Aspas empuja el barco hacia tierra firme

Un Celta cada vez más sólido se aleja de los puestos de descenso tras liquidar al Rayo Vallecano en apenas dos minutos del segundo tiempo | El moañés abrió y cerró la goleada con dos remates espectaculares

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Avista el Celta tierra firme tras meses de tortuosa navegación. Empujado por la magia infinita de Iago Aspas –cuyo talento es inversamente proporcional al reconocimiento que ha recibido durante los últimos años más allá del Padornelo– el equipo vigués sumó ante el Rayo Vallecano un nuevo triunfo que le permite poner tierra de por medio con los puestos que conducen a un descenso que se prevé más caro que nunca.

Soplan los viento a favor de la escuadra de Carlos Carvalhal, cada vez más sólida, mejor protegida, con una idea clara de lo que busca y con mayores herramientas para herir al rival en el área contraria. Ante los madrileños no firmaron su mejor obra, pero encontraron argumentos para mantener su portería a cero y para dejar sin respiración al Rayo en cuanto bejó la guardia. Porque el partido se decidió en un suspiro del arranque del segundo tiempo, el instante que lo cambió todo. Acababa de enviar al palo Raúl de Tomás la mejor ocasión para los de Vallecas y aún con el susto en el cuerpo el Celta le conectó dos directos consecutivos que enviaron a la lona al cuadro de Iraola que ya solo pudo quedarse en el suelo a dormir el sueño de los justos.

El partido sirve también para glorificar una vez más la figura de Iago Aspas, el encargado de abrir y cerrar la goleada. El moañés había pasado el mes de febrero en blanco lastrado en gran medida por esa maltrecha espalda que periódicamente le amarga la existencia y que algunas semanas le tiene casi más tiempo en la camilla del fisio que en el campo de entrenamiento. Pese a todo el Celta había sobrevivido a su ausencia anotadora, una noticia casi tan importante como los propios goles del moañés. Ayer regresó con toda su grandeza, con dos goles brillantes en su ejecución que confirman una sentencia tantas veces repetida, que Iago es el mejor delantero español que ha visto la Liga española desde la retirada de David Villa. Muchos otros tendrían que estar penando eternamente por el trato que le han dispensado en los últimos años.

Una hora antes de que Iago iniciase su recital, cuando la gente estaba todavía llegando a su localidad con el cerveza aún fresca en el cuerpo, el moañés saludó al partido fallando una ocasión clarísima ante Dimitrievski. Sucedió después de la primera arrancada de Gabri Veiga, un toro desbocado que atravesó el medio del campo del Rayo como si estuviese ante cadetes, que encontró el pase preciso para Aspas en el punto de penalti. Seferovic –que entiende el juego de maravilla y repitió como titular en ese baile que mantiene con Larsen–, había arrastrado a la defensa para generarle el espacio al moañés que en ventaja hizo un remate muy deficiente. Fue el punto de partida de un buen tramo del Celta que zarandeó al Rayo como si quisiese despertarle de la siesta. Gabri era incontenible para sus parejas de baile y el balón iba con velocidad de un lado a otro, encontrando socios y situaciones de disparo.

La tuvo Gabri Veiga que obligó a Dimitrievski y también Carles en un disparo desde fuera del área. Pero a partir del cuarto de hora Iraola supo meter el partido en la nevera. No están los de Vallecas peleando por Europa por casualidad. Son un equipo ordenado, lleno de futbolistas con buen pie y especialistas en destruir y limitar al rival. Su medio del campo supo apretar a Beltrán y a Veiga; sus laterales se impusieron en muchos tramos y como vía para atacar al Celta eligieron examinar a Kevin –que ocupaba el lateral por la ausencia de Mingueza y Mallo– con el afilado Alvaro García. Todo ello equilibró el partido, masticado con calma por los dos equipos, sin protagonismo en las áreas. Si algo ha aprendido el Celta de Carvalhal es a no tener prisa, a no dejarse llevar por arranques de ímpetu que en ocasiones conducen al desastre. Sus centrales e Iván Villar (cada vez con mayor dominio del área) aportaron serenidad a un equipo que sabe que tarde o temprano le va a llegar la ocasión de lastimar al rival. Solo algunas pérdidas, generadas por la presión del Rayo y por ciertas imprecisiones, es lo único que se puede reprochar el Celta.

Del descanso salió el Rayo con otra cara. Más despistado el Celta que estuvo a punto de pagar caro esa innecesaria concesión al rival. Llegó el momento clave del partido. Una pérdida en la salida dejó a Raúl de Tomás solo ante Villar. El delantero, refuerzo invernal de los vallecanos, ajustó tanto el remate que lo estampó contra el palo. Lo siguiente que ocurrió fue que Javi Galán pasó por encima de Isi para ganar el área. En otro tiempo su envío habría acabado donde debía, pero los tiempos han cambiado para el Celta y para el lateral extremeño, uno de los que más han mejorado en los últimos meses.

Puso el balón en dirección al punto de penalti, la zona exacta donde Aspas había tirado el desmarque. El moañés sacó un remate cruzado, raso, imposible para el portero. Conmocionado por el tanto, el Rayo perdió el balón en el saque de centro y el Celta trazó un ataque fugaz que dejó a Seferovic mano a mano con Dimitrievski. Su remate fue rechazado, pero Carles Pérez enganchó el balón y entre él y Pathe Ciss lo enviaron al fondo de la red. Levantó el banderín el línea, pero tras la deliberación en la sala del VAR el árbitro dio validez al gol.

En un suspiro el Celta había liquidado el partido. El Rayo no podía entender nada de lo sucedido. Iraola cambió a medio equipo, pero no encontró soluciones. Carvalhal mantuvo la calma y dosificó un poco las sustituciones. Iván Villar intervino en un par de acciones antes de que el técnico portugués hiciese sus cambios más habituales y pisasen el campo sus famosas “galiñas picadoras” (la forma que eligió para describir el trabajo y las ayudas que aportan Cervi o Solari).Todos aportaron desde el banquillo. Unos con trabajo y otros, como fue el caso de Oscar, poniendo mucho orden en el juego del Celta cuando recuperaba la pelota. Precisamente una exquisitez de Oscar para dar un pase con la clavícula fue el origen al tercer gol. Un envío equivocado dejó a Iago delante del portero con escaso ángulo. El moañés solucionó la jugada con una sutil vaselina con el exterior de la pierna izquierda. Un gol que retrata a un genio, el mejor colofón a una tarde en la que el Celta se marchó del campo mientras sus vigías gritaban tierra.

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