El Gran Premio de Mónaco, tantas veces aburrido por la dificultad que presentan sus curvas a los adelantamientos, se convertía ayer en una ruleta loca e impredecible por culpa de la lluvia. Emocionante, reñido, intenso. El caos se adueñó del casino de Montecarlo y mientras se arruinaban un buen número de apostadores -Verstappen con el Red Bull, Raikkonen con el Ferrari o el líder Rosberg con el Mercedes...- había dos jugadores que acertaban con el número del pleno: el 44 del británico Lewis Hamilton, que lograba en el Principado la 44ª victoria de su carrera, y el 14 de un Fernando Alonso sencillamente estratosférico, que llevaba a su McLaren-Honda a una quinta plaza final inimaginable. Diez puntos para un piloto de oro con una montura de bronce.

Ganó Hamilton porque supo como nadie gestionar el papel de los neumáticos en un Gran Premio que empezó con lluvia, vivió más de la mitad de la carrera con sol y acabó de nuevo con la pista mojada. Se la jugó el británico estirando la vida de los neumáticos de agua y pasó directamente a los ultrablandos que estrenaba Pirelli, completando con ellos cuarenta mágicas vueltas cuando ni el propio fabricante confiaba en que aguantaran la treintena. Y ganó también porque puso nervioso al australiano Ricciardo, que, líder destacado, enfiló sin previo aviso el garaje para realizar un tercer cambio de ruedas con el que cubrirse de su rival y que pilló a sus mecánicos sin estar preparados. Tardó así un mundo y cuando regresó a la pista ya tenía a Hamilton delante.

Y en Mónaco ya se sabe que adelantar no es posible a no ser que el adelantable cometa un fallo. Ricciardo tenía más potencia -el motor Renault del Red Bull ya cuestiona el dominio del propulsor Mercedes- pero Hamilton tapó huecos para ganar y reabrir a lo grande la batalla por el título. El paseo inicial de Rosberg, con sus cuatro victorias en las cuatro primeras carreras, ya es historia.

Pero si Hamilton supo tapar huecos a Ricciardo, qué decir del carrerón de Fernando Alonso. Noveno en la parrilla de una salida que se tomó tras el coche de seguridad para evitar una montonera en la primera curva, el ovetense fue aprovechando los accidentes, incidentes y errores de quienes le precedían -Kvyat, Sainz, Rosberg y Hulkenberg- para sin hacer ruido llegar a rodar tercero al cumplirse el giro 32 de los 78 a los que estaba programada la carrera y encontrarse quinto cuando a la vuelta siguiente regresaba a la pista tras realizar su tercer y último pase por el garaje.

Y ahí empezó el auténtico espectáculo. El McLaren del asturiano entre el Ferrari de Vettel y el Mercedes de Rosberg, viendo, sí, cómo el "cavallino" se le escapaba pero sin dar opción a la "flecha de plata" a que se clavara en su espalda.. Fueron 45 vueltas aguantando en el cogote el resoplido del líder del campeonato, que sólo logró superarlo saltándose la chicane, lo que le obligó a devolver la plaza. Y tanto y tan bien se defendió el español que Rosberg, humillado, se veía sorprendido en la mismísima línea de meta por Hulkenberg para regocijo de Hamilton. El Mundial está vivo y Alonso es un genio.