Ni contigo ni sin ti

Benítez lo prueba todo, incluso lo sacrílego, para comprobar que no hay remedio en el deterioro del juego del equipo

Bamba se protegedel despeje de Balliu.

Bamba se protegedel despeje de Balliu. / LOF

Armando Álvarez

Armando Álvarez

“¡El horror, el horror!”. El Celta se ha convertido en un corazón en tinieblas. Hay que insistir: los equipos que juegan bien y pierden acaban jugando mal a largo plazo si no logran ganar de inmediato. Los celestes se ajustan al paradigma. El deterioro desde San Mamés resulta doloroso. Los jugadores ya se cuestionan sus escasas certezas. En la ansiedad de su búsqueda abandonan incluso lo que sí funcionaba. El primero, Benítez, que ha empezado a probar remedios sólo para asomarse a la aterradora posibilidad de que no existan. El entrenador probó a matar al padre, que es Aspas. Pero ni en esa orfandad ha madurado su escuadra.

No era Aspas

En esa combinación de tres elementos tomados de dos en dos, Benítez se atrevió a sentar a Aspas. Una decisión valiente que a la postre ha desnudado otra carencia. Podíamos creer que el Celta no había apostado hasta ahora por la presión alta para proteger a su veterano astro del desgaste que ya no puede soportar. El partido de Vallecas descubre que el Celta sencillamente no sabe hacerlo. El entusiasmo de Douvikas en ese esfuerzo hubiera merecido más acompañamiento. Faltan automatismos, coordinación, voluntad colectiva... El Rayo salvaba cualquier emboscada con una simple pared. Ocupaba mejor los espacios. Siempre pescaba cuando echaba el anzuelo. Si no marcaron, fue por Guaita; si no generaron más oportunidades, fue por Starfelt.

Sin atrevimiento

Ha habido proyectos célticos que se han salvado e incluso habitado en zona templada jugando peor. La clasificación del equipo y sobre todo su botín de puntos siguen siendo lo más injusto que uno recuerde en la comparación con los méritos contraídos. Cada vez lo será menos si no se frena esta agonía. Aquel conjunto que aspiraba a Europa durante 80 minutos, estropeando su crédito en los últimos diez, bordeó ayer el espanto durante 80 sin mejorarlo en los últimos diez. El Rayo se había abierto en el anhelo y el cansancio. Habían aparecido espacios que explorar. Aspas había salido para aportar al menos la pausa que nadie más había mostrado. Faltó atrevimiento sobre la cancha y en el banquillo.

Benítez llega al banquillo de Vallecas.

Benítez llega al banquillo de Vallecas. / LOF

Mensajes internos

Rafa Benítez ha ido dando oportunidades a casi todas sus piezas en las alineaciones iniciales. Su gestión de los recursos en juego resulta mucho más discutible. Él mismo está contribuyendo a alimentar la impresión de que la plantilla es mucho más pobre de lo que realmente es. Miguel Rodríguez y Carles Pérez sólo habrían salido al campo para constatar clínicamente el fallecimiento por agotamiento de Luca de la Torre. Benítez sabe si le falta fe en algunos jugadores o si castiga el bajo rendimiento en el trabajo diario. La situación del estadounidense era desde luego mucho más obvia que la urgencia de retirar a Beltrán, al menos según los gestos. El mensaje interno que envía el técnico es de difícil digestión.

Piezas poco rentables

El caso de Carles Pérez, ahora mismo fuera de la ecuación, se antoja sintomático y representativo de la situación del Celta. No existen conspiraciones contables ni cualquier otra de esas extrañas teorías a las que el celtismo de redes sociales se ha aficionado. Y siempre es posible explicar lo que sucede mediante lo que no ha sucedido. En nuestra imaginación podemos atribuirle el peso que queramos al centrocampista que nunca fue fichado. Pero es mentira que la directiva no se haya gastado el dinero. A estas alturas resulta irrebatible que se lo ha gastado mal. Salvo Starfelt, las operaciones en las que se ha concentrado la inversión distan mucho de ser rentables. Benítez no ha proporcionado fiabilidad táctica, el brillo de Bamba se ha ido apagando... Lo individual y lo grupal se retroalimentan. La ausencia de Mingueza explicaba la temporada pasada el colapso con Carvalhal. Su presencia ahora cada vez se explica menos.

De la Torre conduce el balón.

De la Torre conduce el balón. / Efe

El compañero, enemigo

Ciertamente al Celta le falta creatividad en la medular –lo cual no justifica tantas ventajas que en otros partidos no han sabido defenderse–. Pero en este punto de declive, todos los jugadores han empezado a parecer peores de lo que son. La desconfianza es un gusano que te horada el cerebro. Ante el Rayo, ninguno fue capaz de reclamar el balón; ninguno capaz de retenerlo, girarse y proporcionar oxígeno a las combinaciones. Cada céltico se dedicaba a espantar la pelota lo antes posible, aunque fuese a costa de generarle un mayor problema al compañero.

Ganar y perder

El fútbol admite cualquier teoría. Ofrece precedentes para sustentar cualquier opinión. Nos permite elaborar a posteri cualquier argumentación. Al final, lo que deseamos, analistas y seguidores, es que la pelota entre. La paciencia que siempre se ha reclamado con los entrenadores puede resultar amarga con Benítez, blindado por su prestigio y especialmente por su contrato. La pelota decidirá. Hay problemas que el técnico tiene que resolver y otros que corresponden al psicólogo deportivo. El Celta está perdiendo –o empatando– ahora por haber perdido antes. En ocasiones, a la victoria sólo se llega habiendo ganado.

Tapia, presionado por Balliu.

Tapia, presionado por Balliu. / EFE

A cámara lenta

Al Celta hasta le están desposeyendo de los agravios arbitrales. Carnal actuación de García Verdura; excelente en criterio, ubicación y manejo emocional del encuentro. Y bien acompañado desde el VAR por Busquets Ferrer. Los jugadores fingían antaño sin que el rival los tocase. Hoy intentan que el rival los toque para fingir. Confían en la cámara lenta. La ética futbolística no depende de los árbitros.

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