En Vilagarcía de Arousa los patos del río Con sobreviven en unas condiciones deplorables. Las gaviotas, con las que conviven, les atacan, se comen a sus crías y el pan que la ciudadanía tira a las anátidas para alimentarlos. El Concello los ha introducido en el río y se ha desentendido de ellos. Encantadores, inteligentes y sensibles ocas y patos mudos viven entre basura, ratas y aguas residuales, sin acceso a ningún alimento, ni grano, sin verde ni refugios. Cuando suben las mareas trepan a una alcantarilla, a las aceras o a una piedra, donde permanecen horas. Hay más patos que agujeros y están condenados a permanecer en el agua salada. En invierno las condiciones se agravan porque continúan bajo la lluvia, con frío y permanentemente en el agua. En esas deplorables condiciones de abandono mueren muchos, tras sufrir meses con heridas infectadas. Esto ocurre en el centro de una villa, en el siglo XXI.

Es competencia del gobierno local proporcionar a los animales -de los que ellos son responsables- las condiciones idóneas: deberían disponer de refugios, alimentarlos con maíz diariamente (las gaviotas no comen maíz) y deberían vivir en prados y estar protegidos. Mantenerlos en esas inadmisibles condiciones no solo refleja una imagen penosa del Concello, además pone en evidencia que no están proporcionando a los animales los recursos y el ambiente adecuado, tal como señala la ley de protección animal de Galicia. Lo idóneo sería firmar convenios de colaboración con santuarios de animales para darles, por fin, una vida digna y dejar que ese río deje de arrastrar tristeza y horror y solo lleve agua. A los votantes que pagamos impuestos también nos interesa el bienestar animal.