Entrevista

La fotógrafa Cristina de Middel: “El drama realmente lo vive la persona que sale en la foto, no yo ni quien la consume”

“Nuestro objetivo es intentar que el mercado pida cada vez más la visión de las mujeres”, ha asegurado la presidenta de la agencia de fotografía Magnum

La fotógrafa Cristina de Middel, ayer en A Coruña.

La fotógrafa Cristina de Middel, ayer en A Coruña. / CASTELEIRO

Ana Carro

“Soy demasiado artista para ser fotoperiodista y demasiado fotoperiodista para ser artista. Estoy atrapada en el medio”. Así se define la fotógrafa Cristina de Middel, presidenta de la agencia Magnum, que ayer participó en el Centro Ágora de A Coruña en una masterclass del 17º Premio Luís Ksado de Creación Fotográfica. La que fue ganadora del Premio Nacional de Fotografía en 2017 habla de su trabajo, de la prensa, de la audiencia y de por qué contar las cosas desde otro punto de vista.

Presidenta de la agencia Magnum. Esa ya es una carta de presentación potente en el mundo de la fotografía.

Sí, Magnum tiene una historia muy larga y es una de las agencias más antiguas que hay. Ha sobrevivido a todos los cambios de la industria. Solo por cantidad de años, es una responsabilidad bastante grande. Hay que respetar todo el legado de la agencia y también la capacidad que ha tenido siempre de evolucionar y de adaptarse. Siempre hay retos y discusiones y siempre hay que romper un poco el tejido.

¿Cómo surge la oportunidad?

Al presidente de Magnum, al ser una cooperativa, lo eligen los propios fotógrafos que son miembros y que votan tanto a los que entran nuevos como a quién es el presidente. A mí me pasó que el mismo año que me convertí en miembra, me votaron presidenta. Mi síndrome del impostor dice que fue porque nadie quería serlo. Pero yo supongo que es porque quizá reconocieron un poco el perfil de puente que tengo yo, de mucho respeto hacia lo documental porque es donde yo he crecido y, al fin y al cabo, lo que yo hago, y también de abrir la mente hacia nuevos lenguajes y nuevas tecnologías que en muchos casos no se da cuando eres del núcleo duro del fotoperiodismo.

Ha habido muchos cambios en la fotografía. Del blanco y negro al color o de lo analógico a lo digital. ¿Cuáles son los retos actuales?

Hay que tener en cuenta el ritmo al que va la prensa y la degradación que hay de los contenidos. A partir del surgimiento de las plataformas digitales, todo el trabajo se hizo mucho más superficial y mucho más rápido, con lo cual es muy difícil poder competir con el periodismo ciudadano o con agencias que van más al contenido y al clickbait en cierto modo. Magnum se ha caracterizado siempre por trabajos a largo plazo. Hay un vínculo con el tema muy profundo, no solo es llegar ahí dos días y hacer las fotos y mandarlas en 24 horas. El reto es mantener un poco la identidad, que es lo que da la personalidad a la agencia, dentro de un ecosistema que es totalmente inadecuado para eso. Tenemos que buscar fórmulas para eso, ya sea con becas o con mecenazgo. No hay que sacrificar nunca la documentación a largo plazo que caracteriza a la agencia. Otra de las amenazas más flagrantes ahora mismo es la Inteligencia Artificial.

¿Qué impacto tiene? Muchos se han creído la imagen del Papa con un anorak blanco.

Yo creo que, en ese sentido, Magnum, por precisamente haber hecho su seña de identidad la voz del autor, nunca ha sido una agencia basada en la rapidez. Si quieres las fotos para mañana, quizá mandas a AP o a Reuters. Nosotros estamos para trabajos mucho más elaborados y, en muchos casos, de una colaboración entre el escritor y el fotógrafo. Por eso, yo creo que Magnum está mejor posicionada que otras agencias de banco de imágenes y demás donde realmente sí que es muy fácil sustituir un contenido por otro. Lo que hacemos nosotros no es tan fácil de sustituir porque está muy basado en que un fotógrafo tenga una idea y la ejecute y la haga desde su punto de vista. No en lo que necesita el mercado. De hecho, casi todos los proyectos que hacen los fotógrafos de Magnum están totalmente fuera del mercado y fuera de lo que jamás se va a publicar.

