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"Ojalá pudiera dedicarme profesionalmente al arbitraje"

"He deseado mil veces pitar algún día en el Bernabéu o el Nou Camp", confiesa Zulema y cualquier estadio histórico le vale como escenario de sus ensoñaciones. "Estuve en Gijón en Semana Santa y al pasar al lado de El Molinón me dije: '"Ojalá algún día pueda estar ahí'"

Primera y Segunda División -el fútbol profesional- constituyen el último territorio inexplorado para el arbitraje femenino. Esa última frontera trazada desde aquel 1979 en que Rosa Bonet, madre de todas, tomó el silbato. Sí ha habido asistentes en Segunda como Judit Romano y la gallega Yolanda Parga. Y Marisa Villa llegó a ascender, también como linier, a Primera. Su gesta no pudo completarse por culpa de las pruebas físicas.

Zulema asume que es el hándicap más difícil de soslayar. "Hasta Preferente las chicas tienen baremos propios. En categoría nacional los tiempos ya son los mismos que para chicos. El gran corte del arbitraje está en el ascenso a Segunda División B -solo una mujer ha dirigido partidos como juez principal en esta categoría-. Es donde están los talentos. Hay chicos que corren un 2.000 en 6.30. Son árbitros y atletas. Si a ellos, entrenando siete días a la semana, les cuesta llegar a los tiempos, para nosotras es casi imposible. No tenemos la cantidad suficiente de fibras blancas para correr a esas velocidades. Pero por intentarlo no va a ser". Ya se aplica en la mejora y empezará a trabajar con Alberto Salgado, que adiestra a Pérez Pallas y a su asistente Adrián Díaz en técnica de carrera. Sabe que es prácticamente imposible, pero certifica: "Ojalá pudiera llegar a dedicarme profesionalmente al arbitraje".

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