La última redera de Panxón

A sus 94 años Rosalía González recuerda su vida laboral en un documental municipal sobre oficios en peligro de extinción

Rosalía González Valverde recuerda su oficio en el muelle de Panxón.

Rosalía González Valverde recuerda su oficio en el muelle de Panxón. / Cris Grande

Entona la Rianxeira en el muelle mientras ata un aparejo ante las cámaras. Para Rosalía González Valverde es como coser y cantar, aunque haya cumplido ya los 94 años y aunque la red, como explica su hijo, el marinero José Manuel Varela, “no se cose, se ata”. Recuerda perfectamente cómo hacerlo a sus 94 años y su testimonio es el que puede mostrar a las nuevas generaciones de nigraneses un oficio que se ha perdido ya en su municipio. Ella es la última redera de Panxón y protagoniza un documental producido por el Concello de Nigrán para preservar su patrimonio etnográfico. El cortometraje, elaborado por Cris Grande Fotografía e Vídeo, se estrena este sábado, día 25, a las 20.00 en el auditorio municipal, junto con otros dos dedicados a otras dos mujeres que conservan profesiones en peligro de extinción: Esther Nande, la campanera de Parada, y Rosa de Malde, muiñeira en Camos.

Rosalía es la veterana de estas tres guardianas de la tradición nigranesa. Empezó a trabajar con solo 17 años, en plena posguerra, después de una infancia de penurias y cartilla de racionamiento. “Faltábannos os alimentos máis básicos: o aceite, o azucre, o panciño... Chegaban as colas para coller un cachiño ao mar”, recuerda. “Nós eramos catro irmáns e colliamos unha pateliña de peixe para ir polas casas cambialo por pan ou fariña, pero coa fame que tiñamos xa o comiamos polo camiño”.

Los cortos se estrenan este sábado a las 20.00 en el auditorio municipal nigranés

Luego empezó a trabajar como redera, un oficio “duro” en el que “pasabamos moito frío e moita calor tamén ao sol”, muchas veces casi sin moverse del sitio ,“de nove a unha e de tres a sete”, en una playa de Panxón que recuerda “moito máis grande”. Y también en Baiona, en Canido o en Saiáns, a donde se desplazaban a pie. Armaban “aparellos da ardora para pescar sardiña, xurelo, bocareu e xouba; pezas do xeito para a sardiña; trasmallos para o peixe variado... maragotas, pintos, lenguados, bogóns, centolos; e as muxeiras para as pescadillas e os chinchos”.

Rosalía, en el centro, en una imagen de su álbum familiar.

Rosalía, en el centro, en una imagen de su álbum familiar.

Cuando la faena lo permitía, compaginaba la actividad con el marisqueo, porque la necesidad apretaba. “Todo eramos mulleres, iamos á Foz coller berberecho, despois na praia de Panxón colliamos longueirón e cadelucha...”, rememora. “Daquela había moito peixiño que nos salvou nos anos da fame. Faciámolo nas brasas porque non había aceite nin nada”.

Toda su familia se dedicó siempre al mar y su marido se embarcó en pesqueros de altura de recién casados. “Botaba meses no mar e estaba na casa tres ou catro días. Cando naceron os críos non estaba e cando viña escapábanlle porque non o coñecían”, relata con amargura. “Non había domingos nin festivos” en aquellos oficios marineros. Del suyo ya no queda ninguna profesional en la localidad.

La última redera de Panxón

Rosa de Malde, en la puerta del Muíño do río Táboas, con el saco de maíz al hombro. / Neli PIllado

Muiñeiras sí hay alguna más en parroquias rurales como Chandebrito, pero en Camos solo queda una, Rosa Misa, más conocida como Rosa de Malde, que todavía utiliza el Muíño do río Táboas, el único en funcionamiento en el municipio. Ochenta años moliendo, desde los 9, edad a la que le enseñó su padre. “Naqueles tempos era a única muller que o facía”, afirma, y sigue siendo la única que sabe cómo manejar el molino. “Moíamos millo, centeo, trigo e cebada, para os animais máis groso e para comer nós máis fino. E peneirando para que non vaian cascullos”, apunta mientras pone a funcionar la muela para que la graben.

Esther Nande, la última campanera del Val Miñor, en la parroquia de Parada.

Esther Nande, la última campanera del Val Miñor, en la parroquia de Parada. / Cris Grande

La última campanera de Nigrán y de todo el Val Miñor es Esther Nande, pionera en hacerse con una tarea que históricamente han desempeñado hombres y que fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en noviembre. A sus 70 años cuenta ya cuatro décadas repicando en su parroquia y se inició casi de rebote, porque su hijo era sacristán, “para que non perdera escola”.

Le enseñó la técnica “a señora Esperanza”, vecina de enfrente de la iglesia de Santiago de Parada, “desde a ventá”. Los espectadores podrán conocer los distintos tañidos de la mano de Esther: a difunto, diferente para hombre o mujer, de llamada a misa, de Pascua... Una tarea “moi presa” porque no tiene horario y para la que “hai que estar forte”, que se extingue a base de sistemas de toque automático en las iglesias.

Suscríbete para seguir leyendo