Las imágenes de Pepe pateando a Casquero recuerdan a las que los informativos de televisión exponen de vez en cuando como vergüenza del fútbol. Son tan infrecuentes en el deporte profesional que hay que recurrir a videoaficionados en campos remotos para encontrar alguna similitud con la observada el martes por la noche en el estadio Santiago Bernabéu.

¿Qué mueve a un futbolista a reaccionar con una violencia tan desmesurada? La mayoría no encontrará explicaciones a esos actos de enajenación mental, como le ha ocurrido al defensa del Real Madrid. Una reacción que sucede en las peleas multitudinarias, más frecuentes en los estadios.

En una de las más famosas trifulcas del fútbol español participó el ex céltico Patxi Salinas. Ocurrió hace un cuarto de siglo, también en el Santiago Bernabéu, al concluir la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao.

“Estábamos celebrando el triunfo (1-0)”, rememora el zaguero vasco. “Me abrazaba a los compañeros cuando vi una situación extraña cerca, pero no sabía lo que pasaba. Como ocurre siempre en estos casos, todo el mundo se acerca, y al final te metes en la pelea sin saber por qué”. Dos futbolistas del conjunto bilbaíno, Sola y Núñez, acabaron contusionados en el hospital, mientras su afición celebraba el título copero.

Una jugada violenta que aún se recuerda en Balaídos es la protagonizada por el brasileño Rogerio Vagner durante un clásico gallego. Los deportivistas Fran y Tristán se encontraban en una esquina del terreno de juego. Iban a ejecutar un córner corto cuando irrumpió Vagner por la espalda de Tristán y le propinó una aparatosa patada en un tobillo al delantero del Deportivo.

El céltico se encaró con el árbitro Medina Cantalejo cuanto éste le mostró la tarjeta roja y lo expulsó.

Mayor repercusión mediática, sin embargo, tuvo la entrada de Michel Salgado a Juninho, en un partido Celta-Atlético de Madrid. La prensa madrileña trató con dureza al lateral céltico por lesionar de gravedad al brasileño en una entrada por detrás. No obstante, fue un lance del juego, pero sin el ensañamiento de la acción de Pepe, que después de voltear a Casquero siguió pateándole las costillas. Y, a continuación, le dio un puñetazo a Albín. Ni siquiera la jugada en la que Ayala pisa reiteradamente a Simao, en un Valencia-Barcelona, puede compararse con la gravedad de lo sucedido en el último Real Madrid-Getafe.

En Mallorca, por ejemplo, no se olvidan de la entrada del sevillista Javi Navarro al venezolano Arango. Un puñetazo en el cuello que pudo haberle ocasionado lesiones irreparables al delantero mallorquinista.

Son “lances del juego”, como repiten normalmente los infractores, y sin la intención de lesionar al contrario. Pero siempre dejan dudas sobre la deportividad en el fútbol. En estos casos, la mala intención queda clara. Para eso, la televisión es una fiel testigo de lo sucedido.