Pasarón fue una fiesta con una afición entregada que no dejó de animar y corear el nombre de jugadores como Xavi, Iniesta, Casillas o el mismo Villa que se reencontró con el gol. La afición pontevedresa disfrutó con el juego del mejor equipo del mundo, como no podía ser para menos en un coqueto estadio que ha visto jugar por vez primera a la selección absoluta, a la tricampeona.

La ciudad se volcó en este evento deportivo auspiciado por la Diputación. Las gradas presentaban un color rojo con el orgullo de los aficionados de vestir la camiseta con la estrella del campeón.

El campo lleno, en una noche de gala, y en el palco de autoridades estaban el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; la ministra Ana Pastor; el presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán; el alcalde, Miguel Fernández Lores, acompañados por el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, y del nieto del rey de Arabia.

No podía faltar el animador oficial de la selección, Manolo "el del bombo" que fue caldeando el ambiente. Con el transcurrir de los minutos la afición comenzó a entrar en el partido, más con la llegada de los goles y las ocasiones de Cazorla y Pedrito en la primera mitad.

Pero la fiesta subió de tono en la segunda parte con la entrada en el terreno de juegos de jugadores carismáticos como Xavi, que solo necesitó tocar el primer balón para meterlo por la escuadra. Ni se enteró el responsable del marcador que necesitó del abucheo del público tres minutos después para colocar el tercer tanto en el electrónico.

A partir de ahí, la grada comenzó a cantar la "rianxeira", y a corear los nombres de los jugadores que iban entrando en el terreno de juego.

El delirio de la afición llegó con el calentamiento de Casillas a falta de media hora para la finalización del encuentro.

Pontevedra recordará esta fecha histórica en donde todo fue perfecto, con un estadio que parecía de Primera División, con una afición de lujo, con un tiempo espléndido y con un seleccionador que no privó al público de ver a los mejores. Pontevedra y Pasarón, por su historia, se lo merecían.