No pertenece Iago Aspas a la extraña raza de los delanteros invisibles, aquellos que pasan inadvertidos hasta que emergen de pronto de la nada para resolver un partido. El moañés es de los que suelen dejarse ver, y de qué manera, salvo en Riazor, un campo en el que siempre le ha costado lucir y con el que la estrella celeste ha saldado una vieja cuenta pendiente.

No fue el el de ayer el mejor partido de Aspas, ni siquiera se acercó el morracense a sus mejores tardes pero sí tuvo la virtud de aparecer en el momento exacto para aprovechar un excelente centro de Beauvue y destrabar un partido espeso, parco en espectáculo y enorme en emoción, y dar al Celta el segundo derbi del curso.

El laborioso pero incontestable triunfo conseguido ayer en Riazor cierra una semana grande en fútbol y emociones y reactiva al Celta de lleno en la lucha por la séptima plaza -de la que ahora le separan 6 puntos con un partido menos- que tendrá que compaginar con una prometedora campaña en Europa, donde el equipo vigués aspira a hacer historia este curso a mediados de abril frente al Genk.

Sin un gran brillo pero con un formidable ejercicio de oficio y sacrificio para reponerse del demoledor esfuerzo que el equipo viene realizando desde el mes de enero, el Celta suma un triunfo de valor doble por el adversario y el escenario y confirma su poder futbolístico y fortaleza emocional en el tramo decisivo de la temporada.

Apenas un par de cambios introdujo Berizzo con respecto al once de Krasnodar: Roncaglia relevó en el centro de la defensa a Fontás y en ataque Bongonda reemplazó a Sisto en el costado izquierdo. Con dos semanas por delante para reponer fuerzas nada se dejó el preparador celeste en la armería para intentar poner una pica en Riazor. Tampoco lo hizo Mel, el técnico que ha reactivado al Deportivo, que desplegó un once similar al que doblegó la pasada jornada en este mismo escenario al Barcelona aunque reforzando la medular, con Bergantiños acompañando a Mosquera y Borges en medio campo, Fajr y Gama arrimados los flancos y el exéltico Joselu como punta de lanza.

En los derbis la fatiga no pesa. O no le pesó al Celta, que reclamó la iniciativa y la pelota sin inmutarse de la beligerancia de la grada frente a un adversario más precavido, que lo esperó en su campo con orden, decidido a explotar sus opciones al contragolpe.

Los planes de Berizzo se vieron ligeramente contrariados con la lesión de Guidetti a los 11 minutos, poco después de protagonizar el sueco la primer llegada de peligro de los celestes. Hernández prolongó un balón a la izquierda de la media luna y Wass lo filtró al primer toque hacia Guidetti pero el sueco no pudo armar el disparo porque un defensor tocó en el último instante el balón y le hizo perder el equilibrio justo cuando encaraba al portero. Un primer aviso con secuelas porque el delantero se lastimó la rodilla y tuvo que pedir el cambio. Lo suplió Beauvue, uno de los pocos hombres realmente frescos, a quién el técnico utilizó en la posición de "nueve", manteniendo a Aspas en banda.

Aunque espoleado por un público absolutamente entregado, el Deportivo dio un paso al frente y adelantó algunos metros, fue el Celta el que gobernó el partido con la pelota y el que dispuso de las mejores ocasiones para inaugurar el marcador. Los de Mel intentaron explotar el recurso de las bandas, especialmente por el costado derecho, pero rara vez lograron poner un centro en condiciones y cuando lo hicieron la defensa celeste conjuró el peligro con solvencia.

En el área blanquiazul, en cambio, la pelota rondó la portería de Lux con más sensación de daño, primero con un centro de falta de Aspas al área chica que Pablo Hernández no alcanzó a rematar por muy poco; más tarde con un flojo testarazo de Bongonda tras una larga posesión celeste que el guardameta blanquiazul atrapó con seguridad y finalmente con una contra conducida y culminada por Wass, cuyo disparo desvió providencialmente Albentosa cuando ya se barruntaba el gol.

Antes del descanso, el Deportivo apenas inquietó a Sergio con una internada por banda de Bergantiños desactivada por Radoja y un disparo desde la frontal del capitán deportivista que se estrelló contra la defensa.

Tras el intervalo, sin embargo, Sergio confirmó su estado de gracia salvando al Celta con una parada portentosa después de una imperdonable pérdida de balón de Roncaglia que dejó a Borges mano a mano con el portero celeste, que tuvo que intervenir también para desviar el rechace recogido por Joselu. El olfateo del gol impulsó a los de Pepe Mel, que imprimieron una marcha más a su juego y llegaron con facilidad a los dominios de Sergio pero sin posiciones demasiado claras de remate. Mel movió entonces el banquillo en busca de profundidad y remate. Carles Gil suplió a Bruno Gama en la banda derecha y Andone, el máximo goleador blanquiazul, relevó en punta a Joselu, pero las prestaciones ofensivas del Deportivo no mejoraron gran cosa con los cambios. Solo Carles Gil puso a prueba los reflejos de Sergio con un lanzamiento desde el pico izquierdo del área que el catoirense atajó con seguridad.

A falta de 20 minutos, Berizzo refrescó su ataque dando entrada a Sisto por Bongonda y, de pronto, el Celta encontró un filón por las bandas. La combinación ganadora la genearon Aspas y Beauvue, que intercambiaron constantemente sus posiciones, ahora con el moañés, ahora con el antillano arrimados a la derecha. Fue el antillano el que desarmó a la zaga blanquiazul con un templado centro que Aspas, en posición de "nueve" remachó en boca de gol al fondo de las mallas.

La apertura de la lata frenó el ímpetu de los locales y devolvió el control del partido al Celta, que tuvo un par de llegadas peligrosas, de nuevo por banda, primero con un centro de Sisto que no encontró rematador y más adelante con un disparo excesivamente desviado de Hugo Mallo.

Tras un breve periodo de desconcierto, el Deportivo echó el resto en los minutos finales y empujó con fuerza al Celta hacia el portal de Sergio. Fue más bien cosa de inercia porque el guardameta celeste solo tuvo que realizar una segura intervención de puños para desactivar el peligro que sobrevoló su área.