El Rápido de Bouzas pasó ayer en pocos minutos del todo a la nada. De tener los tres puntos en el peto a pedir la hora para que el rival no se los llevara y por lo menos dejara uno en Bouzas. Una pérdida de concentración y confianza que hizo mucho daño y que a punto estuvo de costar muy caro.

El Rápido de Bouzas los primeros cuarenta y cinco minutos de juego estuvo inconmensurable. En defensa el equipo no dejaba fisuras impidiendo que el Bergantiños llegara a poner en aprietos a Gael. El centro del campo tenía la posesión del balón y no dejaba que el rival estuviera cómodo, lo que le permitía salir a la contra y crear peligro en el área del conjunto rival.

Así, cuando todavía no se había cumplido la primera media hora de partido, Jaco abría el marcador. Eran buenos momentos para los vigueses, que quince minutos más tarde conseguían el segundo por mediación de Toño.

Tal y como estaba jugando el equipo había confianza en conseguir la primera victoria después de seis semanas sin sumar tres puntos juntos.

Víctor pudo sentenciar el partido en el último minuto de la primera parte, al ejecutar una falta que David, portero del Bergantiños, sacó con un guante de manera increíble.

Sin embargo todo cambió en diez minutos. El Bergantiños hizo un cambio metiendo en el centro del campo a Javi González en lugar de Moreira. El Bergantiños comenzó a tocar el balón, y en la primera aproximación al área viguesa consiguen el primer tanto. Un gol que puso excesivamente nervioso y dejó a los vigueses totalmente descolocados.

En conjunto coruñés no desaprovechó la oportunidad que los vigueses le puisieron en bandeja, y tres minutos más tarde conseguían empatar el encuentro. Josiño se convirtió en el protagonista del Bergantiños al materializar los dos goles.

A partir de ese momento, todo el trabajo y el buen juego de los primeros cuarenta y cinco minutos quedó en el olvido. El Rápido que tocaba el balón y llegaba con peligro al área rival desapareció por completo y el Bergantiños se hizo dueño y señor del partido. La entrada de Javi González fue clave, pero los vigueses no fueron capaces de controlar su ansiedad y en diez minutos echaron por tierra todo el trabajo. Menos mal que la presión del rival no se materializó en goles.