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Una vida escolar reducida a escombros

Exalumnos del colegio Igrexa expresan su tristeza por el derribo del viejo centro

Una vida escolar reducida a escombros

"Cuando veo a la máquina triturando las aulas me da una pena enorme, ahí están muchas de mis vivencias de la infancia y, en cierto modo, es como si me las derribasen también". Este es el sentimiento de la chapelana Paula Santervás, de 31 años, cuando observa cómo las máquinas van reduciendo a escombros el colegio en el que estudió entre 1993 y 1999.

La demolición del viejo centro educativo, iniciada a principios de año como parte del convenio firmado entre el Ministerio de Fomento y la empresa Audasa para la ampliación de la autopista AP-9, supone un golpe a los recuerdos de muchas generaciones de chapelanos que iniciaron su vida escolar en este lugar ahora transformado en una montaña de escombros.

"Cuando yo estudié en este colegio, a finales de los años 60, ni siquiera estaba la autopista. Era muy diferente porque en el espacio que ahora ocupa la AP-9 había un patio enorme en el que nos reuníamos todos los niños a jugar tanto en los recreos como los fines de semana. Los recuerdos que tengo son muy bonitos porque hice muchos amigos, todos los alumnos vivíamos cerca y lo pasábamos muy bien", recuerda Rosa Costas, de 57 años. En su familia, varias generaciones son exalumnas del colegio Igrexa, ya que estudió ella y sus hermanos, más tarde sus hijas, y en los últimos años sus nietos. Incluso dos de ellos, de 6 y 8 años, han tenido que trasladarse este curso a las nuevas instalaciones de Cidadelle. "El nuevo centro escolar tiene unas instalaciones mejores, es más moderno y con las aulas más luminosas, pero mis nietos todavía me dicen que echan de menos el antiguo colegio", comenta.

Otra exalumna, Dolores Sánchez, de 39 años, asegura que le "duele el corazón" ver como en unos días se destruye un colegio con más de medio siglo de historia y por el que pasaron cientos de niños. "Siempre estuve muy vinculada a este centro porque además de alumna, después hice mis prácticas como profesora, y también estudió mi hija, que ahora está escolarizada en el nuevo colegio", explica. Para Dolores es muy triste tanto el derribo como las causas del traslado. "Es una pena que los vecinos y los alumnos tengan que sacrificar su bienestar por la ampliación innecesaria de una autopista, que todavía sigue perjudicándonos", lamenta. Y respecto al futuro del espacio que ocupaba el viejo colegio propone que se destine a un recinto de ocio para jóvenes y mayores, y también las casas de maestros -de momento indultadas por la piqueta-, que se dediquen a fines sociales y culturales.

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