Nada parece detener a Rafael Nadal, que ayer venció a Novak Djokovic por 6-3, 2-6 y 6-1 en dos horas y 43 minutos en la final del Masters 1000 de Montecarlo, para convertirse en el primer jugador en la historia que gana cinco veces consecutivas este histórico torneo.

Gracias a su fe inquebrantable, a esa capacidad elogiada por sus adversarios de mantener la concentración en los momentos en los que todos tiemblan, y a sus poderosas piernas, Nadal hizo añicos las oportunidades del mejor Djokovic sobre tierra.

En su primera final en Montecarlo, el serbio lideró 3-1 el primer set, ganó en un épico esfuerzo el segundo por 6-2, pero se desmoronó en el tercero, y se resignó a su destino.

Nadal se apuntó este torneo una vez más, aunque cediendo un set, algo que no sucedía desde la final de 2006 contra Federer, la primera de las tres que disputó contra el de Basilea, y sumó su título 34, el tercero este año después de una gran sesión en pista dura, con triunfos en el Abierto de Australia e Indian Wells.

“Es el más grande jugador sobre tierra”, había advertido el británico Andy Murray, eliminado por Nadal en semifinales, a lo que Djovokic había advertido: “Si yo creyese que era una misión imposible, no saltaría a la pista y sacaría bandera blanca”. Las dos sentencias se cumplieron, porque Nadal demostró sus galones en arcilla y Novak se exprimió sin desmayo.

No obstante, la ventaja psicológica de Nadal se impuso a un extraordinario Djokovic, que, a pesar de sus molestias en la espalda, por las que tuvo que recurrir a tratamiento médico a mediados del segundo set, se mostró como un rival inasequible al desaliento, capaz de ganar un set al que lleva camino de convertirse en mejor jugador de la historia sobre tierra.

En sus 15 enfrentamientos anteriores (11-4 para el español), Nadal jamás había perdido contra el serbio en una final y menos en tierra. Reciente estaba el castigo que Rafa endosó a “Nole” en Copa Davis, donde el serbio salió vapuleado, y todo esto pesó en el ánimo del tenista.

Y todo se puso a prueba en el primer juego del tercer set, decisivo siempre, cuando Nadal estuvo contra las cuerdas, porque su servicio no fue lo mejor de la jornada, y superó tres bolas de rotura. Perder ese saque hubiera sido crucial.

Nadal las salvó, y hundió en la desesperación a Djokovic, que en el juego siguiente perdió el suyo, y preso de la ira envió una bola al Mediterráneo, por lo que recibió un aviso del juez de silla, el francés Pascal Maria.

Djokovic se lanzó a la desesperada. Llegaron las dobles faltas (terminó con tres) y la inseguridad (5-1), y en ese estado, Nadal ejerce de verdugo. El español fue generoso y apuntilló el partido a la primera oportunidad, con el tradicional revolcón en la tierra lleno de jubilo.

Con 27 partidos ganados ya en el Principado, Nadal se ha convertido, más que en el soberano, en el “tirano de Montecarlo”, donde no pierde desde 2003 contra el argentino Guillermo Coria en octavos de final. Está tan acostumbrado a ganar en esta pista que parece que su épico historial en la tierra monegasca será más dilatado.

De momento, Nadal ha igualado ya los 14 Masters Series de Federer, situándose a tres del líder de este apartado, Andre Agassi, todo esto contando con que el “monstruo” manacorense sólo tiene 22 años. Es, además, el primer jugador que como número uno gana este torneo desde que Lendl lo hizo en 1998.

Montecarlo pasa página y deja paso a Barcelona, a partir de hoy, y luego Roma, Madrid y Roland Garros. Nadal se enfrenta como siempre a un nuevo récord, los cuatro torneos ganados consecutivos en la Ciudad Condal, el “descanso” psicológico después en la capital italiana donde apenas defiende puntos, pues fue allí donde perdió su último partido en tierra, en segunda ronda, contra Ferrero.

Luego la nueva experiencia en Madrid, dos semanas antes de la reválida en París, donde aspira al quinto título. De momento se mantiene en lo alto, y después de haber hecho la mejor temporada en pista dura en su carrera, enfila la trigésima sexta semana consecutiva como número uno del mundo en su tierra original.