Juan Carlos Álvarez / vigo

Cuando Galicia aún no sabía en qué consistía el triatlón un chaval de Ordes de cuerpo fibroso y pelo alborotado rozó el podio olímpico en Sydney. Tenía sólo 21 años y su actuación no hizo sino advertir al mundo de lo que vendría a partir de ese momento: Europeos, los podios en los Mundiales, victorias en la Copa del Mundo y también el sonoro fracaso en los Juegos de Atenas, un agujero del que ha emergido para convertirse de nuevo en un serio aspirante a cualquier cosa en Pekín.

Han pasado ocho años desde que la imagen de Raña corriendo junto a la Ópera de Sydney saltase a las portadas de los diarios gallegos. Ahora es un triatleta diferente que ha aprendido una barbaridad de la montaña rusa en la que ha vivido. Ha pasado del entusiasmo de sus grandes triunfos a la desilusión de Atenas. La experiencia de hace cuatro años en la capital griega le marcó de forma evidente. Llegaba como el mejor triatleta del mundo sin ninguna discusión como llo atestiguaban su título mundial de Cancún en 2002 y las dos platas de las dos ediciones siguientes. España había armado un equipo destinado a llevar a Raña a la carrera a pie en las mejores condiciones para que una vez allí triturase a sus rivales. Pero reventó en el primer repecho en bicicleta. Hizo la peor carrera de su vida en el peor momento posible. "Me pudo la presión en aquel momento" explica. "Llegué muy bien, era el gran favorito, pero fallé y me costó mucho aceptarlo y volver a mi nivel", asegura el de Ordes.

Lo cierto es que durante cuatro años ha costado mucho ver a Iván Raña con los mejores. En cierto modo Gómez Noya provocó que se le olvidase un tanto. El ferrolano acaparó atenciones y triunfos mientras Raña hizo un examen interno junto a su equipo de confianza -liderado por su inseparable César Varela, el hombre que le abrió los ojos del triatlón convencido de que su cuerpo escondía un campeón mundial- y esperó que la tormenta escampara. En los últimos años su trayectoria parece diseñada por un matemático. La idea era llegar a Pekín en el momento perfecto, en el estado justo y sobre todo no adelantar los plazos. Hace algo más de un año Iván Raña comenzó a asomarse a las grandes pruebas y su nombre volvía a escucharse; luego llegaron las clasificaciones entre los treinta primeros, luego entre los veinte, entre los diez, el sexto puesto de Canadá y la victoria en la prueba de la Copa del Mundo de Austria, un día en el que batió a todos los grandes salvo a Gómez Noya. El ferrolano, amigo y rival, lo tiene claro: "Ha ido de tapado durante muchos meses y va a ser uno de los aspirantes". En Atenas aprendió en un par de horas mucho más que en meses de exigentes entrenamientos. Y eso seguro que le ayuda cuando se lance al agua de Pekín para comenzar el triatlón olímpico.