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El último “león” de Camos

De la recordada charanga de los años 40-50 solo queda Benjamín Gómez, el bombo, que recibirá un homenaje mañana en el memorial del maestro Secundino Pérez Sanromán

Benjamín es el primero de pie por la derecha en esta fotografía de la mítica charanga Los Leones de Camos.

Hace décadas que no golpea el bombo pero todavía conserva el ritmo en las manos. Parece tocar una melodía mientras revuelve las fichas. “Agora xogo ao dominó e pouco máis, pero levamos feito moita festa”, recuerda Benjamín Gómez Rodríguez en el salón del centro de mayores de Nigrán. Es el único músico que queda de Los Leones de Camos, la orquesta con la agenda más apretada de la comarca en los años 40 y 50 del pasado siglo. Todavía hay quien recuerda los bailes al son de sus piezas en las principales fiestas patronales del área de Vigo. El Concello de Nigrán le rendirá homenaje mañana domingo en el tradicional memorial anual del maestro de gaiteiros Secundino Pérez Sanromán, previsto a las 17.00 en el auditorio municipal.

El Concello de Nigrán organiza el acto en recuerdo al nigranés de Chandebrito que enseñó a tocar la gaita a cientos de miñoranos, fallecido en 2014. Tocarán algunos de sus antiguos alumnos y de los grupos folclóricos que impulsó durante su carrera: Ecos e Agarimos de Peitieiros, Novos Aires de Coruxo, O Castro de Chandebrito, Aire Santes de Vincios, A Merced de Chaín y Ardelume de Baíña. Para esta ocasión, el Ayuntamiento ha editado una revista que recoge su biografía, fotografías antiguas y la transcripción de una entrevista que le realizó en 2013 la comisión de fiestas de Priegue. La autora del trabajo es otra de sus pupilas, Thays Cabaleiro, gaiteira de Priegue.

Benjamín Gómez recuerda a Los Leones de Camos jugando al dominó en el centro de mayores de Nigrán. Neli Pillado

Los Leones de Camos nacieron alrededor de 1940 junto con los también míticos Os Terribles de Donas. Fueron una de las agrupaciones en las que Secundino se forjó como músico y centran un capítulo de la publicación que verá la luz el domingo. Para contar su historia, Cabaleiro dio con el único integrante vivo, Benjamín, que nació en la misma parroquia que la banda y tocó el bombo desde 1943 hasta 1950. Solo tres de sus miembros tenían conocimientos musicales y Secundino era uno de ellos. “Os demais tocabamos de oído”, recuerda. Pero eso no les restaba caché. “Xa cobrabamos daquela 100 pesetas e mantidos, comiamos e dormiamos nas casas dos mordomos. Había músicos de primera que cobraban 60 pesetas e de mantidos nada”, relata con orgullo.

"Xa cobrabamos daquela 100 pesetas e había músicos de primeira que cobraban 60"

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A sus 93 años, Benjamín recuerda con claridad aquella etapa. Apenas tenía 14 años cuando ingresó en Los Leones y compaginaba su pasión musical con el duro trabajo de carretillero. “Comprei o primeiro bombo daquela, custoume 14 pesos e pagueino a prazos”, relata. “Nas fins de semana marchabamos a Saiáns ou a San Miguel de Oia ensaiar, a pé ou en bicicleta, claro”. Cuando llegaban los contratos, también se desplazaban a pie. “Cando nos chamaban de Aldán iamos andando ata Canido e desde alí levábannos uns mariñeiros. Máis adiante xa nos poñían coche de línea e mandábannos tocar toda a viaxe. Ou colliamos o tranvía ata Vigo e logo o barco. Tocabamos todo o tempo: polos camiños, nos bares, nas festas...”

A las fiestas, a pie

Pese a las dificultades económicas y de movilidad de la época, Benjamín recuerda aquellos años con mucho cariño. “A Aldán fomos durante uns cinco anos e botabamos alí tocando os tres días de Entroido. Iamos á mantida e viñamos con 300 pesetas de volta cada un. Coia fame que pasaba eu daquela, naqueles días engordaba e viña farto para a casa”, explica entre risas.

Él ponía ritmo con el bombo, pero también se encargaba de animar el ambiente. “Chamábanme o Acuco porque era o encargado de acucar cando había que amenizar a festa. Así que me avisaban mandáballe un aturuxo, sobre todo nos pasodobres para animar a xente a bailar e que o pasase ben”.

A la diversión sumaban aprendizaje y disciplina. Eran casi unos niños y se ponían a las órdenes del músico que hacía de coordinador. “Tocabamos con uniforme, diso encargábase Avelino, que era moi bo pero tamén moi estrito. Non lle gustaba que fósemos mal vestidos nin que tocásemos bébedos. Quería que fósemos serios e entre Avelino, Secundino e Varela preparaban as partichelas e marcábannos o ritmo para que o fixeramos ben”, rememora.

Los Leones fueron casi como una escuela para él. Como casi todos sus compañeros, dejó el grupo al marcharse al servicio militar y al volver ya no había tiempo para tocar. Formó una familia y trabajó como maderero hasta la jubilación.

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