El Celta no estuvo ayer solo en su memorable triunfo sobre el Krasnodar. Una treintena de aficionados se desplazaron a la localidad rusa del mismo nombre situado a orillas del río Kubán, en el Cáucaso septentrional, para arropar al equipo que dirige Eduardo Berizzo.

Perdidos entre la masa verde del grandioso estadio del Krasnodar, uno de los más modernos e impresionantes del mundo, la pequeña marea céltica vibró con las evoluciones del equipo sobre el terreno de juego y llegó al delirio cuando Mallo puso el campo cuesta abajo para los celestes y Aspas convirtió la remontada del conjunto de Igor Shalimov en una misión imposible. "El resultado, el estadio y como nos ha tratado la afición del Krasnodar, lo mejor", aseguraba el aficionado céltico Juan Bodega.

El Celta, que en Rusia goza de mucha simpatía por haber sido el equipo en el que militaron Valeri Karpin y Alexander Mostovoi, regaló a las pocas decenas de incondicionales que tuvieron la fortuna des desplazarse con el equipo a Rusia una tarde inolvidable, un partido que permancerá para siempre grabado en la retina de los que pudieron vivirlo de cerca.