El Celta se pierde en la pizarra de Benítez

La inédita apuesta de jugar con tres puntas contra el Girona no rescata de la pobreza a un Celta sin ideas ni puntería

Gazzaniga salta sobre Carlos Domínguez para despejar un balón en el área del Girona. //  ALBA VILLAR

Gazzaniga salta sobre Carlos Domínguez para despejar un balón en el área del Girona. // ALBA VILLAR / j. bernardo

La novedosa fórmula de jugar con tres delanteros tampoco bastó al Celta para puntuar en la visita del líder a Balaídos. La arriesgada apuesta de Benítez, que venció sus reticencias de juntar a Aspas con Larsen y Douvikas, estuvo lejos de rescatar al conjunto celeste de la pobreza de ideas y el desconcierto que le ha venido acompañando en estas últimas semanas. Las opciones de sacar algo en limpio frente al Girona apenas se limitaron a un ataque de coraje al final del primer tiempo en busca de un empate que nunca llegó. Un breve destello de amor propio para reaccionar al gol de Portu que no ocultó las carencias de un grupo sin identidad, preso de la desconfianza e inoperante en el juego posicional, un equipo, en suma, que recibe mucho de lo que concede y necesita demasiadas ocasiones para conseguir un gol.

El Girona golpeó pronto, mandó con la pelota y supo adaptarse mejor que el cuadro celeste el deplorable estado del césped de Balaídos, que de nuevo condicionó para mal el choque. Míchel tuvo el partido donde él quiso y no necesitó tirar de fondo de armario para administrar con comodidad la exigua ventaja adquirida a los 20 minutos de ponerse el balón en juego. El Celta reaccionó al gol, pero no fue capaz de trasladar su rebeldía al marcador ni sostenerla en el tiempo. No duele tanto la derrota, previsible por la calidad y el momento del rival, como la pobre imagen ofrecida en el segundo tiempo y la incapacidad de Benítez para encontrar soluciones a problemas que se vienen perpetuando desde la primera jornada de Liga. De todo ha probado el técnico madrileño, que no encuentra las piezas ni el esquema para dar con la tecla que haga funcionar a su equipo.

Tres delanteros al fin

Sorprendió el técnico celeste alineando de partida a Aspas, Larsen y Douvikas, una apuesta ofensiva inédita que el propio Benítez había desechado públicamente por supuesta la merma de equilibrio que supondría para el equipo juntar a los tres delanteros. Lo compensó volviendo a defensa de cinco y situando en el medio a Luca y Tapia para ejercer como enlace creativo con los tres de arriba. El experimento no funcionó porque el Girona aprovechó el primer boquete para ponerse por delante y, como tantas otras veces le ha ocurrido este curso, el Celta fue a remolque con bastante más empuje que ideas.

Benítez situó inicialmente a Iago en el centro del trío, con Douvikas tirado a la derecha y Larsen como extremo izquierdo, con pobres réditos, aunque las prestaciones de los celeste mejoraron ligeramente cuando el técnico movió a Aspas a la derecha y puso al griego, (que se mató a trabajar, pero definió mal) arrimado al costado diestro. Larsen cortejó el gol con un remate a la madera (el tercero del curso) tras un buen centro de Mingueza al área chica. Douvikas lo buscó sin fortuna tú a tú contra el Gazzaniga, pero el portero del Girona le rebañó primero el balón de entre los pies y más tarde atrapó sin esfuerzo el manso disparo del punta griego.

Dificultades en la presión

El Celta fue tan generoso como poco efectivo a la hora de presionar la salida de pelota del Girona. En esta tarea, Tapia redobló esfuerzos, casi como un cuarto delantero, lo que originó problemas en el repliegue cuando el conjunto de Míchel consiguió combinar con algo de velocidad. Así llegó el gol de los rojiblancos, con el peruano fuera de sitio, corriendo tras la bola para recuperar la posición y la ayuda involuntaria de Starfelt, que se equivocó en el hombre a marcar facilitando una combinación letal entre Savinho, Miguel y Portu que el delantero rojiblanco, entrando hasta la cocina, estampó contra la red.

Un breve ataque de orgullo

El gol del Girona despertó el orgullo herido del Celta, que empujó en busca del empate y hasta por un momento dio la sensación de que podía conseguir el gol que necesitaba para meterse en el partido. Larsen se topó con el travesaño y Douvikas, para variar, definió mal. El Girona se fue indemne al descanso y el Celta no fue ya capaz de reaccionar.

Cambios ineficaces

Con poco de lo que tirar desde el banquillo para mejorar el ataque, Benítez movió pronto ficha con un doble cambio improductivo. Ristic (que acabó protagonizando el único lanzamiento a puerta de los celestes en el descuento) relevó a Manu y Jailson suplió a Luca. El doble cambió achicó al Celta, que perdió presencia en campo rival por banda y velocidad en el medio. Ristic defiende, pero llega poco y el brasileño está lejos de demostrar que es el medio centro que cuadro celeste necesitaba para dar músculo y coherencia a su línea medular. El siguiente movimiento, muy silbado por el público, fue relevar a un exhausto Tapia por el intrascendente Dotor y reforzar el ataque por banda con un errático Miguel Rodríguez errático.

Menos profuso en los cambios se mostró Míchel. El entrenador del Girona movió sus lo justo sus piezas (entraron Iván Martín por Portu y Valery por Tsiganov) y para desactivar al Celta y gestionar su ventaja dominando la pelota.

El técnico, en la picota

Los cánticos contra Benítez se intensificaron con el paso de los minutos y ganaron presencia (sobre todo con los cambios) hasta el clamor final. El técnico dilapida su crédito. Sus promesas de mejoría no llegan y su discurso, carente de autocrítica, suena hueco y cansino.

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