Parece mentira, pero es verdad. Si queremos hacer algunos cambios, necesitamos procedimientos costosos, largos y complicados. Lo peor es que nuestros sistemas apenas han cambiado.

Tenemos todo grabado en definiciones y constantemente estamos obligados a refinar nuestras leyes.

En la sociedad moderna, cada día nos confrontamos con nuevas situaciones y desarrollos.

Nos encontramos en un mundo donde la política ha perdido su control. Y esto es una Meca para los abogados, por la consternación de los ciudadanos y empresarios que lo padecen.

Lo que caracteriza la definición es la distinción entre su contenido y lo que se encuentra a su alrededor. Con frecuencia los ciudadanos se encuentran con reacciones negativas a sus planes por ser inconsistentes con las definiciones de nuestras leyes.

Y las leyes se tendrán que respetar. Justo por cerrarnos en esas leyes el mundo fuera de nuestro sistema cada vez se hace mas grande.

El Gobierno se está volviendo menos receptivo a lo que está sucediendo entre los ciudadanos. Todo lo que no cae dentro de las definiciones y políticas no existe para el Gobierno.

No se dan cuenta que por determinar lo que cae fuera de las leyes se están convirtiendo en los constructores del caos. Quieren orden y precisamente por ello crean el caos.

Para muchos, es más fácil y más seguro conservar la ilusión del contenido de las leyes. De esta manera parecerá que tenemos todo en orden y además controlado. Se necesita desenmascarar esas ilusiones.

De los jueces no podemos esperar nada, pues se rigen por las leyes. Los políticos pueden cambiar las leyes, pero se dejan llevar por las discusiones jurídicas. Por eso mantienen el pasado, en lugar de diseñar el futuro.