No es fácil entrar en Magnum, pero en la agencia hay tres españolas y las tres son mujeres.

Se ha dado la casualidad que los tres miembros españoles que hay en Magnum son mujeres. Aparte de Cristina [García], que lleva muchos más años, desde que entré yo y al año siguiente Lúa [Ribeira], hubo una preocupación por parte de los miembros de una generación mucho más contemporánea por alcanzar un poco el equilibrio y que hubiese cada vez más mujeres en Magnum porque realmente había muy pocas. Esto hace un poco de efecto bola de nieve. En cuanto hay más mujeres en la agencia, somos también más receptivas a la manera que tienen las mujeres de contar los proyectos, con lo cual su trabajo se consume mucho mejor y tiene más aceptación.

¿Pero todavía lejos de una igualdad?

Sí. Está lejos y además yo no creo que se llegue a una igualdad. Llegar en Magnum a una igualdad cuando en la sociedad no existe hace que sea un objetivo totalmente irrealista. Si el mercado está pidiendo sobre todo hombres, nosotros como agencia tenemos que poder ofrecer servicios que el mercado pide. Nuestro objetivo desde luego es intentar que el mercado pida cada vez más la visión de las mujeres.

Usted ha logrado abordar los grandes temas de la humanidad, como la inmigración, la guerra o el trabajo sexual, sin dramatismos. ¿Cómo lo ha hecho?

Yo creo que el drama está intrínseco en los temas que yo abordo. El drama realmente lo vive la persona que sale en la foto. No yo, ni quien la consume tampoco. Lo que sí que elijo, y es una elección que viene después de mis años en prensa, porque estuve 10 años de fotoperiodista, es no usar la culpa como herramienta para empatizar. Nos estamos quejando de que la audiencia ya no empatiza, de que lo mismo te ves un naufragio en el Mediterráneo que un anuncio de champú en la siguiente página y luego te interesa realmente la última canción de Shakira, de cómo nos estamos desensibilizando, pero para mí no hay que culpar a la audiencia. Es posible que nos estemos desensibilizando, pero también tiene una parte de culpa la prensa y cómo nos explican las historias. Nos las están contando desde el mismo punto de vista desde hace años, es decir, siempre diciendo “mira qué mal esto”, pero es que realmente la responsabilidad de cambiar esas cosas está totalmente fuera del alcance de quien está leyendo el artículo. No puede hacer absolutamente nada salvo votar cada cuatro años o cada seis, según el país, y confiar en que la persona a la que ha votado haga algo. Lo que yo intento es intentar recuperar la atención y la empatía, no con la culpa, sino a través del humor o de la admiración.

Para llegar a transmitir eso, ¿cómo entra en la vida de los que fotografía?

Es que realmente tampoco yo entro en la vida de los que fotografío. Cuando yo estaba en prensa, me sentía un poco mal de llegar para un reportaje y decir “hola pueblo gitano, he venido aquí a salvaros porque voy a hacer unas fotos estupendas y luego eso os va a cambiar la vida”. Llegó un momento en que me lo dejé de creer. Yo lo trabajo más hacia la audiencia: qué cree la audiencia de los gitanos, qué piensa, cuáles son los estereotipos y cuáles son los prejuicios y esa es mi base de trabajo.

En Madrid expone actualmente Cartas al director. Dice que con ella se cierra un ciclo importante en su carrera. ¿Por qué?

Yo me fui del periodismo en 2010 y lo hice no enfadada, pero sí diciendo “estas historias se pueden contar mejor”. Me di un espacio como de un año sabático para ver cómo podía hacerlo. Pero no he vuelto a prensa desde entonces. Ahora que ya han pasado 13 años, me apetece hacer otras cosas. Cada vez me estoy yendo más hacia el vídeo o incluso al dibujo. Incluso las fotos que estoy haciendo son más de colores y composición.

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