Mirador de Lobeira

¡Qué pasa con el contenedor marrón!

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Veintiséis Ayuntamientos deberían estar descargando en Baión los residuos orgánicos generados cada día por vecinos, restaurantes y supermercados, sobre todo. El compromiso era depositar nada menos que 15.000 toneladas al año para su conversión en compost, vamos, el estiércol de toda la vida, aunque sin olores procedentes del ganado.

Se cuentan con los dedos de la mano los que han hecho los deberes pues en el radio de cincuenta kilómetros de la planta de Baión se han instalado solo unos pocos contenedores marrones, los específicos para arrojar mondas de patata, cáscaras de plátano y comida sobrante, excepción hecha de los huesos del churrasco, como explican los expertos.

Se trata de una inversión imprescindible al albur de los criterios de protección del medio ambiente y Europa, dicen, es muy estricta con el cumplimiento de los plazos que marca la Agenda 2030 de transición verde.

Por ello, llama la atención que a la nueva planta de Sogama en Vilanova solo se acerquen por ahora uno o dos camiones de desechos orgánicos al día, en tanto que solo Caldas de Reis, Sanxenxo y O Grove se han tomado medio en serio el proyecto.

El motivo es que la instalación de contenedores marrones va más lenta de lo esperado, no se sabe si por el elevado precio de los recipientes o simplemente por el hecho de que los Gobiernos locales aún no han tomado conciencia de la necesidad de reducir el CO2, causante del efecto invernadero y del crecimiento del agujero de ozono; la principal amenaza para la salud de los humanos en un siglo XXI que ya agotó casi su primera cuarta parte.

En estos momentos no debería haber excusas para nadie pues la planta de ecorresíduos de Vilanova debería estar ya a pleno rendimiento desde principios de diciembre y, por tanto, con posibilidad de dar el rendimiento esperado por la empresa Sogama, que decidió dispersar las plantas debido a que Cerceda se quedó insuficiente para tratar todos los residuos de Galicia.

Sea buena o no la decisión, el caso es que en O Salnés ya se han invertido nada menos que quince millones de euros para la construcción de las naves en una parcela de 5.000 metros cuadrados, un dinero que debería recuperarse a medio plazo con diferentes acciones, entre ellas la venta de abono biológico para la agricultura.

Pero también en términos de empleo pues no parece justo que se haya anunciado la contratación de casi una decena de empleados y, de momento, solo haya en plantilla cuatro o cinco.

Y a su vez en materia ecológica ya que no solo la fabricación del compost es clave para un medio ambiente equilibrado, sino que al precisar de estructurante en el proceso, también se previenen muchos incendios forestales gracias al clareado de los árboles. Y es que el compost precisa de restos de poda, maleza de los montes, hierba seca u otros elementos análogos.

Comprar los contenedores de color marrón es, hoy por hoy, la clave de partida; pero sobre todo los Ayuntamientos deberían promover cuanto antes cursos de formación para que los ciudadanos aprendan a seleccionar sus residuos para que todo el proceso cumpla con los objetivos antes aludidos.

La empresa semipública Sogama tiene que contribuir a que el proceso vaya, al menos, sobre lo esperado. En absoluto estaría de más que fuese la que se encargara de instalar los recipientes marrones necesarios para su objetivo pues hasta que estos no estén en la calle será imposible el objetivo establecido por el protocolo.

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