Vigo, desde mucho antes de la fusión del Sporting Vigo y el Fortuna, tiene sus héroes futbolísticos, ensalzados por la Cruz de Santiago y por casi un centenar de años. Este historial lleva sus dos últimos años de existencia con sus héroes, y con los que no lo son como, por ejemplo, entrenadores y directivos, que son los que rigen los destinos del Club, que siempre piensan que son ellos quienes ganan los partidos, mientras que los jugadores son los que los pierden. Como cuando fichan a esos jugadores los ensalzan a la categoría de héroes, luego cuando fallan o pierden, por su mala pata, los repudian como héroes. Todo está medido y calculado para que el "circo inventado" siga vivo, aunque sea desconocido para quienes lo siguen. Pues bien, viendo a los héroes del Celta y del Eibar, salvo al buen guardameta del equipo vasco que, ¡por fin!, después de tantos años me hizo recordar los porteros de mi época, por su buen hacer bajo y fuera de los palos, dándole a su equipo una seguridad de firmeza que no tenían sus compañeros que, al igual que los del Celta, intentaban jugar al fútbol con su mala pata. Y después de ver jugar a los héroes de mala pata del Celta y del Eibar, ¡tengo que escuchar que el fútbol que hacen jugadores con mala pata es mejor que el que hacían jugadores de verdad!. Dejemos a un lado a los ignorantes del fútbol, y centrémonos en los héroes de mala pata.

Por fin, después de tantos años vi un buen portero de fútbol, el cual, sin tener una clase excepcional, sí le ha dado una excelente lección a nuestro joven y cómodo guardameta en todos los terrenos de cómo debe actuar un buen portero debajo y fuera de los palos, quedándose con los balones, haciéndole ver al contrario que la jugada ha terminado sin peligro ni consecuencia alguna. Todo lo contrario del rebotado balón por los porteros de hoy, que se creen a los que les dicen cómo hacer zapatos a los zapateros. Para lo cual los engañan con aquello de que antes los porteros solo sabían despejar de puños un balón de correa en un fútbol arcaico, o bien que el portero solo tiene que parar balones para que no le marquen gol. Sin tener conocimiento alguno de ese fútbol y de lo que dicen, porque cuando se jugaba aún no habían nacido. Son los atrevidos que quieren participar en la "tarta" sin saber cómo. Solo tuvo dos fallos en sus intervenciones el buen portero del Eibar. Una en aquel balón que pegó en el palo, pues debió de salir a cortar el remate, al borde de su área, mientras que la otra fue el balón que se le coló entre piernas, ya que una pelota, sea en largo o en corto, nunca se debe intentar de coger con las piernas separadas. Siempre hay que hacerlo, aunque no sea tan cómodo y bonito, agachándose con la rodilla en tierra. Estos dos fallos fueron con creces superados por ese buen guardameta, al cual su equipo le debe ese valioso empate, que no solo le suma un punto sino los del golaverage parcial. Esto indica que con el empate en Balaídos, el Eibar supera ya al Celta no solo en seis puntos reales sino en siete. Lo que nos dice que para superarlo, el Celta tiene que jugar tres partidos, ganar dos y empatar uno, sin que el Eibar pueda hacer un solo punto en esos tres encuentros. Por lo que es muy difícil que pueda superar, en la clasificación final, al cuadro vasco. Por lo tanto salvo milagro, que esta vez también es muy difícil que se realicen, el Celta estará por debajo del Eibar en los puestos de salvación. De un equipo que solo sabe pelear por el triunfo, pero que cuenta con un buen portero para aguantar un resultado y que hace de su campo un fortín. Que le será suficiente para clasificarse por encima del Celta.

De un Celta con jugadores, todos ellos, con mala pata, con un entrenador, llamémosle así, cuestionado por algún que otro jugador, tal como lo hemos podido ver frente al Eibar, en el cambio de uno de ellos. Y cuya directiva sigue teniendo como referencia de hacer un buen equipo, para salir de la complicadísima situación en la que se encuentra, con una mentalidad tan errónea que nos acerca al siglo. A la cual le recomendamos desde aquí, que no se gasten el dinero, mucho o poco, que tengan para fichajes en el mercado de invierno, ya que no le van a solucionar nada, como no les han solucionado nada los retornados al "nido". Aprovechemos el tiempo que nos queda, que no es mucho, a pesar de lo que se piensa y dicen, y comencemos hacer bien las cosas. ¿Cómo?. ¡Con la valentía y decisión que requiere, ya que luego no podrán llevarlas a cabo!. Hay que hacer una planificación de futuro más estable, conjuntamente con la remontada para salir de la complicada situación en la que nos encontramos. Esto hay que hacerlo ya ahora, pues el equipo necesita, como el pan para comer y el agua para beber, hacer la pretemporada que no se hizo en las dos anteriores. Para lo cual tenemos que arriesgar, si queremos ganar, el bajar o no de categoría. Cuyo riesgo ya estamos asumiendo con bastante más firmeza y sin conocimiento alguno, salvo la esperanza del milagro, que ya dije que esta temporada no habrá. Pero antes se cesará, en sus funciones, al hombre encargado de tanto e inútil fichaje, así como al entrenador que, a pesar de lo que dije de él, después del único partido que ganó ante el Villarreal, no es el entrenador para un futuro mejor del Celta. De no llegarse a un buen acuerdo, el club tiene suficiente capacidad de maniobra para dejarlos al margen de lo que se quiere y debe hacer. Buscar dos hombres, para estos dos puestos, que conozcan el fútbol gallego, sobre todo el del celtismo, y a los jugadores, sean de la provincia que sean, que puedan encajar en nuestro fútbol. No olvidemos que para jugar al fútbol se nace, pero también enseñando al jugador, día tras día, se hace. Por lo tanto hay que buscar hombres que no solo han jugado al fútbol de alta o baja competición, sino que sepan enseñar a buscar lo que se quiere. El camino es difícil y arriesgado, pero si se elijen bien los hombres se puede lograr, sobre todo si sabemos inculcarle al jugador ese cariño, recíproco, de amor a unos colores que son bandera en el fútbol nacional. De no hacerlo seguiremos navegando en un barco sin fondo, sin esperanzas de llegar a puerto. Y lo que aún es peor, jugar y ver partidos de fútbol en Balaídos, como los que estamos viendo, entre cómicos, dirigidos por entrenadores como Stan Laurel y Oliver Hardy.