Tercer título continental para España. La mejor selección europea de largo en el siglo XXI. En toda la historia solo la Unión Soviética y Yugoslavia la superan en palmarés. Conglomerados nacionales que ya no existen. En esta era geopolítica, caído el muro de Berlín y a expensas del proceso soberanista catalán, nadie le hace sombra en el universo FIBA. Diezmados esta vez por las ausencias, con el cuerpo de alguno de sus integrantes maltrecho, los españoles han defendido su trono de la codicia de quien esperaba heredarlos ya. "Todavía no", les ha gritado la generación que lidera Pau Gasol. El tiempo de estos gigantes se agota. Prometen morirse como han vivido, en pie, imperiales.

La final sobró en realidad. Fue un trámite burocrático. El título se había ganado en las dos semifinales. En la propia, con una gesta ante Francia cuyo recuerdo queda grabado en marmol. En la ajena, con la derrota de Serbia. Los serbios poseen más plantilla, talento y recursos que Lituania. Pueden ir al intercambio de golpes con España y si no les conviene, ensuciar el juego. Djordjevic maneja el escenario. Cayeron por una sucesión de errores que parecía imposible que España cometiese. No lo hizo.

La selección ha vuelto a mostrar ese patrón de crecimiento a lo largo del torneo que tan propio le es. Muchas veces ha exhibido su mejor versión precisamente en las finales: en las ganadas incluso sin Pau, como en el Mundial de 2005, y en las perdidas, como en las olímpicas ante Estados Unidos. A Lituania la sacó a guantazos del partido desde la primera penetración de Sergio Llull. El 19-6 del minuto 7 trazaba claramente la frontera vallada entre ambos conjuntos.

España floreció esta vez en todo su esplendor. La dependencia de Pau se convirtió en un empleo más inteligente de sus esfuerzos. El astro contuvo en defensa al poderoso Valanciunas. En ataque, apareció sobre todo en los escasos momentos en que los sistemas se atascaron. Esta vez funcionó el tiro exterior. Rudy Fernández se olvidó de la espalda hasta que un golpe brutal contra Jankunas lo llevó al vestuario. Claver estuvo intenso. Mirotic, atinado. Scariolo pudo incluso ampliar el elenco actoral, dando cabida a San Emeterio en el nudo de la trama -en los postres ya regalaría minutos a todos-.

El técnico italiano vuelve a reinvindicarse, lo que no deja de resultar absurdo a estas alturas de su carrera. Con él, España no ofrece la misma brillantez que con Pepu o Aíto. Scariolo le sujeta más las riendas a la escuadra. Son otras las edades medias, además. No admite discusión su excelente manejo del grupo en los momentos de crisis. Y su riqueza táctica. La selección, que flaqueó en defensa durante la fase de grupos, volvió ayer a enloquecer a su adversario con una precisa combinación de defensas individuales y zonales.

Lituania solo tuvo algún arranque de inspiración. Dos triples consecutivos llevaron el partido al 41-33. Después, en el último cuarto, tuvo a España casi tres minutos sin anotar. Carecían de la calidad necesaria para rentabilizar su esfuerzo. Esta Lituania palidece en comparación con aquella de Sabonis, Kurtinaitis, Marciulionis, Jovaisa o Chomius. Ya no tienen ni siquiera a Karnisovas, Stombergas, Jasikevicius, Songaila o Macijauskas. La lista de genios del baloncesto que el pequeño país báltico ha producido asombra. Hoy, solo Kalnietis o Seibutis responden a esa estirpe. A Valanciunas todavía hay que esculpirlo. Conservan, sí, el orgullo y el oficio. Y con eso han alcanzado la final, lo que tiene un mérito extraordinario. Pero no alcanza para inquietar a uno de los mejores equipos de la historia, ni siquiera en esta versión reducida.

"Quizás sea mi último torneo", ha dicho Pau Gasol. Felipe Reyes ya ha amagado en varias ocasiones con la retirada. Pero los Juegos de Río están demasiados próximos como para pensar en su despedida si no median desgracias. Llegarán Marc, Ricky, Calderón o Navarro si el cuerpo se lo permite. Habrá que elegir entre Mirotic o Ibaka. Y hacerle sitio a Rivas. Todo en búsqueda de la tercera final contra el Dream Team. Ese y no otro es el final que Pau merece.