César es un niño de Guadalajara. El resto de compañeros de su clase son del Madrid, del Barça o del Atleti. Él no. Él es del Celta. Porque el celtismo a este alcarreño de nueve años le viene de familia. Por parte de padre tiene sangre de Vilagarcía y por la de su madre, de Ourense. Fue su abuelo, agente comercial de Pescanova, quien echó raíces en la provincia hace años. Desde entonces Carlos y María José, padres del chaval, han tratado de inculcarle a su hijo que en su casa arriacense son gallegos... y celtiñas.

Además de la pasión por el equipo de su tierra y el amor por el balonmano, Carlos Paulos también ha fomentado en César una afición de otro tiempo: las chapas. Mientras los niños de su edad se divierten con el FIFA o el Fornite en la Play Station, César se lo pasa en grande con este juego tradicional que le ha enseñado su padre. "Empezó jugando hace tres años con el álbum promocional de Coca-Cola que incluía diferentes equipos y un campo tamaño póster para jugar", explica Carlos.

A partir de ahí se pusieron manos a la obra. Consiguieron unas miniporterías que encontraron en una tienda de regalos, empezaron a reunir las chapas de los cascos vacíos de refrescos y Carlos empezó a diseñar y editar las pegatinas de los "jugadores" que rellenarían el interior de las tapas de cada botella. Los primeros fueron los del Celta, pero cuando le preguntó a César con qué otros equipos querría jugar, su hijo no se lo pensó dos veces y le pidió que hiciese otra vez al conjunto vigués pero con la segunda equipación. "No quiero a ningún otro equipo como rival, así siempre gano", le sorprendió su hijo.

Chapas diseñadas por Carlos con la plantilla del Celta 2018-19. // Carlos M. Paulos

Desde entonces en el Balaídos a escala de la casa de César siempre juega el Celta contra el Celta. Su padre editó con mimo la representación de los veinticinco jugadores de la primera plantilla por duplicado, con su versión en celeste y con su opuesta en morado. Están todos. Desde el capitán Hugo Mallo al último en llegar este verano, Júnior Alonso. El paraguayo fue una reclamación expresa del chaval cuando revisó el primer diseño de su padre. El niño echó cuentas de memoria y en seguida se percató de que Carlos se había olvidado de Júnior Alonso, de Brais Méndez y de Jozabed.

Ahora que la colección está completa César suele invitar a Martín, su hermano mayor, y a sus amigos a jugar con él a las chapas. Lo hacen en el recreo cuando las lleva al colegio o en su casa. Mientras disfrutan de la partida, este joven aficionado celeste les cuenta lo buenos que son Iago Aspas. También les enseña su pequeño museo, al que todavía le falta una última adquisición. Carlos, el padre, confiesa que a su hijo le encanta la nueva camiseta celeste pero que en donde viven no la encuentra. "Resulta complicado para un niño de nueve años en Guadalajara lucir la camiseta del Celta entre todas las del Madrid, Atlético y Barça", manifiesta el progenitor.

Este verano perdió una oportunidad casi perfecta para adquirirla. Durante las vacaciones, Carlos pudo llevar a César por primera vez a Balaídos. Vivieron el debut en Liga del Celta de Mohamed contra el Espanyol desde la grada de Río. Fue una experiencia inolvidable para el niño, pero se quedó con las ganas de volverse a Guadalajara con su anhelada camiseta. En la tienda le indicaron que se habían quedado sin ellas por culpa de un incendio en el almacén de ropa y que solo les quedaba el segundo uniforme. Un pequeño contratiempo que César espera solucionar estas navidades. El joven ya tiene el dinero ahorrado y tiene claro qué regalo se va a hacer a sí mismo por los Reyes Magos: la celeste.