La vendimia de los "tintos del mar" ya se guarda en las bodegas de Meaño

Finaliza la vendimia de caíños y otras variedades autóctonas en las fincas de la Denominación Rías Baixas

Rodrigo Méndez muestra la excelente parra.   | // I.ABELLA

Rodrigo Méndez muestra la excelente parra. | // I.ABELLA / Tino Hermida

Tino Hermida

La vendimia de los tintos de la DO Rías Baixas, la más olvidada y última de cada cosecha, agota su ciclo estos días. Una cosecha que, en un año normal debería realizarse en la segunda quincena de octubre, pero en esta, por lo adelantado de la vendimia -que ya arrancaba con el albariño a finales de agosto-, también repercutió en el tinto. En los últimos años ha venido emergiendo con fuerza los tintos, rebautizados como “tintos atlánticos” o “tintos de mar”, fundamentalmente elaborados con uva de las variedades espadeiro, caíño o loureiro.

Su característica es que, al tratarse la tinta de una uva delicada y sensible, las bodegas profesiona-les afrontan la vendimia en tres fases. Ayer, se afanaba con la última de ellas la firma meañesa Forxas do Salnés, que vendimiaba su caíño en las viñas de “O raio da vella” y “A Telleira”, dos viñedos a pie de mar en el lugar de Seixiños (Dena). Luego le tocará el turno a los radicados en Meaño, en Valiñas (Barro), y en los altos de Sanxenxo, próximo al Con da Ventureira, dejando este fin de semana sellada la vendimia.

Vendimia por triplicado

“Nosotros -explica el bodeguero Rodrigo Méndez, a pie de viña- realizamos siempre tres vendimias en los tintos Rías Baixas: la primera, y más dolorosa, es prevendimia, que hacemos agos-to, en el que, cuando el envero de la uva, tiramos al suelo la parte más débil de la cosecha, a fin de que los racimos que se queden en la cepa maduren sanos, vigorosos y ganen el grado alcohólico adecuado”. “En la prevendimia -añade- este año tiramos al suelo en torno a un 30% de la uva, algo que puede chocar a muchos cuando nos lo ven hacer, pero es un proceso necesario para ventilar la viña y lograr que madure bien la uva y obtener luego un mejor vino: menos cantidad, pero más calidad”.

Los racimos de uva tinta en viñedos de Meaño ofrecen una enorme calidad.   | // IÑAKI ABELLA

Los racimos de uva tinta en viñedos de Meaño ofrecen una enorme calidad. | // IÑAKI ABELLA / Tino Hermida

“La uva tinta -explica el bodeguero- tiene la singularidad que el proceso de las cepas para al-canzar la fase en envero no es uniforme en toda la viña. Por ello hacia el 20 el septiembre, con la cosecha adelantada, hicimos este año la segunda vendimia, esta sí, para recoger la uva madura, mientras que tocaba dejar atrás aquellas cepas que no había alcanzado la maduración idónea: esa es la que estamos realizando en esta última fase”.

Calidad excepcional de la uva

El bodeguero meañés reconoce que la uva está llegando en buen estado sanitario. Aún así, consciente de la sensibilidad de estas variedades “se exige entrecoger bien el racimo retirándole a cada uno las uvas verdes que tiene en medio, lo cual exige su tiempo para recoger una uva óptima”.

En bodega, el proceso se hace más largo y precisa de dedicación. “Una vez despalillado el racimo -explica- la uva pasa a fermentación en barricas de madera, proceso que dura entre 10 y 15 días, y luego tocará una fase de maceración de entre 7 y 10 días”.

Aunque la uva caíña o espadeira podría generar vinos blancos “si en bodega se haciera como un vino de lágrima, esto es, utilizando directamente el mosto de la primera prensada, pero la DO no lo permite, por lo que un vino caíño, espadeiro o loureiro adscrito solo puede ser tinto”.

Últimas cajas de uva de la presente cosecha.   | // IÑAKI ABELLA

Últimas cajas de uva de la presente cosecha. | // IÑAKI ABELLA / Tino Hermida

La cosecha Rías Baixas tinta en esta firma meañesa alcanzará este año los 20.000 kilos, con los que elaborará15.000 botellas bajo la marca “Goliardo”, caldos caíño, espadeiro y loureiro, más una mezcla de los tres en “Bastión de Luna”. En su caso, se trata de vinos procedentes, en casos, de cepas plantadas en 1912 en la finca de “O Torno” en Meaño y otras plantadas por su abuelo Pepe Méndez, quien falleció en 2001 lamentado su ilusión frustrada de producir dentro de la DO tintos con uva de las viñas de caíño, que él había plantado veinte años antes.

Una saga de tres generaciones

Y a esa ilusión le dieron forma, primero, su nieto, Rodrigo Méndez, cuando el enólogo berciano Raúl Pérez se cruzó en su vida para domar en barrica y fudre los tintos de la DO. Y al cabo se sumó otro de los nietos de Pepe Méndez, en la persona de Francisco Méndez, con su “Terra de Mareas” que embotella por el momento unas 1.200 botellas.

Unos vinos que están teniendo tal acogida en el mercado, que la demanda hace agotar los “tintos atlánticos” a las primeras de cambio, más aún saliendo a precios superiores al albariño.

El hándicap que ha de tener en cuenta el bodeguero, explican, es que el rendimiento de la uva tinta Rías Baixas es menor al de albariño, rondando los 5.000-6000 kilos por hectárea. Siguiendo las directrices de su enólogo Raúl Pérez, Rodrigo Méndez estima que “hay viñedos en que el rendimiento óptimo por hectárea se mueve en los 4.000 kilogramos por hectárea, incluso menos, cuando en albariño hablamos de 12.000 kilos”.

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