Paseaba sin prisa pues su mundo ya construido no requería más que de tiempo para disfrutarlo. Por el camino, un hombre pedía renegando de su suerte pues no soportaba el lento paso del tiempo sin dinero. Ambos tenían algo en común, el tiempo, añorándolo uno para disfrutar su riqueza y sufriéndolo otro por solo disponer de pobreza. Los dos miraron el reloj, ¿Tiene hora señor?, preguntó el paseante, mi reloj adelanta y marca ya las tres

Lo siento caballero, contestó el mendigo, el mío atrasando marca aún las tres.

Cuenta la leyenda que un día un hombre rico y un hombre pobre acordaron revalorizar sus vidas cediendo uno la mitad de su tiempo por dinero y otro la mitad de su dinero a cambio de tiempo, renunciando a lo que les sobraba alcanzaron así lo que les faltaba. Dicen los historiadores que la oferta y la demanda nació de dos fugaces miradas a un rolex de oro que adelantaba y a un ferrati chino que atrasaba, dando uno el oro consiguió el otro dar la hora.