El nuevo presidente Pedro Sánchez declaró varias veces ante sus seguidores que "España es una nación de naciones" que "Podemos no es un partido populista" y hace unos días en el Congreso de los Diputados dijo que el PP no es un partido corrupto.

Sobre estas declaraciones podemos escribir muchísimo, pero no vale la pena. Lo que más interesa a los españoles es cómo se va a comportar ante los nacionalistas catalanes y vascos.

Hace unas semanas estuve recorriendo la comunidad catalana y en todos los ayuntamientos colgaban pancartas en las que se podía leer "Libertad a los presos políticos", "Cataluña un nuevo estado en Europa" sin olvidarnos de los lazos amarillos, hasta en el interior de la iglesia de Calella. En los callejeros del barrio gótico de Barcelona se puede leer "República Catalana".

Ante este escenario, lo más curioso es que los catalanes no quieren hablar de política, unos por miedo y otros para evitar discusiones, señalando que son los políticos los que tienen que hablar.

Se dice que el problema de la independencia son intereses económicos y hace unos días hemos visto que el problema de la corrupción son intereses políticos.

La izquierda española se ha unido a través de los votos de censura, para hacerse con el poder, pero no contiene un programa creíble, que dé confianza a los españoles. Rajoy ha sido abatido en una emboscada, ahora parece que los secesionistas tienen el camino más libre hacia el soberanismo.

Pedro Sánchez sigue posando para los reporteros, parece que se encuentra en luna de miel, mientras los españoles piensan que se está reconstruyendo una España pasada, con tormentas amenazantes de un fascismo europeo y racista.

La política ha traicionado nuestra patria.