Alonso ya llevaba algunos minutos secándose en su camarote cuando se supo que la carrera de Malasia estaba terminada. A esas alturas, después de más de media hora con los coches a la expectativa en plena recta, Kimi Raikkonen, camiseta limpia y pantalones cortos, mordía tranquilamente un helado en el recinto de Ferrari. Así que la victoria fue para Button, líder cuando el chubasco que castigaba Sepang tomó tintes monzónicos y el director de carrera, Charlie Whiting, decidió pararla.

El inglés de Brawn ganó ante la bandera roja y sólo pudo anotarse cinco puntos porque en la vuelta 32, cuando el chaparrón detuvo el espectáculo, no se habían cubierto las tres cuartas partes de la prueba, distancia mínima para entregar todos los puntos y no la mitad. A esas alturas, Alonso ya no se preocupaba del reparto porque no había pasado de la undécima posición, tras un mini Gran Premio repleto de circunstancias adversas.

Al español no le sirvió de nada su espectacular salida, del noveno al tercero en un suspiro. Ni siquiera resultó efectivo salir cargado de gasolina hasta los topes y fraguó su desgracia con un inhabitual error de pilotaje que le mandó a la gravilla cuando la pista empezaba a estar resbaladiza. La Fórmula Uno pagó con una suspensión de carrera el retraso de la salida a las cinco de la tarde locales en busca de un horario aceptable para la retransmisión televisiva en Europa. Curioso inicio de campeonato. La primera carrera termina al ritmo del coche de seguridad y la segunda, ni siquiera se llega a completar.

Cuando cae la tarde es la hora de las tormentas en Sepang, territorio selvático donde emerge el imponente circuito. La locura se desató con las primeras gotas, al afrontar los equipos el cambio de neumáticos. Antes de ponerse en manos de los mecánicos, Button ya mandaba en la carrera y Alonso era quinto, en los instantes previos a su excursión por la gravilla.

El desfile masivo por la calle de los garajes devolvió a casi todos a la pista con las ruedas de lluvia extrema. Las precipitaciones en Malasia no suelen conocer medias tintas y golpean con violencia desde el primer momento. Pero no fue así y los neumáticos de la mayoría acabaron destrozados en una pista que todavía no estaba suficientemente mojada. Raikkonen arruinó su carrera con una mala elección. Todavía no llovía y ya llevaba un juego extremo que le hundió.

El premio a la estrategia del día se lo llevó Toyota. Glock se atrevió con el compuesto intermedio en la entrada de la vuelta 22 y empezó a ganar posiciones mientras el resto sufría. Rodaba en 1.53 cuando nadie bajaba de los dos minutos por vuelta y así escaló hasta el podio antes de que llegase el diluvio. Charlie Whiting tuvo vista para frenar la carrera sin que la sangre llegase al río. Mantener el coche sobre el asfalto era misión imposible. En BMW también estuvieron finos y sólo necesitaron una parada para colocar a Heidfeld en el podio. Los dos Brawn entaron cuatro veces cada uno. Catapultado por su difusor, Button paró por última vez en la vuelta 32 y retuvo el liderato. No le habría hecho falta porque, la clasifiación final se obtuvo del giro 31, el penúltimo paso por meta antes de la suspensión.

Cuando arreciaba, el coche de seguridad neutralizó la carrera. No hubo tiempo para más porque unos segundos después se consumaba el prematuro final. El torrente no cesaba y los pilotos no lo tenían claro. Preferían dar por terminada la carrera, antes que comprometer su seguridad. Fernando Alonso andaba preocupado por no perder el vuelo ante el retraso acumulado entre tanta indecisión. Había terminado con un insípido undécimo puesto y al menos el menguado reparto de puntos le dejaba mucho menos lejos de lo que merecería sólo por el rendimiento del R29.

Su única alegría del día se la dio el Kers, al que sacó partido por primera vez. El asturiano protagonizó una salida como las de antaño. Desde la novena posición partió por la parte limpia pegado a Raikkonen. Trazó una diagonal imposible, ganó la posición y salió de la melé tercero. Una estrategia que le valió de poco en la curva 8.