El pasado 4 de junio de 2020, fallecía en A Guarda (Pontevedra), a la edad de 79 años, el empresario guardés afincado en la República Dominicana Manuel Lorenzo Costa. Su inesperada muerte fue una triste sorpresa para todos pues Manolo era una persona llena de vitalidad y con una mente abierta siempre a nuevos proyectos. Cuando nos vimos a principios de este año, en el supermercado, me dijiste que esta vez venías a pasar una temporada más larga de lo habitual, y yo bromeé contigo diciéndote: «como los antiguos indianos, seis meses aquí y seis allá». Y con tu proverbial humildad me dijiste que indiano no, que tan solo eras un emigrante. Pero lo cierto, amigo mío, es que tú ya eras desde hacía tiempo mucho más que un emigrante.

En efecto, Manuel Lorenzo había emigrado en 1960, con 18 años, a la República Dominicana. Dotado de una gran inteligencia, gracias a su enorme capacidad de trabajo y a su voluntad inquebrantable, logró en poco tiempo el éxito económico. De hecho, a los dos años de llegar inició ya su andadura comercial independiente, en sociedad con un asturiano; y tras la llegada en 1964 de su hermano Alfonso abrió la tienda «Alfonso's Decoraciones» dedicada a la venta de cortinas, muebles y complementos para el hogar. Poco después creó la firma Lorenzo Hermanos, iniciando una imparable expansión con la apertura de varias tiendas, incluso en el moderno centro comercial Plaza Central.

Paralelamente a esta rápida carrera profesional, Manuel Lorenzo entró también de lleno en la vida social dominicana, participando en las principales instituciones españolas. La más destacada fue la Casa de España, de la que fue elegido presidente en 1982. Durante su presidencia promovió diversas actividades orientadas a un mayor acercamiento entre dominicanos y españoles, entre ellas la Regata Nacional Internacional, que se celebró cada año, desde 1982 hasta 1992, en conmemoración del V Centenario del Descubrimiento; o la celebración en 1984, por todo lo grande, de la semana de Galicia, con la presencia de importantes personalidades de la política gallega y española del momento. Aunque su principal logro, en este sentido, lo alcanzó años más tarde, en 2005, al auspiciar el Hermanamiento entre la villa de A Guarda (principal emisora de emigrantes gallegos a la República Dominicana) y la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, capital de aquella República (su principal destino). En los años siguientes efectuó diversos actos de afirmación de dicho hermanamiento, siendo uno de ellos, en 2009, la inauguración de la Plaza de Galicia en la ciudad de Santo Domingo.

Ya sólo estos éxitos, sociales y económicos, lo definirían como un indiano. Pero Manuel Lorenzo Costa decidió ir más allá y se situó en la línea de los Grandes Indianos al proyectar también su atención hacia la beneficencia. Habiendo sentido desde muy pronto un fuerte desasosiego ante las penurias de los emigrantes españoles menos afortunados que nunca pudieron regresar, en 1978, con un reducido grupo de compatriotas, formó la sociedad APROE (Asociación Pro-Emigrantes Españoles), siendo él su primer presidente. Gracias a esta institución lograron aplicar la Seguridad Social a los emigrantes en América, gestionar sus jubilaciones y proporcionar muchos otros beneficios. Años después, en 1982, movido por estas mismas inquietudes, y ya como presidente de la Casa de España, va a fusionar APROE con una sección de aquella institución, fundando la Sociedad Benéfica Pro-Emigrantes siendo él de nuevo su primer presidente. Durante su mandato, que duró 15 años, sentó las bases del futuro de la institución, la cual acoge hoy en día por igual a dominicanos y españoles.

Por todos estos logros, en el año 2010 Manuel Lorenzo Costa fue condecorado con la Orden de Isabel la Católica, distinción otorgada por el Rey de España para premiar aquellos comportamientos extraordinarios que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación con el resto de la Comunidad Internacional. Sin duda el más importante galardón de la larga lista de reconocimientos que atesoró a lo largo de su fructífera vida.

Manuel Lorenzo logró, pues, alcanzar todos los sueños que se había propuesto. Le ayudaron su mente preclara y su personalidad carismática, virtudes ambas que lo convertían en líder indiscutible para quienes le rodeaban; y todo ello sin perder nunca su humildad de espíritu. Pero el secreto último de sus éxitos estaba en la firmeza de sus principios: en primer lugar su profunda religiosidad, con una especial devoción a la Virgen de la Guía, de su barrio natal. En segundo lugar sus fuertes sentimientos patrios, tanto a la tierra que lo acogió (la República Dominicana), como a la de sus ancestros, repartidos en un profundo amor a España, a Galicia y a La Guardia. Y en tercer lugar, su familia: primero la de sus padres y hermanos, y después la que formó con su mujer Maribel y sus cinco hijas; sin duda el éxito principal de su vida. Hasta siempre Manolo. El último gran indiano dominicano-guardés.

*Por Joaquín Miguel Villa Álvarez (historiador)