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De David Beckham a Robbie Williams: 2023, el año de los autodocumentales de famosos

En los últimos meses hemos visto cómo Netflix redoblaba su apuesta por estos documentales biográficos cocinados en alianza con los sujetos de estudio

Robbie Williams.

Robbie Williams. / Europa Press

Juan Manuel Freire

¿Hay que culpar al duque y la duquesa de Sussex de una de las tendencias más inquietantes del audiovisual de 2023? El año pasado acaparaban miradas y titulares con 'Enrique y Meghan', la docuserie de Netflix en la que nos contaban en primera persona los pormenores de su romance, sus triunfos individuales y cómo unos medios intrusivos trataron de arruinar todo eso. Proyecto respaldado por el prestigio de la directora Liz Garbus, dos veces nominada al Oscar, entregada a una lucha algo en vano por situar esta historia en un contexto histórico y político más amplio. Casi podía hablarse de autoría compartida

En los últimos meses hemos visto cómo Netflix redoblaba su apuesta por estos documentales biográficos cocinados en alianza con los sujetos de estudio, menos indagaciones entre bambalinas que autohomenajes supervisados por agencias de PR. Con formato de largo llegó, a finales de enero, 'Pamela Anderson: Una historia de amor', respuesta de la actriz de 'Los vigilantes de la playa' a 'Pam y Tommy', aunque aquella serie no la dejara tan mal parada. Unos meses más tarde llegó 'Arnold' (Schwarzenegger), seguida por (David) 'Beckham''Sly' (Stallone) y 'Robbie Williams'. Mientras tanto, estrellas del pop como Taylor Swift y Beyoncé han triunfado en salas con películas de gira que ellas mismas han producido e incluso dirigido, en el caso de la segunda. 

Aunque vinieran generalmente catalogados como documentales, estos títulos no tienen la objetividad periodística que solemos (o queremos) asociar al género. Son más bien el equivalente en movimiento de esas biografías autorizadas en las que se han limado (o directamente eliminado) los puntos de fricción, esos aspectos de una vida y una obra que los artistas preferirían que olvidásemos. 

Intimidad construida

Los autodocumentales de Netflix se parecen en su ambiente falsamente distendido, en el intento claro e impostado de crear un aire de domesticidad. Las entrevistas no son en un plató con fondo abstracto, sino en casa de las estrellas. Igual que con tanta programación pandémica o los tours por casas de famosos de 'Architectural Digest', el divertimento puede estar en analizar las decisiones decorativas y de mobiliario. 

Por aquello de aparentar franqueza, Robbie Williams se pasa su docuserie en ropa interior en la cama de su mansión de Los Ángeles. Mira imágenes de su yo pasado en un laptop al que no ha quitado el polvo, igual que Charlie Puth no se dignó a hacer la cama para el especial musical contra el coronavirus 'One world: Together at home'. Al menos Victoria Beckham reconoce el artificio de todo esto: la vemos llamando a su adorable perro Olive a sentarse con ella: "Así pareceré maja". A lo que, curiosamente, David contesta: "Necesitarás más de uno. Deberías traer a los otros dos". Schwarzenegger exhibe, por supuesto, a su burra y su caballo enano.

Lo que no se ve

El columnista televisivo Patrick Freyne, de 'The Irish Times', se preguntaba hace poco si David Beckham no estaría potenciando toda esa estética acogedora, cárdigans incluidos, solo para contrarrestar la frialdad con que se recibió su acuerdo millonario para convertirse en imagen del mundial de Qatar y, de paso, ser embajador turístico del país durante una década. Como su supuesto lío con Rebecca Loos, es un asunto que no se aborda de frente en 'Beckham'. 

Se puede llegar a entender que un profesional de cualquier ámbito no quiera hablar de sus asuntos familiares, como Sylvester Stallone en 'Sly'. Pero es que el antiguo Rocky Balboa tampoco quiere hablar de su pasado 'softcore' ni de cierta secuela funesta de 'Fiebre del sábado noche' ('Staying alive') ni de la comedia en la que osó cantar country con Dolly Parton ('Rhinestone'). En esta actuación solo se tocan 'hits'. 

Algo más honesto es Robbie Williams, entregado a un repaso algo deprimente de adicciones, inseguridades, animosidades: los sempiternos efectos de la fama. Pero en este caso se echa en falta la incorporación de otros puntos de vista; la corroboración o, mejor aún, la refutación de los enunciados de la estrella. Como escribió Rachel Aroesti en su reseña para 'The Guardian', "es difícil conectar emocionalmente con alguien si solo estás viendo a esas personas todo el tiempo". Y si esas personas son absurdamente ricas e inconscientes de serlo, el proceso de la empatía se hace más cuesta arriba todavía. 

Arrugas de verdad

El éxito de estos productos no es de extrañar: a pesar de que son las más tibias, las biografías realmente vendidas suelen ser las que traen la firma del protagonista. Y muy en pequeño, a veces citado como 'colaborador', el escritor (o escritores) fantasma que ha dado forma al relato y depurado la prosa. Britney Spears ni siquiera daba sus nombres en 'La mujer que soy': "ya sabéis quienes sois", se limitaba a decirles en los agradecimientos. 

A nuestros famosos favoritos no les pedimos, o eso parece, las verdaderas arrugas, las contradicciones, los momentos bajos infligidos por ellos mismos. A eso se atrevió la artista indie rock Liz Phair con sus memorias 'Historias de terror': a hablar de las cosas malas que hizo y de lo que debió hacer y no hizo. Pero es una rareza entre un puñado de relatos pulcros sin espacio para la auténtica autocrítica. Los verdaderos dioses no cobran para ser meros e interesantes mortales. 

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