Emden selló el mejor tiempo en la prueba con 33:08 minutos.

Un triunfo inapelable del hombre nacido hace 26 años en Maastricht, un chico alto, poderoso, tranquilo y detallista cuando de competir se trata. Una nueva figura del ciclismo, que no nació con la bici junto a la cuna. La familia Dumoulin no era precisamente un caso de amor y entrega al ciclismo. El joven Tom soñaba con ser una figura del fútbol. Pero al ver que su evolución no era la esperada decidió buscar otra actividad para probar y, sobre todo, divertirse. Unas cuantas salidas con sus amigos en bici le convencieron de que era su nuevo deporte.

Sus condiciones físicas y una voluntad de hierro fue el germen para que la 'Mariposa de Maastricht' se convirtiera en una figura del ciclismo holandés en edad juvenil. No escaparon sus facultades a la mirada de los técnicos de la cantera del Rabobank, que enseguida le pusieron un contrato para firmar.

Dicen algunos de Dumoulin que es un nuevo Indurain. Tal vez porque es uno de los mejores especialistas del mundo contrarreloj, por su constitución física (1,86 metros y 73 kilos) y también por su capacidad para defenderse con solvencia en la montaña. Comparación delicada que el tiempo se encargará de cargar o no de razones.

Fuera del ciclismo Dumoulin es un chico relajado, pero cuando se trata de asumir un reto como jefe de filas se transforma y trata de controlar todos los detalles. Una carrera es como una ciencia para Dumoulin y cada parte de ella debe ser perfecta: aerodinámica, postura, material, ropa, nutrición, preparaciones... Todos los entrenadores, ciclistas y aficionados de los equipos están de acuerdo en que ver a Dumoulin en una contrarreloj es como mirar una obra maestra de arte.

Un talento que se presentó en sociedad en la Vuelta a España 2015. Ganó la novena etapa llevando la contraria a Froome y Joaquim Rodríguez de una manera que rara vez han visto. A punto estuvo de ganar la general, pero cayó en una monumental emboscada en la sierra madrileña. Aquella amarga experiencia supuso un aprendizaje impagable. El escozor y la rabia se transformaron en conclusiones positivas, mezcladas con una evolución física muy destacable. Con dotes para la crono, sabía que había que mejorar en montaña. Tom Dumoulin está orgulloso de su evolución, esculpida con trabajo y fe.

El banco de pruebas era el Giro del Centenario. "No tengo grandes aspiraciones para la clasificación general, creo que tardaré más tiempo en llegar a la cima", comentaba hace apenas tres meses. El futbolista inicial ha regateado todas las adversidades, incluso las de tipo intestinal que en plena etapa a punto estuvieron de costarle el Giro del Centenario. Y no ha esperado para llegar a la cima. Por delante de Quintana, el mejor escalador del mundo, de Nibali, ganador de las tres grandes. Un golazo que anuncia muchas tardes de gloria.